
En Buenos Aires ha muerto el actor argentino Pepe Soriano, apenas doce días antes de cumplir noventa y cuatro años, a consecuencia de insuficiencia renal. Llevaba retirado desde 2020. Era un grande del teatro, el cine y la televisión. Perseguido a muerte por la dictadura del general Videla, tras ser detenido en tres ocasiones, resolvió exiliarse en España, como otros colegas. Y aquí revalidó sus éxitos también, en series como "Farmacia de guardia" pero, sobre todo en la gran pantalla, cuando se convirtió en sosias del general Francisco Franco en la película "Espérame en el cielo".
Dicho filme escrito y dirigido por el recordado Antonio Mercero (ya fallecido, víctima del mal de Alzhéimer) tuvo una gran acogida por crítica y público. Pepe Soriano, gracias a su talento y a una fantástica caracterización, se convirtió en el mejor "doble" de cuantos otros actores personificaron al dictador. Casos como el de Juan Diego, en "Dragón Rapide", de 1985, o el de Juan Echanove en "Madregilda", de 1993. Si bien ambos lograron una notable interpretación, la de Pepe Soriano nos parece, sencillamente, genial.
Siendo el argumento de "Espérame en el cielo" una parodia cinematográfica, lo cierto es que todas las secuencias, unas con más humor que otras, respondían a un bulo que circuló por toda España durante la jefatura de Franco. Consistía en que para evitarle viajes largos, presencias incómodas y posibles atentados, desde la más alta magistratura del país se autorizó a disponer de un "doble", alguien que físicamente se pareciera mucho al General y así permitir a éste permanecer en el palacio de El Pardo, su residencia, o bien disfrutar de algunas de sus mayores aficiones, la caza y la pesca.
Toda vez que funcionarios franquistas buscaron a ese ciudadano que tuviera las condiciones exigibles para tan difícil misión, disparatada por otra parte si así se quiere definir el caso, dieron con el dueño de una tienda de ortopedia situada casi al final de la madrileña calle de Fuencarral, llamado Paulino Alonso. Estaba casado, sin descendencia, y lograba despistar a su esposa yéndose literalmente "de putas" por algunos andurriales de la capital, donde una noche fue secuestrado por varios diligentes policías que seguían órdenes de un tal Alberto Sinsoles, jefe de propaganda franquista.
Inmediatamente, Paulino fue trasladado al Palacio de El Pardo, encerrado en una pequeña estancia, donde Sinsoles lo fue entrenando para conseguir que hablara lo más parecido al Caudillo, caminara igual, y se aprendiera discursos enteros con el mismo tono y convicción que éste. Al cabo de cierto tiempo demostró ser un aplicado alumno, una vez convencido de que su secuestro no podía evitarlo conforme transcurrían días, semanas y meses. El director Mercero incluyó algunas secuencias divertidas, como la de una vez que Paulino logró zafarse de la vigilancia de Sinsoles, magníficamente personificado por José Sazaornil (Saza), y servirse de uno de los coches oficiales de Franco para volver al antro de fulanas donde tiempo atrás daba rienda suelta a sus pasiones. Y en otra salida fue a ver a su mujer (la actriz Chus Lampreave en la realidad), que llevaba preocupadísima por creerlo desaparecido.
La hora y media de metraje de "Espérame en el cielo" contenía escenas en las que por los pasillos del Palacio de El Pardo se cruzaban, sin coincidir naturalmente, el "propio" Franco y su "doble". El final, se resolvía de tal manera que el espectador no sabía si quien estaba enterrado en el Valle de los Caídos era el auténtico dictador, o su sosias. La banda sonora contenía una canción a ritmo de bolero, que se había hecho muy popular en la postguerra interpretada por el legendario Antonio Machín. La productora de la película consiguió autorización de Patrimonio Nacional para rodar buena parte de esta historia en el propio Palacio de El Pardo, en el amplio despacho del General, su mesa de trabajo atestada de legajos, e incluso el dormitorio.
Pepe Soriano recibió muchos plácemes por su interpretación. Lo nominaron para un Goya. Y Antonio Mercero lo tuvo a sus órdenes en la popular serie "Farmacia de Guardia" interpretando el personaje de don Enrique Cano, esposo de la farmacéutica Lourdes (Concha Cuetos). Durante los siete años que el gran actor permaneció entre nosotros participó en otra serie, "Los gozos y las sombras" y alguna otra película como la que rodó junto a Fernando Fernán-Gómez. Aunque muy agradecido por la manera cómo fue tratado en España, la nostalgia le venció, regresando a Buenos Aires, donde ya la dictadura militar había concluido.
José Carlos (Pepe) Soriano tuvo una infancia complicada, en un hogar modesto. Con doce años quedó huérfano de madre, en tanto su padre aparecía poco por casa. Tuvo que criarse y ser educado por sus abuelos paternos italianos. Le llegó el momento de iniciar estudios superiores y se decantó por la carrera de Derecho, que abandonó en el segundo curso, cuando empezó a formar parte de cuadros teatrales de aficionados. Para pagar sus clases de Arte Dramático tuvo que vender libros a domicilio y ser representante de una marca de frigoríficos. Con el paso de los años llegó a obtener el reconocimiento popular por sus interpretaciones de teatro clásico, comedias teatrales, musicales, series de televisión y películas. Sus caracterizaciones eran muy celebradas.
Su vida íntima la llevaba con discreción. Buscando, para redactar este obituario, datos precisos, toda vez que consulté prensa argentina y de otros países hispanos donde era conocido, apenas pude recoger algunos. Se casó en dos ocasiones. Falleció su primera esposa, con la que tuvo un hijo, o hija, lo que no pude precisar. Después, contrajo segundas nupcias con Diana, veinte años más joven, que le dio una hija, Victoria, quienes lloran estos días la desaparición de Pepe, un hombre de costumbres sencillas, que defendió siempre a sus colegas y presidió al respecto una entidad, siendo muy querido tanto de sus compañeros como de todos sus conciudadanos. La última vez que apareció en público fue en el pasado mes de abril, cando acudió a un acto en homenaje a su buen amigo Héctor Alterio. Allí se reunió con otros actores prestigiosos, como Ricardo Darín. Fue el centro de atención ese día, porque a su edad, ya jubilado, lo trataron cariñosamente como un maestro. Ya descansa hasta la eternidad en el cementerio de Chacarita, tan visitado porque entre otras tumbas, allí se encuentra la de Carlos Gardel, una de las mayores glorias de Argentina, ídolo del tango.