
Una vez más Tamara Falcó ha mostrado su faceta más natural en El Hormiguero hablando sobre su infancia y su adolescencia junto a una madre tan peculiar como Isabel Preysler. Acostumbrada a largos viajes desde muy pequeña, Tamara explicó a sus compañeros de programa que su madre tenía un pequeño 'truco' para que ella y sus hermanos se portaran bien en los viajes.
"Para que no molestásemos al resto del avión, mi madre nos daba unas gotitas. Una vez, viajamos a Marbella. Cuando nos íbamos a bajar del tren nos dimos cuenta de que no había forma de despertar a Ana (Boyer). Empezaron a golpearla para ver si reaccionaba y nada", relató la colaboradora entre risas. "Fue entonces cuando mi madre le preguntó al tío Miguel cuántas gotas le había dado. Él le contestó: ‘Dieciocho, como me has dicho’. Pero no tenía que haberle dado dieciocho, eran ocho", contó, asegurando que era "una práctica de lo más habitual en su madre".
Con muchas ganas de comenzar una nueva vida al lado de su marido Íñigo Onieva en su nuevo ático de Puerta del Hierro, Tamara también desveló la "pequeña manía" de su pareja. Durante el debate, la marquesa de Griñón reconoció que su recién estrenado marido no ‘soporta’ los pendientes de aro. "Tiene como una especie de fobia. Cuando me los pongo me dice: '¡Qué horror!", dijo señalando las piezas que lucía en el plató de Antena 3 y que tendría que quitarse "a toda prisa" cuando llegase a casa.

Tamara evitó hablar sobre la noticia que se ha publicado en las últimas horas que asegura que su esposo ha sido rechazado en una prestigiosa universidad por su bajo nivel de inglés. La intención de Íñigo Onieva era estudiar un Máster en Administración de Empresas, para así obtener los conocimientos necesarios para su próximo salto profesional tras haber abandonado el grupo hostelero donde trabajaba.