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Luis Ortiz, casado con una bisnieta del canciller Bismarck, miembro de los chorys y siempre de juerga con la jet-set

Este pasado lunes fallecía en la clínica Quirón de Marbella Luis Ortiz, a la edad de ochenta años, víctima de un cáncer de próstata.

Este pasado lunes fallecía en la clínica Quirón de Marbella Luis Ortiz, a la edad de ochenta años, víctima de un cáncer de próstata.
Gtres

Gunilla von Bismarck, está completamente desolada con el fallecimiento de Luis Ortiz. Fueron más de cincuenta años de convivencia, con una curiosa circunstancia: se divorciaron, dicen que por dinero, pero continuaron viviendo juntos en Marbella. Allí, Luis, estando soltero, fue miembro de un singular cuarteto conocido como Los Chorys, cuyos componentes se pasaban todas las noches veraniegas de juerga entre la jet set, y el resto del año lo pasan viajando, siempre a costa de un generoso amigo, Yeyo Llagostera, que mantenía económicamente el grupo. De película, vamos. Ya con el nuevo siglo, los años encima de cada uno, la ruina del patrocinador de aquella vida loca y la llegada de Jesús Gil a Marbella, certificaron la desaparición de Los Chorys. Pero Luis Ortiz y Gunilla siguieron siendo centro de atracción en la Costa del Sol, habituales en la prensa rosa, hasta que hace unos años la salud de quien fuera divertido "play-boy" fue decayendo hasta acabar no hace mucho en silla de ruedas, sometido a duras sesiones de diálisis y quimioterapia, calvario que ha terminado con su triste muerte.

Luis Ortiz había nacido en Madrid en el seno de una acomodada familia: su padre, del Opus, era el censor jefe de Televisión Española, el que por ejemplo, mandó que a Rocío Jurado la arroparan con un chal para que no se viera en la pequeña pantalla su provocativo escote. Su hijo no heredó su severo carácter, estudió en buenos colegios pero ya desde jovencito destacó más en el deporte, formando con el paso de los años parte del equipo de aficionados y viejas glorias del Madrid. Jugando un partido precisamente, en el que estaban Carlos Goyanes, recientemente fallecido, el boxeador Luis Folledo, el torero Antoñete, Miguel Ríos y otros, Luis Ortiz se reencontró con un antiguo condiscípulo del madrileño colegio Claret, Yeyo Llagostera. Y a partir de entonces, cambió su vida.

El tal Llagostera era hijo de un riquísimo farmacéutico, dueño de los laboratorios Liade y a su muerte, heredó junto a sus cuatro hermanos una cuantiosa fortuna que él mismo no supo precisar la cifra. Solamente decía que era muchísimo dinero, millones a espuertas. ¿Qué hizo? Gastarlos. Pero ¿cómo? Concluía la década de los 60 e iba a comenzar la siguiente. Aparte de Luis Ortiz conoció a otros dos compañeros de aventuras. Uno de ellos, Jorge, hijo del popular actor cómico cinematográfico Manolo Morán. El otro, Antonio Arribas, que trabajaba como doble de acción, de las escenas peligrosas del cine. Pero tuvo un accidente y lo dejó. Esos cuatro formaron el cuarteto Los Chorys. Su objetivo, divertirse sin freno. A costa de los millones de Yeyo, naturalmente, al que no le importó nunca gastárselos y a los otros vivir del cuento.

Porque Luis Ortiz, dejando ya al margen a los demás, no andaba precisamente sobrante de dinero. Sin blanca muchas veces. Y con aquel amigo protector en esos años 70 y luego los 80 se dio la gran vidorra. La primera gran aventura con Los Chorys fue un viaje por medio mundo. Desde Estados Unidos a Japón, entre otros países. Y siempre a cuerpo de rey: hoteles de lujo, comidas en restaurantes de cinco tenedores, excursiones a espectaculares sitios…Y ligues mientras les iba la marcha.

Yeyo Llagostera emprendió algunos negocios, discotecas, un restaurante, lugares donde Los Chorys, cuando no viajaban, eran la atracción constante. En Champagne Room, uno de esos locales frecuentados por la "jet", Luis Ortiz conoció a una rubia esplendorosa, risueña casi siempre, de llamativa figura: Gunilla von Bismarck. Era la cuarta bisnieta del káiser, canciller Otto von Bismarck. Esa noche, Los Chorys iban con pelucas, porque se habían afeitado la cabeza los cuatro. Y cuando Luis sacó a bailar a la condesa alemana, se le cayó la suya, dejando al aire su rapado cráneo, lo que produjo en Gunilla tal ataque de risa, que se pasó la noche a mandíbula batiente.

Se enamoraron a poco de aquel primer encuentro, conviviendo en un chalé de Marbella por espacio de seis años, hasta que decidieron casarse. La familia de Gunilla, enterada del currículo del novio, se alarmó. ¿Era un cazafortunas? El caso fue que tan enamorados como estaban celebraron sus esponsales en un castillo alemán, el de Friedrichsruh, en la localidad de Schleswig-Holstein. Era el 7 de octubre de 1978. Al año siguiente tendrían a su único hijo, Francisco José. Y desde mucho antes de su boda, Luis Ortiz y Gunilla fueron la pareja perfecta, la que siempre estaba de buen humor en cuantos saraos sucedieron en aquella dorada Marbella.

Luis Ortiz tenía buena fama de ser hombre de suerte. Los Chorys jugan a la lotería o a los ciegos, pero al único que le tocó un día un cupón de la Once fue a él: veinte millones de pesetas. Que sólo compartió con Gunilla, no imitó los dispendios continuos de Yeyo.

Pasaron los años. Otros tiempos. Marbella ya no fue la misma. Murió Antonio Arribas en 1994, después de vivir encendidos amores con Mara Lasso, Lolita y Carmen Ordóñez, entre otras, víctima de unas varices esofágicas. De Jorge Morán nada se supo más adelante. Yeyo Llagostera se arruinó por completo después de pulirse con sus amigos cientos de millones de "pelas". Y Luis Ortiz fue quizás el único de los Chorys que en cierta manera estabilizó su existencia de un modo algo más convencional; desde luego, en las fiestas de Marbella, no como en el pasado, siempre destacaba con su feliz esposa, ya con poco pelo, sin necesidad de afeitarse la cabeza.

Un día nos encontramos con la revista "¡Hola!" anunciando con grandes caracteres la separación de Luis y Gunilla. Hubo de por medio un talón bancario con varios ceros para la pareja. Sin embargo, con divorcio firmado también, ambos continuaron acostándose en la misma cama de siempre. ¿Por qué razón ese paripé? Nunca lo explicaron.

En el pasado mes de abril se celebraba el septuagésimo aniversario del Marbella Club. Y en ese acontecimiento apareció Luis Ortiz en silla de ruedas, con el rostro visiblemente cambiado. El cáncer lo iba cercando. Ya hacía unos años que no podía acudir a fiestas de renombre, y en su lugar iba Gunilla y luego le contaba a él los chismes de cada una de ellas.

Por deseo probablemente del mismo Luis no se expondrá el féretro con su cadáver para que sus muchos amigos le den su último adiós. En su lugar, el próximo sábado se oficiará un funeral en su memoria en la iglesia malagueña de San Pedro de Alcántara. Descanse en paz quien fue tan alegre casi toda su vida.

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