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La política y el negocio del festival de Eurovisión

Trapicheos cuando RTVE ganó con La,la,la. Gran alivio de sus directivos cuando no venció Karina. Y la jugada para que no triunfara Betty Missiego.

Trapicheos cuando RTVE ganó con La,la,la. Gran alivio de sus directivos cuando no venció Karina. Y la jugada para que no triunfara Betty Missiego.
Trapicheos de Eurovisión

Se celebra este sábado 18 de mayo el Festival de Eurovisión. Será en Malmöe, Suecia. La representación española estará a cargo de El Sueño de Morfeo, con su canción Contigo hasta el final. Se calcula que más de cien millones de telespectadores seguirán el evento.

Hace ya años que se viene criticando, desde el punto de vista artístico, la calidad del certamen, considerado por una mayoría en España muy alejado de los gustos musicales en boga, al menos de la juventud. Lo único positivo es para los participantes, que se aseguran una audiencia masiva que jamás podrían imaginar. ¿Y para las televisiones, integradas en el organismo europeo responsable del certamen? ¿Les es rentable? Se han barajado cifras muy elevadas referidas a los gastos que supone este evento: llegó a costar cien millones de euros en 2012 y este año, ante la crisis general, ha descendido a quince millones. A Radio-Televisión Española le supondrá, al parecer, un desembolso de trescientos mil euros. A cambio, una notable audiencia. ¿Qué pasaría si este trío que va a representarnos, tan optimista y esperanzado, ganase? Pues que RTVE se vería en la obligación de organizar la próxima edición. Negarse, sí, podría. Pero no sería ni elegante, ni ético. Y si nos aventuramos a esa posibilidad, sigan leyendo, por favor.

En la segunda mitad de los años 60 España tenía en el turismo, como siempre, su mejor oferta para obtener divisas. Como aspecto negativo, la política franquista suscitaba no pocas reservas en las cancillerías europeas y críticas adversas en la prensa extranjera. Para contrarrestar esa imagen, el Ministerio de Información y Turismo a cargo de Fraga Iribarne consideró una buena baza apostar con todos los recursos posibles en 1968 al Festival de la Canción de Eurovisión. Los responsables de RTVE se pusieron en marcha. Y trataron de asegurarse todos los votos posibles de los jurados de otras televisiones europeas. Un personaje iba a ser providencial: el austriaco Arthur Kaps, residente en España desde hacía un cuarto de siglo, cuando arribó a Barcelona, huyendo de los bombardeos durante la II Guerra Mundial junto a los componentes de una compañía de variedades conocida como Los Vieneses (en la que estaban, entre otros, el popular Franz Joham y Herta Frankel, la de la televisiva perrita Marylín). Kaps dirigía en los años 60 un programa en Televisión Española: Amigos del Lunes. Estaba muy reconocido por su trabajo y tenía muy buenos contactos con mandamases de las televisiones centroeuropeas. Eligió como arreglista de la canción seleccionada ese año en RTVE, La,la,la a su compatriota, el famoso Bert Kaempfert (el de Extraños en la noche). Después, vendrían los supuestos trapicheos para que Alemania y otros países nos dieran suficientes votos con los que poder ganar el certamen de marras. Como así sucedería. ¿A cambio de qué? Supuestamente comprándoles programas a esas televisiones. Pero ¿puede ello probarse? Por supuesto que no. Pero existen muchas sospechas al respecto. Lo que no quita mérito alguno al brío con el que Massiel defendió su canción, La,la,la, original del popular y querido Dúo Dinámico, la noche del 6 de abril de 1968 en el Albert Hall londinense.

Así es que, al año siguiente, la cita eurofestivalera tuvo lugar en el Teatro Real de Madrid. El Ministerio de Información y Turismo se desvivió en invitaciones con los cientos de periodistas extranjeros que acudieron. Nunca se hicieron públicas las cuentas, pero la inversión fue elevada en la organización del evento en 1969. A cambio de una sustanciosa publicidad exterior, que era de lo que se trataba. Y de rebote la participante española, Salomé, resultó ganadora (aun compartiendo la primera posición, ex aequo, con tres rivales extranjeras). Y así, en años siguientes, ya pareció suficiente para no tentar de nuevo la suerte. Asistí en la primavera de 1971 a una nueva edición del Festival, esta vez en Dublín. Karina, que estuvo formidable, quedó segunda en la clasificación final, con la melodía de su entonces novio, Tony Luz, En un mundo nuevo. A sólo doce puntos de la ganadora monegasca. Saliendo del Gaiety Theather, donde tuvo lugar el espectáculo, el entonces representante de TVE, apellidado Delapuente, comentó con sus compañeros de la delegación española: "¡Ufff, menos mal que no hemos ganado!". Lo escuché ¡perfectísimamente! Me encontraba justo detrás de él, y yo tengo un oído finísimo. Lástima que llegado a Madrid no pude contarlo en la publicación donde trabajaba, de la que fui entonces enviado especial. ¿Se imaginan ustedes qué hubiera pensado Karina, sus músicos, sus familiares, de haber conocido esa frase? Y ¿qué hubieran pensado los quince o más millones de telespectadores de nuestro país que siguieron aquella transmisión, ilusionados para que la rubia jienense ye-yé se trajera el premio?

Pero, amigos, ítem más. Ocho años después, en el Festival de Eurovisión de 1979 celebrado en Israel, nuestra representante, la peruana Betty Missiego, iba encabezando la clasificación con la melodía Su canción. Quedaba sólo votar ¡al jurado español, en Madrid! Apenas unos minutos antes, desde el Palacio de la Moncloa alguien llamó al responsable correspondiente. El jurado establecido en los estudios de Prado del Rey ¡votó mayoritariamente al país que iba detrás del nuestro! Y la desconcertada Betty se quedó compuesta… y sin premio. Naturalmente, aquella orden, supuestamente claro, no vayan a pensar mal, emanada desde Moncloa (que investigué) no pudo nunca certificarse, como era previsible. Betty Missiego corroboró mis sospechas. Así es que, visto lo visto, juzguen ustedes mismos sobre el tan traído y llevado Festival de Eurovisión. ¡Ojalá me equivoque y ganemos! Claro que una Televisión Española cada vez más endeudada y en estos tiempos que corren ¿de verdad, echando manos de su presupuesto, estaría dispuesta al riesgo de ser la sede del Eurofestival 2014? Si es así, ¡albricias, pan de Madagascar!, arcaísmo que repetía mucho mi inolvidable y recordado amigo y compañero Antonio D. Olano.

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