Semana tras semana En la tuya o en la mía sube sus datos de audiencia. Este miércoles, con Pablo Motos como invitado, Bertín Osborne consiguió un nuevo máximo: 18,2% de share y 3.421.000 de espectadores. Además, las críticas de los espectadores cada vez son mejores y hablan cómo consigue el presentador sacar el lado más desconocido y lúdico de los famosos.
El presentador de El Hormiguero desveló entre risas cómo fueron sus inicios laborales, cómo llegó hasta donde está ahora, narró varias anécdotas de su vida, contó su adolescencia de delincuente y reconoció las operaciones a las que se había sometido. También tuvo que enfrentarse a alguna prueba deportiva, lo mismo que hace con los invitados en su programa.
Esta es la primera vez que Motos concede una entrevista, porque lo que a él le gusta es entrevistar, según dijo. No tuvo ningún problema en reconocer que "no ha tenido hijos por el karma. Porque lo lógico es que la vida le devuelva lo mismo que ha hecho él", y por lo visto Pablo "ha sido un gamberro".
Uno de los momentos más sorprendentes fue cuando contó al público cómo fue su adolescencia. Reconoció que cuando era adolescente un día se metió "en un buen lío en una discoteca", le vio las orejas al lobo y quiso cambiar de vida. "Empecé a imitar a un pijo con mucho estilo. Yo era un tío sin ningún estilo intentando tener estilo. Al final conseguí ser aspirante a pijo", afirmó el presentador.
También hubo tiempo para hablar de mujeres y de la historia de amor con su esposa. "Tenía muchas dificultades para ligar, por eso tenía que tener otras cualidades. Ahora llevo 20 años con mi mujer. Me enamoré de ella en la radio, era mi productora. Yo la veía tan guapa y pensaba: '¿Me voy a morir sin darle un beso?'", contó. Ha tenido varias "proposiciones deshonestas en el programa" pero su mujer tiene un radar para esas cosas y "se deja caer cuando viene alguna chica que me puede gustar...", aunque dijo que jamás le sería infiel.
Pero sin ninguna duda, la anécdota más cómica de la noche fue la de los retoques que se ha hecho, o como lo llamó él "la tontería que se hizo". En muy pocos meses decidió operarse los ojos, cambiarse los dientes y ponerse bótox. Estas intervenciones hicieron que casi se quedara ciego, ya que por un ojo veía doble y le costó volver a recuperar la vista. Sobre la segunda intervención, explicó que quiso cambiarse la dentadura en una sola operación, aunque era peligroso, y por la noche apretó tanto los dientes que amaneció con ellos torcidos y tuvieron que arreglárselos otra vez. Además, a los pocos meses se puso bótox pero el resultado no fue el que esperaba porque "parecía Monchito". Por todo lo que había sufrido y los problemas que había tenido nunca más ha querido hacerse otro retoque.