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Rosa Belmonte

Se equivocaron las palomas

En Brasil, un tipo pretendía asaltar al pobre atleta que llevaba la antorcha. Nada comparado con lo ocurrido con Hitler y las palomas.

Hubo un tiempo en que los Juegos Olímpicos eran la alegría de veranos espantosos. Pero tengo tantas ganas de ver los de Río como de hacerme una colonoscopia. Creo que voy a poner Olympia de Leni Riefenstahl una y otra vez. Los juegos de Berlín en 1936 fueron los más grandes celebrados hasta entonces. A Hitler (estaban concedidos antes de que llegara al poder) no le hacían mucha gracia pero luego quedó tan encantado que quiso quedárselos y organizarlos todos a partir de los de Tokio 1940, que nunca se celebraron. Hitler tampoco tuvo más. En Brasil, el traslado de la antorcha ha sufrido un incidente. Un tipo pretendía asaltar al pobre atleta que la llevaba. Lo de los relevos desde Olimpia a la ciudad organizadora se hizo por primera vez en Berlín. En la capital alemana se produjeron otros hechos curiosos. El polo se disputó por última vez. Demasiado elitista. Por supuesto no es cierto que Hitler se negara a saludar a Jesse Owens. Lo que pasó es que estaba tan contento con los atletas alemanes que desde el primer día se dedicó a saludarles con entusiasmo. El COI le dijo que o felicitaba a todos o a ninguno, y optó por esto. Desde la reprimenda no se dirigió a nadie.

En la inauguración, alemanes, italianos y austriacos saludaron con el brazo en alto al palco de autoridades. Pero también lo hicieron franceses y canadienses. Aunque Hitler creyera otra cosa, se trataba del muy parecido saludo olímpico. Para que no diera lugar a malentendidos ese saludo fue suprimido para futuras ediciones. En la inauguración, cuando acabó el desfile de los deportistas, se soltaron miles de palomas y se dispararon varias salvas de cañón. La palomas, con el susto, empezaron a cagarse sobre los atletas. Pudiendo haberlo hecho sobre Hitler.

Para boicotear al Führer, el Gobierno español del Frente Popular decidió no acudir con sus deportistas a los Juegos del 36. No era sólo por Hitler, consideraban que el acontecimiento era muy burgués. Así que organizaron una cosa llamada Olimpiada Popular que sí celebraría los valores proletarios (también se llamó Semana Popular de Deportes y del Folklore). Tendría lugar en Barcelona del 19 al 26 de julio de 1936 y había inscritos unos seis mil atletas de 22 países. La madrugada del 19 de julio, los deportistas instalados en el Hotel Olimpic empezaron a oír tiros y explosiones. Un americano recordó en su diario que había fuego de rifles y pistolas, bombas y morteros. Que cada vez que asomaban la cabeza por las ventanas les disparaban. Luego ya pudieron salir. “Esta hermosa ciudad es un desastre. Las iglesias están ardiendo por todos sitios”. En 1938, Martha Gellhorn escribiría que en Barcelona hacía “un tiempo estupendo de bombas”. La Olimpiada Popular fue cancelada. Pau Casals ensayaba el 18 de julio la ‘Novena’ de Beethoven que iba a tocar en el Grec por la inauguración cuando le comunicaron las noticias de la sublevación. Pidió a los músicos tocar una vez más la sinfonía. “Nosotros cantábamos el himno inmortal de la hermandad, mientras en la calle se preparaba una lucha que tanta sangre haría verter”. Una versión sosa de “El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”. Lo de Ilsa en Casablanca.

A veces los mejores Juegos son los que no se celebran. Folklore, virgen santa.

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