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José María Aznar se relaja con Bertín Osborne y cuenta todo: "Ahora sólo hago entre 600 y 800 abdominales"

Aznar se relajó y contó a Bertín cómo pidió casarse a Ana Botella al tercer día, entre otros muchos episodios de su vida personal y política.

Aznar se relajó y contó a Bertín cómo pidió casarse a Ana Botella al tercer día, entre otros muchos episodios de su vida personal y política.
Aznar, en En la tuya o en la mía | Mediaset

Bertín Osborne y José María Aznar, juntos en un programa de televisión. El sueño húmedo de los diarios de izquierdas, a los que les faltará jueves para verter vitriolo, hecho realidad… y el de los programadores, para demoler índices de audiencia y dinamitar trending topics en redes. Pero que nadie piense que esto iba de polémicas: si por algo destaca Mi casa es la tuya es, por mucho que pese, por buscar un tono entrañable y familiar que agrade a cuanto más público, mejor, y eso mismo es lo que se intentó en el programa.

Pero lo cierto es que tanta testosterona bajo un mismo techo tenía que hacer su efecto, por mucho que suavizaran el despliegue a ritmo de Somewhere over the rainbow. Aznar, tras cuarenta minutos de eterna introducción por las servidumbres del prime-time, visitó el casoplón del cantante madrileño y lo hizo cumpliendo promesas no electorales, pero sí humanas, desempolvando historias familiares para comentaristas políticos pero que, probablemente, muchos espectadores apenas recordaban. Siguió casi hora y media de conversación antes de pasar a la cocina: un trámite rápido que esta vez se pasó en un suspiro, ya que el expresidente no es persona precisamente hábil en los fogones.

Todo comenzó con Aznar trayendo aceite, un regalo no precisamente excesivo para Bertín el anfitrión. ¿Qué recuerdo ha dejado en los españoles?, lanzó el cantante campechano. "En unos mejor, en otros peor. Yo no soy una persona que haya dejado a la gente indiferente", reconoció el expresidente con una sonrisa. "A mí lo que me ha apasionado siempre ha sido mi país, y lo hice todo pensando en España. A todos les estoy agradecido", dijo tajantemente. "Aún sin bigote parece que tienes bigote, como Carlos Herrera", espetaría Bertín en algún momento del programa.

Lo cierto es que una vez comenzó a hablar de su familia, Aznar se mostró menos envarado y sorprendentemente afectuoso. Recordó a su padre, hombre de radio y antiguo director de la Cadena Ser; a su abuelo, embajador y periodista consagrado, tanto en Cuba como en España. "Tuve unos padres excelentes", reconoció, para a continuación negar ser una persona nostálgica. "Mi madre tiene 95 años, está muy bien y ve tu programa. Ella siempre tomó las decisiones en casa. Sigue teniendo mucho carácter".

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Aznar y Bertín, en el jardín del segundo | Mediaset

No es nostálgico, pero sí recuerda muy bien el pasado. "En el 99 tuve la oportunidad de visitar La Habana, aunque mis relaciones con Castro eran de aquella manera. Él no quería que llegase al Gobierno. (…) Pude visitar la casa de mis padres, una casa en el centro de La Habana que Castro había repintado, pero el interior estaba parcelado y era terrible. No tenían jabón, toallas, ropa interior… tuve que llevar calcetines, papel higiénico. Lo más elemental". Aznar recordó cómo las gastaba el tirano desvelando cómo, durante una visita a la ciudad acompañando a los Reyes, esta era una ciudad fantasma por orden de Castro, que vació las calles de La Habana para mandar un mensaje: "Si queréis ver gente, visita bilateral. Y si no, no veis a nadie".

Aznar habló también de su pasión por el fútbol e incluso jugó con Bertín a ritmo de la melodía de Rocky. "Siempre he sido competitivo y me ha gustado competir para ganar", dijo con segundas. "No me gustaba la imagen de España en la mitad de la clasificación, la quería ver arriba". Pero, volviendo al fútbol, confesó que "quería ser Di Stéfano, no quería ser otra cosa ni tener otro equipo. Luego tuve una relación estupenda con él, venía muchas veces a Moncloa a ver partidos. Hemos pasado muy buenos ratos, nos hicimos muy amigos".

Pero, y en lo personal… ¿ha sido Aznar así de serio siempre? "No, qué va", cortó un convencido expresidente, que recordó cómo le habían echado de clase muchas veces por llevar el pelo largo. "Los 14, 15 y 16 fueron años complicados, era disperso. También en la universidad llevaba el pelo largo y me gustaba ir por ahí, ir a los guateques. Perdía demasiado el tiempo".

Pero una cosa llevó a la otra y en la conversación surgió Ana Botella. Ella se sentó a su lado en el avión en un viaje universitario, y pese a que ambos se conocían, no habían hablado lo suficiente. Lo que surgió entonces fue inmediato y perdura hasta hoy. "La vi y dije: esta es mía". En Madrid quedaron a almorzar y a los tres días saliendo él le dijo: "Oye, tú te vas a casar conmigo. Y me dijo que sí". Ahora, "vamos a cumplir 40 años juntos" –dijo orgulloso– "y no puedo explicar mi vida sin ella".

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Con su esposa Ana Botella | Mediaset

A la familia, por cierto, no les costó en absoluto vivir en La Moncloa. "No es duro vivir allí, se vive muy bien. Subes unas escaleras y estás con tu familia", dijo, contrariando el mito alimentado por otros presidentes. Ahora, con seis nietos y una nieta como balance familiar, Aznar dio una imagen de felicidad total.

El predecesor de Rajoy también recordó cómo, tras iniciarse en la política en La Rioja, conoció a Fraga, su "padrino" político, de quien tenía una imagen arrolladora, "un ciclón que se llevaba todo por delante". Sin saberlo entonces, se fraguaba su trampolín a la primera línea, algo que "casi todos pensaban que iba a salir mal, pero salió bien. Fraga renunció y me dio la presidencia del partido. Fue al primero que recibí en la Moncloa siendo yo presidente". No se obvió el famoso momento, en septiembre del 89, en el que Aznar escribió su famosa carta de dimisión preventiva del partido, la misma que un exaltado Fraga rompió en pleno discurso clamando "ni tutelas ni tu tías". Fue el momento de la verdadera fundación del PP, algo que también supo entender Francisco Álvarez Cascos, que recogió los pedazos "sin saberlo yo" –recordó Aznar– y los reconstruyó en su casa.

Naturalmente, hubo espacio para los atentados terroristas que sufrió en sus propias carnes o durante su gobierno. Empezando por el suyo a manos de ETA, en abril del 95: "Había recibido la visita de Jaime Mayor, y tres días antes me vino a ver", explicó, a modo de prólogo de los acontecimientos. Lo que traía su compañero de partido era información fresca del Gobierno vasco: "Se está preparando algo muy fuerte contra alguien del PP", le explicó. Pero en ese momento –dijo a Bertín Osborne– "yo pensé que era de él, y él lo pensó de mí". Al final el atentado lo sufrió Aznar, que se salvó de milagro tras una brutal explosión que la banda terrorista planificó tendiendo doscientos metros de cable durante tres días consecutivos, gracias al buen funcionamiento de los inhibidores del coche. Un coche que no era el habitual y que salvó, gracias a sus cinco capas de blindaje, la vida del futuro presidente. El "culpable" del cambio no fue otro que Álvarez Cascos, que sustituyó sin decirle nada el vehículo, ya que Aznar nunca hubiera aprobado el cambio. "Si hubiese ido en el otro coche no estaría vivo", resumió Aznar, que explicó que el atentado lo vivió "boca abajo". "Me toqué los brazos y la piernas. Me picaba mucho la cara", dijo rememorando los momentos posteriores a la bomba. Después, el expresidente se expresó con su contundencia habitual en el tema terrorista y dijo no recordar el nombre de los terroristas, que "fueron detenidos poco tiempo después". Y resumió en pocas líneas la situación. "Ellos sabían que nuestra política hacia ellos iba a ser más agresiva. No querían alternancia política", dijo, recordando que ETA intentó atentar contra él "tres veces antes y tres veces después".

No fue la única referencia al terrorismo en Mi casa es la tuya. Aznar rememoró cómo le informaron de que Miguel Ángel Blanco había sido secuestrado, y cómo supo en ese mismo momento –apenas unos días después de la liberación de Ortega Lara– que "la sentencia estaba producida, que le iban a matar. No porque no se aceptase el chantaje; no se iba a ceder aunque removimos Roma con Santiago. Pero le iban a matar". La reacción social a esta venganza por la liberación del funcionario de prisiones, por fin y después de tanto tiempo, fue estremecedora: "Se produjo el cambio definitivo en la sociedad española", explicó. Pero, frustrado, recordó que a veces "hagas lo que hagas estaba sentenciado, lo estaba desde el momento del secuestro".

El programa recuperó el tema ligero una vez la pareja pasó a la cocina. Que esta vez fue muy corta, por la poca afición a cocinar del presidente, que ni siquiera quiso cortar un último tomate. "Ahora entiendo lo de los abdominales tuyos"; reaccionó Bertín. Aznar dijo entonces que, efectivamente, es "todo natural": "Llegué a hacer 2.000 al día. Ahora hago entre 600 y 800, nada más. Me gusta mucho hacer ejercicio, todos los días corro. Combino carreras largas con series de velocidad. Los escoltas corren conmigo, los que pueden". Después Bertín recordó cómo Albert Rivera se cortó cocinando en el programa dedicado al líder de C’s: "No vas a hacer comparaciones indeseables", dijo en tono de broma, para a continuación aclarar que le parece "un buen chico".

En el tramo final del programa Aznar se mostró más cómodo. A la pregunta de quién ha sido el mejor presidente de la historia de España, respondió "Cánovas del Castillo, quitando a Aznar". Y sobre si se había bebido alguna vez una "relaxing cup de café con leche", respondió que se había tomado "muchísimas cosas" con su mujer, "pero esa, exactamente, no". No volverá a dejarse bigote, y aseguró que no "tienes que hacer caso de los rumores, no voy a fundar un partido nuevo. Lo que espero y deseo es que lo que construí no lo destruya nadie".

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