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Rosa Belmonte

Locomía o un hitlercito reconociendo su maldad

Hay que agradecer que el documental, ahora que se alarga todo, sea de tres capítulos. La dirección es de Jorge Laplace y se ha conseguido que estén los que tienen que estar.

Hay que agradecer que el documental, ahora que se alarga todo, sea de tres capítulos. La dirección es de Jorge Laplace y se ha conseguido que estén los que tienen que estar.
Locomía | Archivo

Lo que más me ha sorprendido del documental Locomía (Movistar +) es el movimiento fan en Argentina. Y esa adoradora calva con tatuaje muchos años después ("siempre fui distinta gracias a Locomía"). También Xavier Font (un fantasy maker), el líder de la tribu apartado que luego volvió para reventarlo todo. Lo de las fans en Argentina, o México, de estos señores me ha resultado tan novedoso (no sé si lo sabía y lo olvidé) como Searching for Sugar Man (2012), aquel documental en el que descubrimos a un cantante y lo importante que había sido en Sudáfrica. A los chicos de Locomía las fans argentinas los perseguían como si no fueran homosexuales. Porque a veces las cosas son lo que parecen. Una profesora de Lengua nos preguntaba en el instituto si nosotras éramos como esas idiotas que salían en Aplauso gritando a Los Pecos. Claro que no. Pero es evidente, lo dice Valeria Vegas en el documental, que las casas discográficas favorecían y promovían la locura de estas chicas que parecían retrasadas (lo de retrasadas no lo dice ella). Las historias que cuentan de cómo los acosaban o se les metían en las habitaciones son como las que veíamos en los dibujos animados de Los Beatles.

Pero lo más divertido del asunto es esa rivalidad entre Xavier Font y José Luis Gil. Entre el creador mesiánico y el comerciante avispado que les propuso cantar (bueno, cantar) y no sólo moverse con esas pintas en plataformas discotequeras. Y en medio, Ibiza en los 80, España haciéndose la moderna, el éxito, el fracaso, las drogas, las botas de punta (Font había visto unos zapatos del siglo XIV en una exposición y los recreó), los abanicos de nueve varillas, canciones disparatadas, traiciones, cárcel, muerte... Y lo mal que les han sentado a algunos los años. Sobre todo, a Font, que estuvo en prisión (una injusticia, según él), que se fue a Cuba y se casó con su suegra (por los papeles). Pero también a Antonio Albella, de la segunda formación.

Hay que agradecer que el documental, ahora que se alarga todo, sea de tres capítulos. La dirección es de Jorge Laplace y se ha conseguido que estén los que tienen que estar. Y que hablen los que cantaban eso de "Disco Ibiza, Locomía, moda Ibiza, Locomía, sexy, Ibiza, Locomía". Esos que junto a Almodóvar, Mecano o Alaska eran lo moderno, pese a que nos riéramos de ellos. Y aunque no pudieran hablar de su sexualidad. Se escaqueaban en las entrevistas (hay una en el documental con un Jaime Bayly tan joven y guapo como ellos entonces) porque el 80% de los fans eran chicas.

Pero en 1992 estalló todo gracias a la mano vengadora y manipuladora de Font. Cuatro niñatos, como recuerda Manuel Arjona, que se dejaron manipular por Font y ser desagradecidos con Gil. Hasta el hermano de Xavier, Luis, dice que el líder era el Darth Vader de Locomía. Y llega a haber dos Locomía (como Mocedades y El Consorcio). En el otro estaba Carlos Albella, el actor y presentador de televisión (un día hasta presentó a Locomía en el programa de Antena 3 donde trabajaba). Y también Luis Font, hermano de Xavier.

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Luis Font

Locomía se acabó, según Gil, por "un bobo llamado Xavier Font que no utilizó la cabeza". "Eran adultos, pero yo ejercía una fuerza sobre mi gente" o "Fui un poco puta. Estaba jodido y tenía que joder" (Font).

La segunda formación de Locomía fue recibida en México como impostores. Van a Siempre en domingo y una fan se lanza a tirar de los pelos a Albella mientras le decía "¡Agrédeme, agrédeme!". En directo. Alentadas, claro, por Xavier Font. "Pobrecitos, se lo hice pasar fatal". "Conseguí un armamento de mujeres". Lo de Font es un poco como un hitlercito confesando años después lo malo que ha sido.

Font es dueño del nombre del grupo y Gil, de las canciones. Font todavía piensa en que Locomía puede funcionar. "Yo no me muero sin un Grammy". Y quiere ir a Eurovisión.

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