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Málaga: de Roma a la historia del automóvil

La capital de la Costa del Sol nos ofrece un menú cultural capaz de satisfacer al viajero más exigente.

La capital de la Costa del Sol nos ofrece un menú cultural capaz de satisfacer al viajero más exigente.
Málaga es cultura

El viajero que vaya a Málaga buscando simplemente un destino de sol y playa podría quedar irremediablemente decepcionado. Eso sí, no se confundan: no es que no vaya a encontrar playas y no sólo sol, sino una temperatura maravillosa, primaveral la mayor parte del año, agradablemente suave en lo más duro del verano.

Pero en Málaga hay mucho más, aunque tiene uno la sensación de que no todos lo sabemos, así que ese viajero solyplayero, desprevenido, podría verse obligado a visitar museos, conocer impresionantes ruinas romanas, pasear por palacios musulmanes o entrar y contemplar una catedral que es gigantesca, y muy bella, pese a estar inacabada.

Eso sí, mucho mayor que el número de los decepcionados puede ser, debe ser, el de los que descubran en Málaga un destino cultural, lleno de propuestas que vale la pena conocer y, más aún, disfrutar. Sin perjuicio de que antes, después o durante, paseemos por la playa o nos tumbemos al sol.

Cristianos y moros

El recorrido de ese turista puede llevarle por una historia de 2.000 años que pasa por el mejor arte –y el mejor diseño- del siglo XX, se detiene en los Reyes Católicos, recorre parte del pasado musulmán y acaba en Roma, ya cerca de los orígenes de la ciudad.

Además, buena parte de ese recorrido está a tiro de piedra, en el coqueto y más que agradable casco viejo de la ciudad, alrededor de la Plaza de la Constitución y la calle Larios, tan cerca del mar que se puede sentir la brisa y, casi, el aroma salino de la playa.

Quizá lo suyo sería seguir un orden cronológico, pero en mi caso no pude resistir la tentación de conocer primero la gran catedral, mucho menos famosa que sus "hermanas" de Córdoba o Sevilla, pero quizá ese desconocimiento sea lo que haga la experiencia más impactante: la "manquita", como se la llama cariñosamente en Málaga porque le falta una de las torres, es una iglesia grande y hermosa.

Aunque las capillas son un auténtico museo, hay otros detalles de la catedral que todavía les llamarán más la atención: la bella y altísima bóveda, el impresionante coro tallado en madera y, por supuesto, el altar mayor, muy original al menos por lo que un servidor ha visto en otras catedrales españolas, que modestamente no es poco.

A un paso de la Catedral está el Teatro Romano, con sus gradas tendidas colina arriba del mismo repecho en el que se encuentra la Alcazaba, el mayor vestigio del pasado musulmán de Málaga.

Antaño un barrio más que marginal, hoy en día la muy restaurada Alcazaba resulta una visita más que interesante, sobre todo la propia subida hacia los palacios, en la que se puede observar la curiosa estructura defensiva, con un camino para entrar en la fortaleza que gira y se retuerce sobre sí mismo atravesando varias puertas y siempre rodeado de almenas.

Desde lo alto disfrutarán de las que quizá sean las mejores vistas de Málaga, con permiso del castillo de Gibralfaro. Son menos espectaculares, sí, pero más detalladas: casi se pueden observar los detalles de los edificios y el ir y venir de los malagueños. Todo, con la brisa del mar y el amable sol de Málaga jugando con nosotros.

De museos y museos

La gran novedad de Málaga en los últimos años es, sin duda, la proliferación de museos, que han nacido por el centro de la ciudad (y los alrededores) como una benéfica plaga. Así, en los últimos 10 años la ciudad ha pasado a tener tres colecciones de referencia para los amantes del arte y el diseño.

El más importante sin duda es el Museo Picasso, el mejor homenaje que los malagueños podrían ofrecerle a su conciudadano más universal. La combinación perfecta, por cierto, es unirlo a la Casa Natal del genio, pero es en el museo donde podrán disfrutar del arte del que es, sin duda, el más importante pintor del siglo XX.

La colección tiene unas 200 obras y es espléndida, sobre todo si tenemos en cuenta lo que significa reunir ya en pleno siglo XXI tantos cuadros de un pintor para el que se reservan las mejores salas de los mejores museos del mundo. Ordenada con un criterio temático que ofrece una experiencia de la visita un tanto diferente de lo habitual es, en definitiva, algo imprescindible para el que se considere amante del arte.

Menos importante desde el punto de vista artístico –pero para muchos más agradable- es el otro gran museo nacido en los últimos años: el Museo Carmen Thyssen.

La famosa baronesa ha cedido a la ciudad una colección de pintura española o de temática española, en su mayor parte del XIX y primera mitad del XX. El nivel medio no se puede comparar al de su picasiano vecino, sí hay no pocos cuadros que valen mucho la pena, con obras de pintores como Sorolla o Julio Romero de Torres.

Arte sobre cuatro ruedas

Nuestro recorrido cultural acaba en el fantástico Museo Automovilístico. Y sí, he dicho cultural, porque lo que se puede ver entre las paredes de la antigua Tabacalera son productos industriales, pero también obras maestras del diseño y de la ingeniería, cuya influencia en el arte y la vida cotidiana del siglo XX es innegable.

Y están todos: maravillosos Hispano-Suiza de los años 20, Mercedes como los que usaban los jerarcas nazis, Rolls-Royce dignos de transportar a la reina madre, los Cadillac superlativos con los que todos hemos soñado.

La colección es impresionante, tiene un valor difícil de calcular –para que se hagan una idea: sólo el Mercedes "alas de gaviota" que tienen puede costar un millón de euros en el mercado del coleccionismo- y nos ofrece un recorrido muy completo por la gran industria del siglo XX.

Y no se preocupen, no hay que ser un enamorado de la automoción o un experto para disfrutarla, los coches son tan bonitos –y la exposición está tan bien montada– que estoy seguro de que hasta el más irreductible peatón se lo pasará como un enano.

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