Menú

Nuevo Baztán: el sueño de un visionario y la realidad de un arquitecto genial

A poco más de media hora de Madrid se conserva el testimonio en piedra de una de las aventuras industriales más sorprendentes de nuestra historia.

A poco más de media hora de Madrid se conserva el testimonio en piedra de una de las aventuras industriales más sorprendentes de nuestra historia.
Nuevo Baztán: un sueño racionalista junto a Madrid

El lugar en el que está Nuevo Baztán no parecía destinado a ser en absoluto reseñable: un terreno llano, no especialmente bonito ni demasiado fértil, con nada llamativo en los alrededores… Todo parecía presagiar un rincón olvidado por la gente y por la historia hasta que, en uno de esos giros raros del destino, acabó siendo el lugar elegido para una de esas raras aventuras visionarias y geniales de las que tantas tenemos en España y que, por desgracia, tan mal suelen acabar.

La cosa empezó en la primera década del siglo XVIII con el visionario al que hago referencia en el título y que no era otro que Juan de Goyeneche, personaje importante en la Corte de Carlos II y también en la de Felipe V, empresario periodista -compro la Gaceta de Madrid y, sorprendentemente, parece que hizo dinero con ella- y hombre de negocios que pensó que esa vega improductiva y despoblada era el lugar ideal para una gran aventura empresarial.

El esplendor

Una apuesta que Goyenecha quiso hacer a lo grande: contrató a uno de los mejores arquitectos españoles del momento, José Benito de Churriguera, creó todo un pueblo de la nada y se trajo a paisanos navarros del valle de Baztán -de ahí el nombre del pueblo- y grandes artesanos de media Europa.

nuevobaztan01.jpg
La iglesia y el palacio. | C.Jordá

Y con todas esas mimbres nació Nuevo Baztán del que aún se puede ver buena parte a unos pocos kilómetros de Madrid: un pueblo de nueva planta, con un trazado rectilíneo y racional que se organizaba alrededor del palacio-iglesia y de varias plazas, cada una de las cuales tenía un uso específico: la destinada a los festejos, la del mercado...

Por supuesto, el palacio y la iglesia con su espléndida fachada única son lo que más llama la atención al llegar: las dos cosas se integran en lo que parece y en cierto modo es un único edificio que tiene un estilo barroco bastante comedido, sobre todo para ser obra de un Churriguera cuyo apellido ha dado nombre a una forma extrabarroca de barroquismo.

Por desgracia, el interior del palacio ha sobrevivido a duras penas el paso de los tres siglos que nos separan de su construcción, poco más queda que un patio interesante y de aire clasicista. La Iglesia, por el contrario, se conserva muy bien: pequeña, bonita y con un espectacular retablo tras el altar en el que Churriguera sí da rienda suelta a su churriguerismo más contundente.

La visita

Como en casi todos aquellos lugares en los que interés turístico está asociado a la historia, en Nuevo Baztán es muy recomendable seguir una visita guiada. Las ofrece la oficina de turismo local, cuyas guías hacen un trabajo realmente bueno, e incluyen también un vídeo curioso y agradable sobre la figura de Goyeneche que se ve en el centro de interpretación del lugar. Creado en lo que era unos almacenes del complejo fabril, todavía se conservan allí algunos elementos de la época, desde trajes de los que salían de la fábrica de paños a botellas de la vidrio, pasando por unas enormes tinajas en las que se hacía vino para la empresa y sus trabajadores.

nuevobaztan07.jpg
Tinajas en lo que era la bodega | C.Jordá

Por supuesto, durante la visita también se recorren las calles rectas del pequeño pueblo, con sus casas más grandes en la cercanía del palacio y algo peores, pero todas con su encanto, según te vas alejando del centro, en un orden urbanístico que respondía al social: los capataces y los artesanos más valiosos estaban mejor considerados y tratados y más cerca del poder que los agricultores o trabajadores menos especializados.

En un país en el que estamos más acostumbrados a las caóticas rejillas urbanas de origen medieval o musulmán, aún hoy resulta sorprendente la elegancia rectilínea y racional de Nuevo Baztán, esa sensación que transmite de haber salido, como de hecho salió, directamente de un plano; esa forma de que todo parezca obedecer a un propósito.

La decadencia

Por desgracia el proyecto de Goyeneche no funcionó y sólo unas décadas después de su inicio se había agotado, como casi todos las grandes ideas de aquella España a la que tanto le costaba salir del atraso que había acumulado en el siglo anterior.

Sin embargo, ahí quedó Nuevo Baztán como testigo de la voluntad y el genio de unos pocos que se atrevieron a intentar darle a su país algo que parecía imposible, y que finalmente lo era, no sólo se quedaron en un esfuerzo vano, sino que lo hicieron con una belleza que casi 300 años de decadencia después sigue maravillándonos.

Herramientas

0
comentarios