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Santo Domingo de la Calzada u otro de esos regalos que el Camino de Santiago le ha dejado a España

Parada y hospital de peregrinos desde la Edad Media, Santo Domingo de la Calzada sigue siendo una villa unida al Camino de Santiago.

Parada y hospital de peregrinos desde la Edad Media, Santo Domingo de la Calzada sigue siendo una villa unida al Camino de Santiago.
Santo Domingo de la Calzada y su excepcional catedral

Lo confieso: no conozco lo suficiente La Rioja y eso que cada vez que visito esta región me gusta lo que veo y me apetece más volver, pero así son las cosas para el viajero que, como el que esto suscribe, viaja por placer, sí, pero casi siempre como parte de su actividad profesional.

Pero como les digo me gusta La Rioja: me gustan sus bodegas; me gusta muchísimo su paisaje amable, suave, humano; y me gustan también sus pueblos grandes, o sus ciudades pequeñas, cargadas de historia y casi siempre llenas de sorpresas.

Como, por ejemplo, Santo Domingo de la Calzada, la villa al oeste de la región, cerca ya de la provincia de Burgos, tranquila, más bien solitaria y con un atractivo toque melancólico cuando la recorría, hace ya casi un año, en un día fresco, desapacible pero hermoso, de los primeros del invierno.

Una catedral camino de Santiago

Santo Domingo de la Calzada fue -y es- uno de los puntos de paso clave del Camino de Santiago. Allí fundó Santo Domingo un hospital de peregrinos e hizo una calzada para los que recorrían el camino, y tanto el constructor como la infraestructura le dieron su nombre al pueblo. Y esa impronta y esa relación con el paso de los peregrinos ha sido y sigue siendo el elemento sustancial para que la villa sea como es. O al menos eso me hace pensar su larguísima y muy recta Calle Mayor, que era -y es- parte de la mismísima Ruta Jacobea.

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La señal del Camino, en Santo Domingo de la Calzada | C.Jordá

Por ella nos internamos en busca de lo que hoy es el gran reclamo y el gran monumento de Santo Domingo: su impresionante Catedral, otro de esos casos -y de los más impactantes- en los que viajar por este país te provoca un ‘¡cómo pueden tener esto aquí’!, dadas las dimensiones, la riqueza y la belleza de un edificio en el que un poco apretados casi cabrían los 6.000 habitantes del pueblo.

Como tantas catedrales en España, la de Santo Domingo es una mezcla de estilos por momentos caótica, pero en la que impera el gótico de las altísimas y hermosas naves. A mí, sin embargo, lo que más me gustó fue la bellísima cabecera románica, que no es el resto de una catedral anterior sino el inicio de un proyecto que no llegó a concluirse.

Sea como fuere, las altas y hermosas columnas se integran con una inesperada facilidad con la bóveda de crucería bastante posterior, y dejan en los capiteles allá arriba y también más al alcance de la vista algunos preciosos ejemplos de escultura románica. El conjunto, semicircular y de una forma estilizada y llamativa es tan elegante que ha sobrevivido a las sucesivas ampliaciones y renovaciones de la iglesia.

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Cabecera de la Catedral | C.Jordá

Atentos también al sepulcro del santo, un conjunto escultórico impactante; y al aún más impresionante retablo, una de esas maravillas que se pueden contemplar durante horas. De hecho, una preciosa aplicación informática con pantalla táctil permite ver los detalles de la enorme obra a los que no alcanza la vista.

Y por supuesto, está también el gallinero, homenaje al milagro del santo que tan popular ha hecho a la villa, al menos en la frase que todo el mundo te repite en cuanto oye "Santo Domingo de la Calzada" y responde "cantó la gallina después de asada". Así que allí están una gallina y un gallo, no sé si asados pero desde luego cantarines, para disfrute de los curiosos y, todo hay que decirlo, un tanto despiste de las maravillas del edificio, algo menos vivas pero algo más excepcionales.

Fuera de la Iglesia

La Catedral de Santo Domingo de la Calzada tiene tres elementos interesantes fuera de la propia iglesia: el primero es el menos espectacular, pero a mí me resultó muy llamativo: una especie de pórtico de forma cúbica, arcos góticos y gruesas paredes, muy curioso, si bien quizá no bello.

El segundo es la torre, varios siglos posterior a la iglesia, alta, robusta, elegante y barroca. Domina la vista desde casi cualquier punto del pueblo, como un faro que guiase el camino de los peregrinos, cosa que de hecho seguro que hacía y en cierto modo seguirá haciendo.

El tercero, ya para terminar, es el museo catedralicio instalado en lo que era el claustro y que resulta bastante impresionante, tanto por su continente como por su contenido, pues reúne una colección muy interesante de esculturas e incluso alguna pintura -flamenca, creo recordar- realmente de calidad, de las que no es fácil encontrar fuera de los grandes museos.

Plazas y palacios

Que le haya prestado mucha atención a la Catedral no quiere decir que el resto del pueblo no merezca la pena, al contrario: es una localidad agradable, con algunas calles hermosas, llenas de viejos palacios y por las que de vez en cuando pasa un peregrino que parece algo más ligero al verse tan cerca del monumento y que se cruza con los paisanos que salen a enfrentarse al frío con valentía, garrota y boina.

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Calle en el casco histórico | C.Jordá

Tiene también una plaza espectacular, a espaldas de la catedral, con un precioso edificio para el Ayuntamiento y unos soportales que se han prolongado hace no mucho en una parte que logra ser moderna y elegante sin desentonar.

Y por tener tiene incluso tramos de las viejas murallas, un tanto descascarillados pero aún así grandes y poderosos, que nos dan una idea de lo que llegó a ser una villa fundada por un santo con simpatía por las gallinas y que un día decidió construir una calzada. A cambio de ello el Camino de Santiago nos dejó otro de esos regalos pequeños y un poco escondidos de España, que hacen que recorrer nuestro país sea siempre una hermosa sucesión de increíbles sorpresas.

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