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¿Viajaremos en 2021? Y si lo hacemos, ¿cómo?

¿Habrá turismo este año a pesar del coronavirus? Y si lo hay, ¿será como era antes? Intentamos responder a estas preguntas.

¿Habrá turismo este año a pesar del coronavirus? Y si lo hay, ¿será como era antes? Intentamos responder a estas preguntas.
Un aeropuerto europeo antes del coronavirus. | C.Jordá

Además de su terrible rastro de fallecidos, la pandemia del coronavirus ha supuesto un cambio brutal en nuestro modo de vida, de hecho no creo que se haya visto otro tan profundo y al mismo tiempo tan repentino en Dios sabe cuanto tiempo, porque ni siquiera las guerras tuvieron un impacto tan rápido y, sobre todo, tan global.

Este cambio en nuestro modo de vida tiene consecuencias dramáticas para las economías de prácticamente todo el mundo, pero quizá más aún de países como España que depende—o quizá ya dependía— de un sector servicios excelente, especialmente en todo lo relativo al turismo y la hostelería: quizá ahora que lo estamos perdiendo nos daremos cuenta del tesoro que teníamos ahí.

Así que las preguntas que encabezan este artículo tienen dos lecturas muy diferentes: una la personal, la de alguien como yo y supongo que muchos de ustedes que echa mucho de menos viajar, una actividad que hasta hace dos o tres décadas era casi un lujo pero que ahora se había convertido en una costumbre —¿una necesidad?— para la mayoría de las sociedades desarrolladas.

La otra, la más económica, tiene que ver con la reconstrucción de un sector de vital importancia y que está literalmente arrasado, con cientos de miles de puestos de trabajo en grave peligro de desaparecer y otros muchos que ya se han quedado atrás, pese a la enorme propaganda gubernamental.

Por supuesto, no tengo una bola de cristal pero creo que sí hay algunas cosas que podemos ir adelantando o sobre las que podemos ir especulando, así que vamos a ello.

¿Viajaremos en 2021?

Bien, aunque el panorama parece en este momento casi más oscuro que nunca, yo creo que sí viajaremos este año, aunque con toda seguridad lo haremos menos y, además, será de una forma diferente. La razón por la que creo que por fin se reactivarán los viajes es, por supuesto, el avance del proceso de la vacunación, cuyo efecto se sumará a otro menos importante, y desde luego más triste, que también juega a nuestro favor: que cada vez hay más personas ya inmunizadas porque ya han sufrido la enfermedad.

Para esto hay que tener en cuenta que, aunque lo ideal es llegar a la tan famosa y ansiada inmunidad de rebaño —alrededor de un 70% de la población inmunizada por una u otra vía—es previsible que la vacunación tenga efectos positivos con porcentajes inferiores. Me explico: para empezar, hay que tener en cuenta que los primeros en ser vacunados son los grupos de riesgo, por lo que incluso con porcentajes relativamente bajos deberíamos empezar a ver decrecer la presión al sistema sanitario; y para seguir, porque las cadenas de contagio también se van a interrumpir, no del todo, pero sí en parte.

¿Cuándo?

La siguiente pregunta es obvia: ¿a partir de cuando? Esto es mucho más difícil decirlo: antes de empezar el año yo creía que podríamos empezar a movernos más o menos a partir de Semana Santa, pero lo cierto es que la dureza de la tercera ola y la lentitud y desorganización del proceso de vacunación me hace pensar que, con suerte, llegaremos al verano en unas condiciones que permitan, al menos, una reapertura parcial del sector turístico.

Pero cuidado, esa reapertura se verá influenciada por varios factores a la contra: el primero la desconfianza —por no llamarlo miedo— que todos sentimos a estas alturas y que no se va a recuperar el primer día. También influirá un factor con el que quizá no todo el mundo cuente a estas alturas: la situación económica en la que vamos a encontrarnos va a dejar a muchas familias sin posibilidad de viajar o, al menos, de viajar como venían haciéndolo hasta ahora.

Por último, los problemas no estarán sólo del lado de la demanda: muchos negocios no han podido aguantar, muchos otros no podrán aguantar y destinos, sectores y empresas que se basaban en un mercado masivo con pocos márgenes probablemente tengan que repensarse o morir.

Además, no entiendan viajar como volver a los viajes que hacíamos antes: el próximo verano, por ejemplo, seguiremos llevando mascarillas y tomando precauciones y también tendrán que tomarlas los negocios. Espero, eso sí, que no al mismo nivel que es imprescindible hacerlo ahora.

Y si viajamos, ¿cómo lo haremos?

Así que, si finalmente nos ponemos en marcha, los viajes serán distintos, al menos en una buena parte, a como han venido siendo. Los análisis coinciden en señalar varias cosa que a mí me parecen muy razonables, por ejemplo: más uso del transporte privado y menos del público, aún a pesar de la seguridad anticovid que han demostrado los aviones, pero es normal que haya gente que tenga pocas ganas de meterse en espacios como aeropuertos o estaciones.

Eso nos llevará a que la mayoría realicemos viajes de más corta distancia que en otras ocasiones, algo que ya ocurrió el pasado verano, así que previsiblemente volverá a ser el momento perfecto para redescubrir España y, como mucho, Portugal. Además, generalmente en momentos de tribulación nos sentimos más cómodos y seguros en nuestro propio país.

Si decía antes que evitaremos las grandes estaciones lo mismo podemos decir de las multitudes: por supuesto el turismo de festivales musicales, por ejemplo, desaparecerá este año porque no creo que haya grandes festivales de los que mueven a decenas de miles de personas, pero no sólo eso: por lo general se evitarán los lugares en los que podamos imaginar que hay mucha gente: grandes ciudades, eventos, playas masivas…

Por el contrario, los triunfadores pueden ser el turismo rural y de naturaleza y, con él, aquellas actividades y experiencias al aire libre que prometan ser seguras desde el punto de vista del covid.

Por último, y un poco a contracorriente de todo lo anterior, creo que en el nuevo turismo vamos a primar los alojamientos más profesionales —es decir, hoteles de todo tipo— sobre aquellos de particulares de cuyas medidas sanitarias no podamos estar igual de seguros. Eso y la casa del pueblo, por supuesto.

PD.: Noten que este será uno de los pocos artículos sobre tendencias turísticas cuyo autor no se ve obligado a decir que todo tiene que ser muy "sostenible". Francamente creo en las actuales circunstancias ese argumento de venta aún pesará menos en las decisiones de los consumidores… y mira que ya pensaba que no pesaba mucho.

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