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Cartas de amor

Abuela

Tienes el corazón delicado, reina mora, y yo sé porqué:

tu corazón está usado, se ha roto muchas veces a lo largo de tu vida porque has ido dejando trocitos de él en cada persona que has amado, y has amado mucho. Te vas dejando el corazón repartido entre todos nosotros, bendita seas.

Por eso, tú formas parte de mí, uno de esos trocitos es mío, y no puedo dejar de recordar...

Recuerdo aquellas tardes de domingo en que nos reuníais a merendar a todos vuestros nietos, y hacías empanada, tortilla y sobre todo, sándwiches. ¡Sandwiches, abuela! qué cosa más exótica en mi niñez de pan con chocolate o bocadillo de mortadela a la vuelta del colegio.

Recuerdo una caja gris que, cuando se abría, brillaba en un forro de raso color crema con dos huecos, uno para una polvera dorada adornada con piedrecitas de brillantes y el otro para una barra de pintalabios haciendo juego. Tú me la enseñabas de vez en cuando, me dejabas cogerla, tocarla, mirarla por todos los lados, y luego volvías a guardarla en el armario de madera de tu habitación.

Recuerdo unos guantes blancos largos, hasta el codo, brillantes; cuando estábamos solas, yo me los ponía y jugaba a ser tú: mayor, guapa, elegante.

Recuerdo la fiesta que suponía que me permitieran quedarme a dormir en tu casa, y dejarme mimar por ti, cenando alguna cosa de las que me gustaban y viendo contigo la tele hasta tarde. Y luego, desde mi cama, quedarme dormida oyéndote rezar. Tú me enseñaste a encontrar al Señor en mi vida.

Y recuerdo, ya más mayor, la fuerte sensación de que tu casa era un refugio. Nunca he vuelto a sentirme tan segura y protegida como aquellas tardes instaladas en tu calor, tomando un mate mano a mano contigo. Recuerdo tu apoyo siempre, incondicional, respetuoso.

Tranquila, abuela, voy a cuidar siempre del trocito tuyo que me diste, porque gracias a él nunca estaré sola.

 

Tu neniña

Mª Nelida Guzman

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