¿Qué más se te dará cuando camines como una muñeca sin alma bajo bosques de plástico y acero, cuando tus ojos sólo reflejen la luz de una pantalla de plasma, y en tus oídos sólo resuene la celebración chirriante de un festín de carne humana envuelta en celofán, alimento y presa de funestos dioses ocultos?
Un fantasma de vaga e inconcreta apariencia, entonces, acariciará tu piel dormida, acompañará tu tibio sueño, profanará tu alma indefensa y desnuda, sumergida en las ondas de una narcótica y dulzona canción de cuna, macerada en un lento veneno.
Abatirán los árboles que te daban sombra, ahogarán con cemento sus raíces. Y yo lloraré sin lágrimas por ti, y mis pensamientos no podrán horadar tu coraza. Abatirán los árboles que te daban sombra, ahogarán con cemento sus raíces.
Y yo, un verano, ya viejo, caminaré bajo el sol, sobre el albero convertido en asfalto, solo, pensando en ti, acordándome de ti.
Jesús Andrés