Menú
Volando contigo

Volando contigo

Dicen que todos nosotros antes de nacer abandonamos nuestras alas quedando condenados a estar con los pies tocando el suelo.

Yo las abandoné, sí, pero las cambié por un motor elevador último modelo, sí sí… de esos tan monos que tienen una chapita dorada y que es invisible para el resto.

Ya lo decía mi querida mamá (una mujer sabia, sin alas ni motores): "Esta chica…¡Siempre flotando!" pero sé que a ella le encantaba, y a mí mucho más.

Entonces llegaste tú, te conocí volando, en el aire, tenías la misma marca de motor elevador que el mío, ¡qué casualidad con la misma chapita también! y lo que era invisible para el resto, para nosotros no lo fue. Juntos tocábamos el cielo cada minuto, nos reíamos de las mismas tonterías y utilizábamos un código idéntico para traducir la vida.

Con el tiempo, el gas de nuestros motores se fue acabando. Había días que el tuyo tenía más que el mío y también ocurría al contrario. De esta forma tirábamos el uno del otro para seguir manteniéndonos en el cielo. Duramos así un tiempo, pero acabamos dejando nuestros motores aparcados.

Como si de astronautas se tratara, caminábamos despacio por el nuevo terreno en el que estábamos, pero aún así nos quitamos los "cascos de bombilla" y nos dimos cuenta que nuestro beso seguía siendo el de siempre.

Las chapitas doradas de nuestros motores las fundimos para anillos y las llevamos siempre con nosotros. Siempre que lo miro sonrío y digo tu nombre en voz baja.

Sólo decirte que en el cielo o en la tierra, con motor o sin motor, eres el amor de mi vida y tú mi verdadero gas.

Para ti, te regalo todas las nubes que atrapé. Te quiero.

Marisa

0
comentarios