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Carta de amor

Duendecilla

Había decidido ir al bosque a buscar inspiración...

Carta de amor: "Duendecilla"

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Sentado contra un abedul pensé que fuera de mi entorno habitual y rodeado de naturaleza recuperaría las ganas y la capacidad de crear... Y no me equivoqué. Pronto te vi cruzar un claro a poca distancia, y no tenía claro qué era lo que había excitado mis sentidos, ni siquiera si había visto algo real.

Pero me gustó. Y volví a casa purificado, pero algo inquieto por un goteo de imágenes que obligaban a mi espíritu racional a consentir la existencia de circunstancias mágicas e inexplicables.

No pude resistirme a volver al día siguiente, esta vez armado con lápiz y papel, confiado en que, al menos, mis recuerdos y la abstracción natural te convirtieran en una musa silvestre. Cuando empezaba a tomar notas, dejaste que te viese claramente, apareciendo súbitamente delante de mí con una sonrisa cálida e inquietante...

Porque al tiempo realizabas algún sortilegio que te hacía capaz de tocar ágil y armónicamente las cuerdas de mi alma. Volviste a esfumarte, con una tierna caricia infantil a modo de despedida.

Regreso aquí a diario, pero no he vuelto a encontrarte. Escucho o creo escuchar tu voz y tus extraños cánticos cerca, a veces creo que me lees el pensamiento y me respondes...

¿Quién me iba a decir que a esta edad iba a recuperar la paciencia, la ilusión, la creatividad y la injustamente despreciada visión quijotesca de la vida? No siempre te busco, pero todos los días te espero: es la vida del profeta al que nadie sigue, pero seguro de un destino en el que sólo puede tener fe.

Estoy intentado volar muy alto. Probablemente uno de estos días se me derritan las alas, pero soy un kamikaze que siempre sobrevive. Seguiré coleccionando cicatrices en este corazón rudo que todavía late y no pierde su sensibilidad. Mientras tanto, te buscaré entre la frondosidad hasta que me dejes encontrarte o decidas volver a tu mundo mágico para siempre.

Tu humilde soñador

Iván

En Chic

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