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Katy Mikhailova

Gorditas y preciosas

Las gorditas parecen ser tendencia: porque pueden ser igual de bellas que las delgaduchas.

Las gorditas parecen ser tendencia: porque pueden ser igual de bellas que las delgaduchas.
Candice Huffline | Facebook

Desde que la soplagaitas de Ada Colau fue llamada tiernamente ‘gordita’ por Alfonso Rojo, ¿nos atrevemos a utilizar este adjetivo sin temor a un ataque? Ya son varios los intentos de poner de moda la normalidad, la naturalidad, y, -¡por qué no!-, la sensualidad, pero el éxito de estos no está del todo claro.

Porque el hecho de que el calendario más sensual de la historia haya optado por una mujer de carne y hueso sin importar los kilos y la anchura, no significa en realidad que esté elevando este estereotipo al mismo nivel que el de aquellas que se catalogan por un simple ‘90-60-90’.

Huffine sustituye a la Adriana Lima embarazadísima del año pasado. Y es que las gorditas parecen ser tendencia: porque pueden ser igual de bellas que las delgaduchas a las que, cuando las ves, te entran ganas de darles un ‘tupper’ con ensaladilla rusa o con un buen cocido madrileño. Pero esta tendencia no se sabe hasta qué punto penetra en el imaginario social colectivo de Occidente.

Nos podemos preguntar si realmente es tendencia aceptarse a una como es, y si no es más que un burdo intento de acaparar artículos y una especie de falsa moral. ¿Por qué? Porque la realidad es que esos "genios" que dominan la industria del lujo y que controlan los medios especializados de moda –véase la bruja de la Vogue americana– siguen optando por las anoréxicas, andróginas, pálidas y casi enfermizas modelos de pasarela, aunque muy de cuando en cuando saquen a una gordita y preciosa en la portada. Esto es parecido al ecologismo: que no es más que una moda a la que hay que sumarse, aunque no se respete.

¿Cuándo veremos al personajillo de Lagerfeld mostrar –sin que incurra en eso de cerrar un desfile con dos lesbianas o una novia embarazada a mujeres gorditas pero bellas en uno de sus desfiles? Y no una solo o un par, sino todas las modelos de un desfile habitual. ¿En qué momento de su carrera veremos a Cavalli elegir como imagen a una señorita XXL? ¿En qué pasarela presentará Armani –a pesar de que su beneficio haya caído un 88% debido a los impuestos– a una mujer de tallas grandes?

No hablamos de los spots de Dove que se resumen en mostrar a mujeres ‘normales y corrientes’ por muy reales y cotidianas que sean. Somos como ellas, pero no todas se quieren identificar con tales mujeres. Como persona que cuenta con estudios en marketing, comprendo que la publicidad y la comunicación de la moda buscan crear sueños y aspiraciones. Buscan crear belleza. ¿A quién le importa la normalidad? Vamos a museos para ver obras sublimes y que destaquen: bien por su fealdad, bien por una extrema belleza. La normalidad es cotidiana, y aunque sea la cruda realidad, carece de importancia para cultivarla.

Pero la belleza en las curvas existe, igual o más que en la delgadez. Y no es una defensa de una simple gordita, sino de aquella que es bella y por ello se merece poder vivir de esta profesión igual que una anoréxica. ¿Por qué no dejar de dramatizar con este asunto y tomarlo con normalidad? ¿Volverán las gracias de Rubens, rollizas y con pieles nacaradas? ¿Regresará la moda del defecto que diferencia a uno de la "perfección", ahora tan fácil de conseguir gracias a la cirugía? ¿Dejarán los cirucomplejines de minar la moral a mujeres?

Y lo más importante: ¿aceptará la publicidad, de la moda y del lujo, de una vez por todas a las gorditas hermosas del mismo modo que a las ’90-60-90’ a las que estamos tan acostumbrados a ver? Leía hace mucho una frase de R. Williams sobre el arte de convencer incentivando a la compra. "La publicidad no genera una cultura <materialista>; eleva los bienes materiales a un nivel semi-espiritual y se transforma entonces en el arte oficial del Capitalismo". Un ‘olé’ por el Capitalismo y un ‘esperemos’ al Liberalismo si es que El Coletas con Potemos no nos nacionaliza nuestros sueños.

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