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Katy Mikhailova

Ulises el deseado

En un atelier-garaje de la calle Cervantes en el que se respira arte, Ulises se esconde durante horas para expresarse en un lenguaje llamado moda.

En un atelier-garaje de la calle Cervantes en el que se respira arte, Ulises se esconde durante horas para expresarse en un lenguaje llamado moda.
Clara Lago | Cordon Press

El teléfono del creador toledano no dejaba de sonar. Todo eran whatsapp, tweets, emails para el artista. Corría febrero de 2015. La famosa Clara Lago aparecía por la alfombra roja de los últimos Goya enfundada en un vestido color granate de corte griego del diseñador Ulises Mérida. A la mañana siguiente, portadas y portadas se llenaban de fotografías que recogía el famoso beso entre Clara y Dani, y ahí estaba él: el vestido, que silenciosamente recordaba a todos esos que vivimos en este mundo quién había sido el autor.

Un golpe de suerte deseado por tantísimos diseñadores y tantas marcas, dispuestas incluso a pagar por ello. Unos dicen golpe de suerte, yo prefiero llamarlo trabajo, porque no es casualidad que Clara se lo pusiera. La razón de ser del éxito de aquel vestido reside en calidad, diseño, estilo, femineidad y además marketing, que de eso, su socio Juan Loste de Siluro Concept, sabe mucho.

Vale, dejémoslo en un golpe de suerte -repetido en la historia del 2015- en el que una actriz guapa y joven escoge ese vestido -el vestido- para una ocasión única. Y esa prenda que elige tiene que hacerse a su cuerpo, convertirse en su segunda piel. El golpe de suerte se repetía hace dos semanas cuando la misma actriz, novia del actor de moda Dani Rovira, presentaba con éste Ocho apellidos catalanes. Ya quizá no es casualidad sino causalidad, ¿no creen? Y escogía otro Ulises en color verde, palabra de honor, y nuevamente con corte griego. Mismo vestido que, por cierto, lucía mi hermana la violinista Elena cuando actuó en la celebración de los 400 años de la Real Casa de la Moneda de España el pasado mes de octubre. Exactamente mismo vestido. Pero cuerpos diferentes. El de Elena, algo más fibroso. Resulta casi mágico apreciar cómo la seda de un vestido se ajusta a diferentes cuerpos. Cómo la elasticidad y esa buena hechura que solo a Ulises le caracteriza es capaz de vestir a mujeres totalmente diferentes -por no decir que la modelo, la primera en lucirlo en la pasarela de Madrid —la antigua Cibeles—, en febrero de 2015, es la más alta de las tres y la más delgada-.

Con un atelier ubicado detrás del Hotel Westin Palace en la Calle Cervantes, un atelier-garaje, en el que se respira arte, Ulises se esconde durante horas para expresarse en un lenguaje llamado moda.

Fiel a su estilo, fiel a la mujer; digo esto último porque, tras años de fijación obsesiva en su trabajo, concluyo que es uno de los pocos creativos que hay en estos momentos en Madrid capaz, aun siendo hombre, de captar nuestra sensibilidad y saber reinterpretarla.

Y es que, además, esta semana se ha hecho pública su incorporación a la ACME -Asociación de Creadores de Moda de España- y se estrena en la tienda de Serrano 25 de Madrid de la mano de la famosa firma de zapatos Miss García con la que ha desfilado en la pasada Fashion Week Madrid en septiembre.

Es un ejemplo de cómo reinventarse con la crisis, un hombre que, tras casi una década trabajando para Agatha Ruiz de la Prada, ha logrado consagrar su marca para hacernos más felices. No nos compliquemos. Vestimos para ser felices, y punto. Y esto Ulises lo sabe de sobra.

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