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Katy Mikhailova

La más guapa

El ser humano tiende a acercarse al más listo, al más fuerte, al más poderoso. Pocos aspiran, lamentablemente, a la normalidad.

El ser humano tiende a acercarse al más listo, al más fuerte, al más poderoso. Pocos aspiran, lamentablemente, a la normalidad.
Las nuevas Barbie | Cordon Press

Por desgracia o por fortuna, el ser humano tiende a acercarse al más listo, al más fuerte, al más poderoso, y, por qué no, al más guapo. En esta sociedad se nos ha educado para aspirar a ser "el más" o "la más". Y ahora la Barbie tradicional parece que se democratiza o, mejor dicho, se vuelve más "normal" o quizá se intenta buscar lo cotidiano. Sin embargo, pocos aspiran, lamentablemente, a la normalidad. La normalidad no vende. Lo estándar, la lógico, lo habitual, lo corriente, lo primitivo no es un bien escaso, Vende la anormalidad, lo extremado, lo exagerado, lo sublime y lo inalcanzable.

Y es que lo que a priori parece una idea muy bonita de crear diferentes tallas y tamaños de esa muñeca que ha marcado varias generaciones -entre otras, la mía-, puede tener un lado oscuro detrás.

Al margen de la teoría de que Mattel lanza este nuevo proyecto por cuestiones puramente económicas basadas en el hecho cuantitativo de que han caído las ventas de la muñeca -algo totalmente lógico, cuando hace 10 años yo jugaba a las Barbies, apenas empezaba a existir una cosa llamada "ordenador personal" y otra, "Internet"-; al margen de esto, hay otras cuestiones.

El problema que yo veo en este proyecto en apariencia tan bonito es que, a la hora de la verdad, todos los padres, la mayoría al menos, van a comprar a "la más guapa". Sí. A la Barbie más guapa. Porque, de hacer lo contrario, de regalar la muñeca robusta y algo ancha, ¿qué mensaje estarían transmitiendo a su hija, sobrina, nieta? ¿Que no se te regala la muñeca más guapa porque tú no lo eres? ¿No podría esto empezar a crear cierto complejo en aquella niña a la que se le regala una muñeca que, digamos, en términos de cánones de belleza imperantes, es "la menos guapa"?

Supongamos que ustedes tienen dos hijas, más o menos de la misma edad. Una de ellas, por el azar genético, ha heredado un cuerpo fino, esbelto; mientras que la hermana, por contra, es más menuda y rellenita. Llega la Navidad y deciden regalarle una Barbie a las niñas -salvo que padezcan el mismo síndrome que el padre de Tania Sánchez, en cuyo caso recomiendo acudir a un psicólogo-. ¿Qué Barbie van a comprar? Empieza aquí el problema. Antes el "dilema consumista" consistía en elegir entre la rubia y la morena, o la que es veterinaria o deportista. Ahora, el abanico de posibilidades va más allá de un color de pelo, de piel o de profesión. Hay que escoger si regalas la que sería el "ángel de Victoria’Secret" o la que es una "chica del montón", siguiendo los parámetros de "belleza" que dicta esta sociedad que componemos y condicionamos, en mayor o menor medida, todos. ¿Cómo harían, entonces? ¿Le regalarían la alta y rubia a la hija guapa, y la muñeca bajita y jamonuda a su hija “menos perfecta”? O, ¿hacemos al revés? ¿Ya que la guapa tiene los genes, que le toque la muñeca menos bonita y viceversa?

La gran pregunta que podrían plantear muchos psicólogos es cómo y qué sentiría una joven si recibe la muñeca que claramente es la "más imperfecta" de la colección, mientras sus compañeras tienen a la Barbie ideal.

¿Lo lógico en este supuesto caso? Regalarle a ambas a "la más guapa". Algo que probablemente ocurrirá, pues al final, las primeras Barbies en agotarse serían esas, "las más guapas".

En Chic

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