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Katy Mikhailova

Dios y la moda

La moda no entiende ni de ética ni de moral, crea su propio lenguaje.

La moda no entiende ni de ética ni de moral, crea su propio lenguaje.
El desfile Between de Chalayan | Youtube

El ateísmo en la moda -en apariencia- lleva reinando en los últimos años. Quizás más que el ateísmo, el rechazo a la Iglesia y a todos los valores éticos y morales establecidos durante siglos. Pero cuando se decide representar las religiones "exóticas" -con permiso de los exóticos- bienvenida sea.

En realidad, y prosiguiendo con mi conflicto interno, la moda no entiende ni de ética ni de moral: la moda y el arte crea su propia ética, su propio lenguaje. Pero, ¿y los creadores? La relación de éstos con el mundo externo e interno es innegable, por lo que la presencia de una fuerza mayor inexplicable puede tener bastante más sentido.

Cuando hablamos de la "musa" y la "inspiración" -aunque odio esta cuestión- todo lo que ocurre afecta, influye y condiciona. No me gusta la inspiración porque es un término sobrevalorado; porque cuando un periodista entrevista a un diseñador, un compositor, un pintor, un artista en suma, tiene que plantear la duda de "¿cómo te llega la inspiración?", obligando al creador a responder al más puro estilo picassiano: "trabajando". La creación, o el proceso creativo -yo siempre he preferido preguntar "cómo funciona el proceso creativo"-, es una continuación que va de una colección a otra -sea en la música, en la moda o en la fotografía-; una evolución.

Recuerdo cuando en 2012 escribí sobre cómo influía la crisis en los "niveles inspiracionales" de la mayoría de los diseñadores de la Fashion Week Madrid. Ningún diseñador pretende retratar la crisis, decía el titular que resume la esencia de aquella columna. Tom Ford sí que prefería el negro en 2009, aunque una Agatha Ruiz de la Prada jamás lo permitiría, mientras que El País hablaba de "desaceleración económica".

En junio tuve el placer de entrevistar a Albert Boadella para mi sección de la revista Pozuelo In. Hablamos de Dios y de inspiración. Y es que esa "musa" se encuentra fuera del cuerpo y la mente del dramaturgo: "Solo se trata de mirar el entorno y allí está todo. Porque no hay nada tan fascinante como la realidad. La fantasía nunca la puede superar. Se trata de tener un ojo predispuesto a desvelar este entorno de una forma comprensible para el espectador", me dijo. "Necesitaría tener una idea muy precisa de Dios para obedecerle", me contestó, aunque no duda en rendirse ante el arte y la belleza.

Retomando la moda, las polémicas y la religión, sólo hay que recordar los nefastos "rabinos de lujo" de Jean Paul Gaultier en el 93, titulando aquella colección "rabbi chic". Ya sólo el nombre me produce un escalofrío indescriptible.

Aunque lo de Hussein Chalayan con los burkas -leo por ahí, pues desconocía este trágico episodio estético- es difícil de superar: Londres, verano del 98. ¿Cómo se permitió aquello? 6 modelos: la primera cubierta totalmente, la segunda ya enseñaba los tobillos, la tercera las rodillas; así hasta la sexta modelo que aparecía íntegramente desnuda y, para colmo, sin depilar, mostrando un cuerpo hiperdelgado de un color blanco nuclear. Llevaba una especie de máscara en la cara que podría encajar perfectamente en una película para adultos "inspirada" en el sado -si es que en el porno la inspiración existe-.

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Aunque en 2009, y sin quedar tan lejos, también hubo otra desviación inspiracional de la mano de un creador californiano , un tal Rick Owens, que seguramente a todos ustedes les sonará a chino. Aunque no de la religión budista va esto, sino de sacerdotisas: modelos en cuyas cabezas se encontrabas unas tocas religiosas -sí, lo que llevan las monjas-. Después el Señor Owens justificó aquello como una necesidad que existe en el ser humano de contar con aquello que ha ido desapareciendo: entiendo que se referiría a la desgraciada no-moda de las religiones cristianas. Yo lo interpreto como un rechazo al libertinaje, abrazando el anhelo de la pureza ausente en la moda.

Y mientras escribo esto, me llega un whatsapp de Francis Montesinos asegurándome que le inspira "lo maravilloso, lo verdaderamente sobrenatural, la belleza y, sobre todo, lo que el ser humano no ha tocado y destruido; como siempre, y por regla general, cuando esa mano es de un gran artista es que Dios se la ha regalado". Gran explicación de uno de los diseñadores más importantes de España y que con más talento cuenta.

Lo de la naturaleza no destruida es difícil de encajar, porque el hombre tiene tendencia a destrozar el vacío -para bien y para mal-, pero ese ya es otro debate.

Después de todo esto, solo puedo decir que me quedo con los Prada -con la suela roja para simbolizar la sangre en los pies- de Benedicto XVI, aunque el Papa Francisco los rechace.

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