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Katy Mikhailova

(((SÁBADO----Rebajas como las de antes)))))

Las rebajas ya no son lo que eran, y más cuando los outlet ofrecen lo mismo, o más, durante todo el año.

No sé si les pasa igual, pero cuando llega este frío infernal a una se le quitan las ganas de salir a la calle. Si a eso le sumamos que terminas "pillando" la gripe, ni les cuento. Me hace gracia leer titulares en revistas de moda y portales de semejante índole sobre "lecciones de moda para el frío extremo". Es evidente que esta industria lleva décadas dando lecciones e imponiendo cómo vestir y qué ser, en suma. Pero razón no les falta cuando se intenta aconsejar sobre cómo salir a la calle sin parecer una cebolla o caer en la triste realidad del negro que lo inunda todo.

Lo del negro que lo inunda todo -y no hablo del negro del Whatsapp, algo que sólo entenderán los meme-adictos- es una realidad en mi día a día. Y no por solidarizarme con el ‘me too’ -algo que aplaudo enormemente-, sino porque cuando uno se está congelando no le apetece optar por ropa de colorines, flecos, corazones, lunares y rosas. Se decanta uno por algo que recuerde al tejido del edredón nórdico y por unos tonos que sintonicen con el estado anímico del cielo nublado y gris. Tampoco negaremos esos kilos que todos cogemos en invierno -yo calculo una media de 4, entre noviembre y mayo, y las navidades no son las únicas responsables- a los que los colores oscuros les van como un guante.

Total: que el día a día se inunda de jerseys anchos -en H&M, si les habéis perdonado la polémica del mono de la selva de la semana pasada, hay un montón-, botas altas, leggings gruesos, bufandas infinitas: todo sea para refugiarse del hielo ambiental y esconder esos kilillos de más para aquellos que se ensanchan en esta época del año.

Este año aún no "he ido de rebajas". Tampoco sé si caeré en la tentación. No porque me duela rebajarme a las rebajas -frase snob que no suscribo en absoluto-; sino porque a estas alturas de mi vida me da hasta pereza. Después de estar casi un mes practicando el más feroz consumismo enajenado, es ver un escaparate y me lanzo a la acera de enfrente para practicar el autismo estético. Cuestión aparte es que las rebajas ya no son lo que eran, cuando los outlet ofrecen lo mismo, o más, durante todo el año -véase el caso de mis vecinos de Las Rozas Village, que además han abrazado a Prada recientemente, lo que hace que sólo nos falte Hermès, Vuitton y Chanel, aunque dudo mucho que opten por esta estrategia-. Tampoco las rebajas son lo que fueron en su momento desde que en Internet encuentras auténtica "gangas" -¡qué palabra tan fea, por cierto!-

Añoro, quizá, esa sensación de notar una auténtica rebaja sobre el precio de una prenda, pero no sé si es el desencanto de una persona que empieza a aborrecer las compras o es que realmente las rebajas ya no molan. A lo mejor estoy culpando a este fenómeno comercial que se produce dos veces cada año, y en realidad no es más que una manera de justificar que ya lo tengo todo -en cuanto a bienes materiales- y nada me entusiasma. Quizá sea el momento de buscar otras carencias, las emocionales, y llenarlas de poesía.

En Chic

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