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Katy Mikhailova

Bodas y despedidas: violencia económica

Casarse y vender la exclusiva, como Chenoa, me parece casi tan abusivo como salir de casa sin haberse duchado.

Casarse y vender la exclusiva, como Chenoa, me parece casi tan abusivo como salir de casa sin haberse duchado.
La boda de Chenoa | Hola

Lo de casarse y vender la exclusiva me parece casi tan abusivo como salir de casa sin haberse duchado. La boda de Chenoa (además de las ausencias de ex triunfitos compañeros suyos) representa de nuevo la extraña simbiosis entre comunicar que se trata de una "boda discreta" (y, por tanto, con un número reducido de invitados) y vender la exclusiva a una revista. "Exijo intimidad hasta que le pongamos un precio".

Contraer matrimonio sin más, sólo con el objetivo de tener su fiesta es un indicador del vacío emocional que padecen aquellas parejas que se someten a ello y que, para más inri, obligan a todo su entorno a ser partícipes de ello. Llámenme antigua, pero el pasado 29 de mayo me bauticé y confirmé, y comulgué por primera vez. Tres sacramentos en una mágica tarde en la que pasaba a formar parte de la Iglesia Católica y a estar en gracia de Dios.

Mi móvil y mis redes se llenaron, tras compartir algunas fotos de mi bautizo, de la clásica pregunta: "¿te vas a casar?"

Pues no, señores, por el momento me caso con el compromiso de aspirar a hacer las cosas bien, con ética. Fíjense que esta es la visión del imaginario social colectivo en España: pasar por tales Sacramentos sólo con el fin de tener una boda en una Iglesia. Y es que me encuentro con bastantes casos de personas de mi entorno que sin estar bautizadas siquiera optan por contraer matrimonio por la Iglesia Católica. Lean: si usted no cree en Dios, y reniega del Catolicismo, que le case un concejal, un amigo o un showman. Respeten las tradiciones.

Estamos ante el ocaso de la dignidad moral, en donde la boda se ha convertido en un paripé de ostentación y vulgaridad, en donde prima más la estampa, el arroz, la pompa y las flores, a la verdadera esencia de amarse.

Lo de las personas que se casan varias veces a lo largo de sus vidas; o hacen boda, preboda, postboda, con sus 10 despedidas de soltero, me parece violencia económica, atentando contra el tiempo y la economía de amigos y familiares.

Este año tengo 6 bodas, y he pasado de comprar vestidos para cada ocasión, optando por eso de la "economía circular" en la vestimenta, reciclando así trajes de otros encuentros de antaño. Ya no por el dinero (que también), sino por la pereza de tener que recurrir a la "otra ceremonia" que es la de comprar un vestido para una boda, acudir a una peluquería para ir tan repeinada que ni el tocado se va a mover aunque haya un tiovivo en el banquete que nos agite, y otros ritos y mitos para las "bbc" (bodas, bautizos y comuniones), como el de recurrir a un salón de pedicura-manicura sólo cuando un enlace matrimonial se aproxima. ¡Arréglense los demás días del año, por favor!

Hay quien adora esto de ser testigo del casamiento entre dos personas (o persones), pero cuando el amor se convierte en un negocio o una manifestación de la vanidad y el narcisismo, contribuir a semejante espectáculo es, cuando menos, de mal gusto. Es esta, sin duda, una de las modas más efímeras y tristes que se instalan en nuestra sociedad convirtiendo algo tan puro y genuino, como es amar con todas las consecuencias, en una cita más que puede repetirse tantas veces como uno quiera divorciarse y volver a empezar. Y muy bien, empiecen tantas veces quieran, pero dejen de condicionar las agendas de sus amigos y familiares. Empiecen por tomar decisiones definitivas en sus vidas y ser, así, responsable de las mismas.

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