Los certámenes de misses están de capa caída, al menos en España, donde ya no proliferan, apenas se convocan en los últimos años. Ni siquiera el más importante de todos ellos, el de Miss España, del que surgieron bellísimas participantes que, tras su triunfo, pudieron dedicarse a los sueños de la mayoría de todas ellas: el cine, la moda u otras actividades relacionadas con el mundo artístico e incluso empresariales como agencias de modelos. Las hubo que, en otros concursos de relevancia internacional, alcanzaron mayor proyección. Y algunas de ellas conocieron el amor tras ser coronadas en tales concursos de belleza.
La primera vez de la que se tiene noticia de un evento en Europa de esas características fue en 1928, convocado por el Comité Francés de Elegancia. Un año después el diario ABC organizó el de Señorita España. Pepita Samper fue ganadora de ese primer certamen. En 1930, el título de Miss España recayó en otra valenciana, Elena Plá, año por cierto cuando se instituyó lo de Fallera Mayor. Otra española, Alicia Navarro alcanzó la diadema europea de belleza en 1935, en Turquía. Seguida por nuestra también compatriota Antonia Arqués, esta vez en Túnez. A partir de 1939 y hasta 1948 no se celebraron esos concursos europeos por culpa de la II Guerra Mundial.
Tita Cervera, miss
Fue en 1961 cuando la catalana Carmen Cervera alcanzó en el mes de mayo el título de Miss España. Hija de un modesto mecánico y un ama de casa, contaba entonces dieciocho años. Consiguió quedar también en tercera posición durante la final de Miss Mundo. En 1965 matrimonió con el actor de "Tarzán" Lex Barker, al que conoció en un vuelo a Suiza tras solicitarle un autógrafo. Eso le permitió codearse en Hollywood con lo más florido del cine. Enviudó, se casó de nuevo con Espartaco Santoni, seductor venezolano y también mediocre actor, aunque aquella unión resultó invalidada tres años después al enterarse ella de que su marido ya estaba casado anteriormente con una mexicana, luego era bígamo. En 1985 es cuando su vida dio un giro de trescientos sesenta grados al casarse con el barón Heini Thyssen-Bornemisza. En la actualidad, viuda y con tres hijos, maneja una enorme fortuna, con su fabulosa colección pictórica y el Museo que lleva por nombre el del apellido del barón.
Fue la mallorquina Maruja García Nicoláu otra de las bellezas que en 1962 hizo doblete al coronarse primero como Miss España y Miss Europa, título este último que ganó en Beirut (Líbano). Nacida en Palma de Mallorca en 1944 en el seno de una modesta familia, encabezada por su padre, guardia civil natural de Águilas (Murcia), fue a la escuela hasta los doce años, luego trabajó de encargos para una modista, a los quince entró en una fábrica de calcetines, dependienta después en un colmado. Con dieciocho años la eligieron Miss Baleares, Carmen Sevilla la coronó como Miss España y ya queda dicho su triunfo europeo, cuando en esa época desfilaba en la importante casa de modas de Pedro Rodríguez. En una cuestación de la Cruz Roja en la capital balear conoció al portero de fútbol Martín Mora, quien abandonó el equipo del Mallorca, se retiró, casándose con Maruja el 6 de mayo de 1965. Tuvieron cinco hijos. Una familia fantástica, con la que tuve amistad. Ella puso una tienda de modas en Palma, teniendo como principal cliente a su buena amiga Sara Montiel. En 2014 sufrió un ictus, su cuerpo quedó paralizado en su lado izquierdo. Tuvo que sobrevivir en una silla de ruedas, falleciendo a los setenta y ocho años, tres meses después de la muerte de su querido esposo.
La lista de misses destacadas se incrementó en 1967 con la cordobesa Paquita Torres, Miss España y seguidamente proclamada en Niza Miss Europa, quien se casó con el baloncestista del Real Madrid y jugador internacional Clifford Luyk. Si él era alto, ella se le acercaba bastante en estatura. Otro matrimonio feliz, con una hija modelo de profesión. El título europeo de belleza también llegó a manos tiempo más tarde a la canaria Noelia Afonso (y no Alfonso como publicaban todos los medios), coronada en El Pireo, Grecia. Descendía de una familia también humilde, celebrando su boda en Barcelona, a la que asistí por mi amistad con los contrayentes, él importante empresario con negocios en Canarias.
Otras guapísimas españolas se sumaron a esa lista de bellezas en el certamen de Miss Europa, caso de Maribel Lorenzo Cabrera, en 1974, en Viena. En 1985 el título alcanzado en Alaguncia, Alemania por Juncal Rivero Fadrique, permitió a esta vallisoletana desarrollar una posterior carrera como modelo y asimismo presentadora de programas de televisión dirigidos por el ahora controvertido, con problemas judiciales, José Luís Moreno, el ventrílocuo. Juncal fracasó en su matrimonio con un conocido hostelero, que separado de su mujer se enamoró de la ambiciosa miss. La última española que obtuvo ese mismo galardón europeo fue en Cannes, año 2019, Andrea de las Heras.
El certamen de Miss España lo tenía registrado a su nombre una familia levantina relacionada con el periodismo y el cine, los Ezcurra. José Ángel dirigía una espléndida revista, "Triunfo", que de especializarse en contenidos de la pantalla pasaría a ser en años anteriores a la transición una publicación de actualidad política muy influyente. Recuerdo un año que la representante valenciana en el concurso de Miss Europa celebrado en Londres se retiró, por indicación de Ezcurra, porque en esa edición se había permitido la presencia de Miss Gibraltar. Otro año, ante la ausencia de una representante española, designaron a Marita García como la sustituta. Compitió dignamente en Miss Mundo quedando clasificada entre las quince finalistas. Era la luego tan conocidísima Bárbara Rey, que fue inscrita con su verdadera identidad.
El citado José Ángel Ezcurra vendió los derechos del certamen Miss España a otro empresario y sucesivamente hubo algún otro. Porque no debe ser secreto para nadie que estos concursos eran un medio de hacer caja a través de contratos publicitarios. A los que la guapa ganadora se atenía durante un año. Hasta en más de una ocasión, amén de estar sujeta a determinadas normas y obligaciones, por supuesto muy bien remunerada, se le prohibía casarse y, de tener novio o al menos procurar no hacerlo patente públicamente. Semejante aberración existió.
Amparo Muñoz, Miss Universo española
La única española que ganó el título de Miss Universo en 1974 en Manila, edición auspiciada por la primera dama filipina Imelda Marcos, fue la infortunada Amparo Muñoz; resultó novelesco cuando a los seis meses de obtenerlo (le quedaban otros seis) se negó a continuar siendo manipulada por los organizadores del concurso, negándose a ir a Tokio y otras ciudades a promocionar cuantos productos le exigían. Podría haber ganado muchos dólares, pero se cansó de estar casi secuestrada. Pudo quizás lamentar su ausencia en una cabalgata por las calles de Nueva York en compañía nada menos que de Robert de Niro y Al Pacino. Mas decidió escapar de donde la habían instalado en los Estados Unidos y en connivencia con su entonces prometido, el actor Máximo Valverde, volver a España, no sin recibir éste una paliza y hasta amenazas a la pareja. Métodos más propios de la Mafia que de una organización aparentemente modelo. Amparo Muñoz se dedicó en adelante al cine, tuvo unos cuantos amores, uno de los cuáles acabó por sumirla en el pozo negro de la droga, lo que la llevó a morir tempranamente, a los cincuenta y seis años, en 2011.
En 1996 quien se ciñó la corona y banda acreditativas de Miss Mundo fue la venezolana Alicia Machado, quien denunciaría a Donald Trump muchos años más tarde por abusar de ella. Quien fuera Presidente de los Estados Unidos y magnate multimillonario, había adquirido los derechos de ese concurso, lo que le permitía acceder si era posible a relacionarse con sus atractivas participantes.
El final de los concursos de misses
Aunque ese concurso de Miss Universo sigue celebrándose anualmente, los de Miss España y Miss Europa, no. Algunos años también tuvo lugar la elección de Míster España. Y aunque Telecinco, como cadena que patrocinó algunas ediciones, trató de continuar programándolas, abandonó esos proyectos. Quizás ya no eran tan rentables. La presión de grupos feministas hicieron el resto. Consideraban que la mujer no debía seguir siendo objeto en esos espectáculos, mostrando su anatomía como único mérito para obtener un premio. Antes que en España, en Inglaterra el movimiento Women´s Liberation ya despotricaba en los años 70 del pasado siglo sobre la existencia de esos concursos.
Asistí durante cuatro años seguidos en el Albert Hall londinense a ese certamen de Miss World. Y en una de esas ediciones, la de 1971, sufrí la presencia de media docena de jovencitos, uno de los cuales estampó sobre mi cabeza un paquete que parecía relleno de serrín aunque lo que contenía era una bomba fétida. Ese ataque apenas duró pocos minutos, pues miembros de Scotland Yard en seguida detuvieron a los revoltosos. Durante las dos horas que duró la gala el olor que yo desprendía era insoportable. Lo sufrieron asimismo quiénes estaban a mi lado, comprensivos. Cuando terminó el evento salí despavorido en pos de un taxi que me llevó a mi hotel, sin dejar de mirarme como si yo no me hubiera bañado en la vida. Una ducha reparadora me alivió de aquel incidente. Mi esmoquin hube que llevarlo a una tintorería.
Detrás del glamour de los concursos de belleza suceden muchos episodios, entre trapicheos e inmoralidades. Quienes resultan ganadoras en ellos, sometidas a un férreo marcaje, han de pagar un elevado precio, que ignoran cuando se presentan a ellos. La película "Señorita 89", "thriller" chileno dirigido por Lucía Puenzo, abordaba no hace mucho tiempo de su estreno todo ese mundo oscuro que sucede alrededor de un aparente espectáculo de luces brillantes.