
Hubo un tiempo no muy lejano en el que las Misses tenían por deseo "la paz en el mundo". Aquello se convirtió en carne de memes, en refranes populares y un sinfín de burlas. "Usted que desea en esta vida?"- preguntaba el jurado. "La paz en el mundo"- contestaban.
Desear la paz en el mundo es casi como pedir que la contaminación en el planeta desaparezca. Son conceptos tan imposibles de alcanzar a la par que genéricos, que confesarlos roza la utopía.
Mismo deseo que el de Cristina Pedroche. La paz en el mundo, el pasado 31 de diciembre. Putin ha decidido ponerle fin a la guerra gracias al mensaje de la vallecana. ¿Se imaginan?
Con polémica incluida, ella lo ha vuelto a hacer: y a superarse. Si creíamos que la ordinariez para entrar en 2022 era difícil de rebasar, este 2023 lo ha conseguido.
Y es que, aunque haya pasado una semana de las campanadas, el asunto sigue dando qué hablar. La vulgaridad, la falsa solidaridad y el plagio son los pilares de la eterna y nada original puesta en escena de Cristina Pedroche. Al asunto le sumamos el post de Ana Obregón en defensa de la vallecana y como ataque al desafortunado comentario de Risto Mejide. Y le adherimos la acusación del diseñador Miguel Adrove en el que sostiene que él ya lo predijo (y lo confeccionó y presentó en pasarela incluso).
Me sorprende que una entidad sin ánimo de lucro como ACNUR, que pertenece a la ONU, se haya prestado a semejante bazofia llena de hipocresía. 90.000 euros el "traje", no sé cuántas personas confeccionándolo, 60.000 euros los honorarios de la presentadora (muy por encima de su compañero Chicote: ole la desigualdad de género que tanto piden!)… esto es sumar y seguir. Sale a relucir el fenómeno cuantitativo que no cualitativo. Porque aquí nadie va a donar nada a esos refugiados. Del dolor se ha creado un ridículo espectáculo repleto de vanidad y audiencia.
Pedroche ha pasado a ser el "hazme reír" de la nochevieja española. Es la culpable de que millones de personas se metan en Twitter solo para ver quién vomita el tuit y meme más gracioso. Se ha convertido en una cruel caricatura de ella misma.