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¿Por qué no se deben comer frutos de los árboles urbanos?

Los árboles frutales que hay por las ciudades no son comestibles. ¿Por qué no? ¿Cuáles son los motivos que llevan a poner estos árboles?

Los árboles frutales que hay por las ciudades no son comestibles. ¿Por qué no? ¿Cuáles son los motivos que llevan a poner estos árboles?
city, tarmac, asphalt | Unsplash/Migsar Navarro

Numerosas calles de las distintas ciudades de España cuentan en sus paseos con árboles frutales como decoración y para dar sombra. Sin embargo, los frutos de estos árboles no son aptos para el consumo humano, ya que absorben los gases y productos tóxicos derivados de la contaminación, especialmente de los vehículos sobre todo. Además, el suelo sobre el que se asientan está "corrupto" por lo que se discurre bajo él tanto el alcantarillado como la basura etc... y la calidad de la tierra no es la idónea para que se desarrollen con criterios sanitarios óptimos.

Además, es tan sencillo como probarlo y en seguida se descubrirá el porqué de que la fruta de los árboles urbanos no sea como la destinada a llenar la sección pertinente del supermercado o frutería de confianza. El motivo es que no son parecidas ni en variedad ya que se puede comprobar en el dulzor/amargo, ni en las características que les confiere su situación, por ejemplo, la exposición que han tenido a contaminantes.

También hay que tener en cuenta que la finalidad de los árboles que se encuentran en la ciudad es hacer más agradable el paseo por las calles y dar sombra en los meses calurosos, además de mejorar de la humedad y calidad del aire. De ahí que en calles y avenidas sean comunes las familias ornamentales de ciruelos o cerezos, por ejemplo; o los cítricos, como el naranjo.

Para mucha gente, comer frutos de árboles urbanos puede parecer una opción tentadora, especialmente cuando los árboles están cargados de deliciosas frutas maduras. Sin embargo, hay varias razones importantes por las cuales se desaconseja consumir los frutos de los árboles urbanos.

  • Contaminación química: Los árboles urbanos a menudo están expuestos a diversas fuentes de contaminación, como gases de escape de vehículos, pesticidas, fertilizantes químicos y otras sustancias tóxicas presentes en el entorno urbano. Estos contaminantes pueden acumularse en las frutas y representar un riesgo para la salud si se consumen. Sin embargo, incluso si los árboles no están directamente expuestos a la contaminación, es difícil garantizar que las frutas estén libres de sustancias nocivas.
  • Mantenimiento y cuidado desconocidos: En áreas urbanas, los árboles suelen ser administrados por las autoridades municipales o propietarios de terrenos. El mantenimiento y cuidado de estos árboles pueden variar ampliamente, lo que significa que no se puede garantizar que se utilicen prácticas agrícolas seguras y adecuadas, sino que pueden haberse utilizado productos químicos o pesticidas no aptos para el consumo humano, lo que podría representar un riesgo para la salud si se consumen los frutos.
  • Calidad de los suelos: Los árboles urbanos a menudo crecen en suelos que pueden ser contaminados o de baja calidad. Estos suelos pueden contener metales pesados, productos químicos industriales u otras sustancias dañinas que se filtran a través del sistema de raíces y se acumulan en los frutos. La calidad de los suelos urbanos es difícil de evaluar, lo que aumenta el riesgo de consumir frutos contaminados.
  • Riesgo de enfermedades: Los árboles urbanos pueden estar expuestos a diversas enfermedades causadas por hongos, bacterias u otros patógenos. Estas enfermedades pueden afectar la salud de los árboles y también pueden transmitirse a través de los frutos. Consumir frutos de árboles urbanos infectados podría poner en riesgo la salud de las personas.

La importancia del verde urbano

Ese gusto por lo bello de la naturaleza y su función de aportar sombra fue lo que llevó a insertar los árboles en las planificaciones urbanas. Tanto es así que las primeras publicaciones de jardinería urbana fechan del 1597, en Inglaterra, y se tiene registrada la primera solicitud de plantación de árboles públicos: en 1792, los ciudadanos de Philadelphia, arguyeron motivos de salud para fortificar su petición.

En España, un buen ejemplo de la previsión forestal urbana se encuentra en el Plan Cerdà, que alumbró el Ensanche de Barcelona. En él, los árboles estructuraban la trama urbana: se ordenaban dos hileras de árboles por cada acera, aunque la perversión del proyecto hizo que finalmente solo se plantara una, en su mayoría de platanero de sombra, un árbol que a pesar de su nombre, no da fruto, pero sí alergia a un buen número de barceloneses.

A lo estético se le sumaron los beneficios para la salud: ya entonces se creía que los árboles limpiaban el aire y estaban en lo cierto, ya que la canopia urbana retiene hasta un 50% de las partículas en suspensión que enturbian las ciudades. Además, funcionan como minimizadores de la contaminación acústica, refrescan el clima en los meses caluroso y frenan el frío viento de invierno.

Nadie duda de que el toque de color que aportan los frutos de los árboles de la urbe se agradece a la vista. Pero no todo son ventajas, tampoco estética o económicamente hablando, ni incluso en relación a la salud. Sus residuos, al caer al suelo, por ejemplo, suponen problemas, en algunos casos bastante serios, como caídas de personas mayores o suciedad en el pavimento.

¿Qué criterios se utilizan para escoger los árboles de las ciudades?

En la elección de plantas para la ciudad, tanto árboles como arbustos, se tienen en cuenta diversos motivos.

El primero de ellos es su resistencia a las precipitaciones y a las enfermedades vegetales de la zona. Teniendo esto en cuenta, puede gestionarse de forma más eficaz cuándo deben regarse o tratarse, siendo menor la frecuencia necesaria, salvo en momentos puntuales a lo largo de su vida.

Además, otro de los factores a tener en cuenta en esta elección es su velocidad de crecimiento y su porte ya que, por norma general, lo que se busca es tener árboles que den sombra, de ahí la elección de árboles caducos o perennes, que en pocos años tengan un tamaño deseado y con un porte adecuado, de hecho, en calles estrechas se seleccionan árboles de porte medio, como aligustres, naranjos o prunus y en avenidas árboles de mayor porte, como es el plátano de sombra o los olmos.

Otra cuestión de interés, es el sistema radicular del árbol a escoger, es decir, la cantidad, fortaleza y disposición de sus raíces, que debe ser suficiente para que no caigan por el viento, pero sin ser superficiales. De ser así, podría levantar la acera como ocurre en el ombú o el árbol de las lianas. De hecho, las raíces de un árbol pueden incluso llegar a afectar a los cimientos de edificios o a las tuberías cercanas, rompiéndolas.

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