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Katy Mikhailova

Okupas de las playas y otras sombrillas del montón

¿Cuánto costaría que el Ayuntamiento de turno financiara unas sombrillas decentes, si le quitamos un par de asesores al año?

¿Cuánto costaría que el Ayuntamiento de turno financiara unas sombrillas decentes, si le quitamos un par de asesores al año?
Una playa de Mallorca | Alamy

En qué punto debemos unificar la estética de nuestras playas. Dicho de otra manera: dónde está la "red flag" entre libertad de expresión y estética y el mal gusto. Hasta qué punto sería una cohibición del liberalismo individual unificar las sombrillas de las playas españolas. Y, por último, cuál es el límite de tamaño de esas carpas que invaden la Costa del Sol, la Brava, el Mediterráneo y todos esos kilómetros y kilómetros de arena que permiten el acceso al agua. No queremos okupas playeros.

Veánlo de otra manera. Un edificio cualquiera en una capital española exige que los toldos sean los mismos. ¿Por qué no aplicarlo a las playas?

La realidad es que si obtenemos una fotografía de cualquier playa de España nos encontramos con un sinfín de colores, estampados y logotipos cada cual más terrorífico que el anterior. El que no se baja la sombrilla de la marca de helados y refrescos de turno recurre a toda clase de objetos sin importar su apariencia con tal de protegernos y huir del sol. Y después están las sillitas, las neveras y las carpas infinitas con un altavoz que escupe "y mi cama suena y suena", por ejemplo.

¿Cuánto costaría que el Ayuntamiento de turno financiara unas sombrillas decentes, si le quitamos un par de asesores al año?

Piensen en Puglia. Piensen en Positano. Piensen en general en el allure de la Italia más profunda pero más genuina. Piensen en lo que es la elegancia y tomen conciencia.

No pedimos sombrillas de Fendi, de Dior o Vuitton. Simplemente aplicar una armonía visual democrática.

¡Y claro que la felicidad no entiende de colores, ni estampados, ni emblemas…! Que la felicidad es la desconexión de uno mismo para reconectar con la naturaleza y los tuyos. Que la alegría de pasar días y días en una playa es ajena a una unificación de sombrillas. Pero la elegancia no cuesta tanto. Y la belleza es un bien intangible en peligro de extinción. Somos seres visuales. Estetas. Coleccionistas de emociones que parten de lo exterior. Si combinamos manteles con vajilla, calcetines con bragas… hagámoslo con las playas. No hay ética sin estética. Pongamos fin a la vulgaridad presentada en nombre de la libertad. Porque la libertad es la sencillez de la belleza.

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