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Los alarmistas intentan relacionar el escepticismo climático con las teorías de la conspiración

La última táctica para intentar desacreditar a los escépticos del cambio climático es llamarlos conspiranoicos.

La última táctica para intentar desacreditar a los escépticos del cambio climático es llamarlos conspiranoicos.

El psicólogo Stephan Lewandowsky, del laboratorio de Ciencias Cognitivas de la Universidad Western Australia, lleva tiempo descalificando a los escépticos con la teoría oficial del calentamiento global, equiparándolos con los creyentes en teorías conspirativas tipo Cuarto Milenio, como que la llegada a la luna fue un montaje o el 11-S una operación orquestada por el Gobierno de Bush. Como lo suyo no es ni la física ni la climatología, ha enfocado su activismo a favor de la causa climática en un estudio que intenta establecer esa relación de forma "científica".

El adjetivo está entrecomillado, porque su trabajo, listo ya para su publicación en la revista Psychological Science, pertenece más bien al ámbito de la ciencia basura. La NASA engañó con la llegada a la luna – por tanto la ciencia (del clima) es un timo. Una anatomía del rechazo interesado de la ciencia no sólo contiene errores estadísticos, sino que padece de algunos fallos de base que invalidan cualquier apariencia de realidad en los resultados.

La encuesta en la que se basa el estudio se colocó en internet. Cualquiera podía contestar y no se controló por IP ni por cookies ni por otros métodos que la misma persona la hiciera en varias ocasiones; incluso en un diario digital como el nuestro que no tiene pretensiones de hacer encuestas científicas se toman esas precauciones. Además, los enlaces a la encuesta se pusieron en ocho sitios web alarmistas, no escépticos, de modo que quienes respondieron, incluso haciéndose pasar por escépticos, fueron en su práctica totalidad alarmistas. Imaginen una encuesta que queriendo saber la opinión de los liberales sobre un asunto se pusiera en sitios web como Público, Nodo50 o Rebelión. ¿Se creerían los resultados? Pues eso.

Las preguntas, además, eran muy transparentes, y no hacía falta tener el Nobel en Física para darse cuenta de que el objetivo de la encuesta era relacionar a los escépticos con las más delirantes teorías de la conspiración. Y como un buen número de activistas climáticos estuvieron en un foro privado discutiendo detalles de la encuesta mientras seguía abierta, resulta difícil no concluir que más de uno y más de dos se dedicaron a falsearla. ¿Cómo no hacerlo? Era una oportunidad inmejorable de ridiculizar a los escépticos en lo que para ellos es una guerra.

¿Exageración? Uno de los activistas afirmó en ese foro en la discusión sobre la encuesta de Lewandowsky que "necesitamos una conspiración para salvar a la humanidad" y otro que en ocasiones quiere "ejercer una violencia indescriptible sobre sus cuerpos y almas [de los escépticos] por lo que están haciendo". No parece que falsear datos de una encuesta sea lo peor que cualquiera de estos activistas estaría dispuesto a hacer.

Además de permitir y casi incitar el fraude, el trabajo de Lewandoswky no utiliza ninguna herramienta estadística para eliminar las posibles respuestas fraudulentas. De hecho, sólo con eliminar algunos y no todos los valores atípicos los resultados cambian mucho. Por ejemplo, el mismo título del estudio sería falso: es más probable creer en que la llegada a la luna fue un montaje si se es alarmista que si se es escéptico, según ha calculado Stephen McIntyre.

Lewandowsky, en cualquier caso, no está solo. Como explicó The Guardian hace unos días, es precisamente en psicología donde más abundan casos de ciencia basura similares. Tampoco es la primera vez que se concluye que sólo estando loco se puede disentir de la opinión oficial. Era práctica habitual en la Unión Soviética.

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