
Al igual que sucede con el cuerpo, el cerebro humano realiza determinadas acciones cuando se encuentra cerca de la muerte. Jimo Borjigin, neurocientífica y profesora asociada de neurología y fisiología molecular e integrativa de la Universidad de Michigan, ha dirigido tres estudios desde 2013 hasta la actualidad, que podrían mostrar indicios de que la neurociencia sabe poco sobre el proceso de la muerte en el cerebro humano. De hecho, asegura que lo que descubrió va en contra de lo que se tenía asumido en este campo.
En el inicio de su investigación, habla sobre el paro cardíaco que sufre una persona al morir, que provoca que el corazón deje de bombear sangre y se produzca lo que es conocido científicamente como muerte clínica. Si el corazón no bombea, no puede hacer llegar oxígeno al cerebro y este órgano necesita consumir aproximadamente el 20% del oxígeno total que consume el cuerpo. Todo haría pensar que, cuando una persona está muriendo, su cerebro se vuelve hipoactivo por falta de oxígeno; sin embargo, Borjigin demostró lo contrario.
Investigación basada en tres estudios
Toda esta investigación comenzó en el año 2013 de manera accidental. Mientras la neurocientífica se encontraba realizando experimentos con varias ratas en un laboratorio, dos de ellas murieron, lo que llevó a ella y a su equipo a observar el proceso de muerte de sus cerebros. Tras detenerse sus corazones, observaron que sus niveles de serotonina aumentaron 60 veces, la dopamina subió entre 40 y 60 veces y la noradrenalina también aumentó de manera notable.
Borjigin aseguró que estos niveles tan altos de neurotransmisores no existen mientras el animal se encuentra con vida, lo que impulsó a continuar con la investigación. En 2015, publicaron otro estudio sobre los cerebros moribundos de ratas, afirmando que "el 100% de los animales mostraron una intensa activación cerebral". Concluyendo con la afirmación de que el cerebro se encontraba en estado hiperactivo, todo lo contrario a lo que se pensaba anteriormente.
En el año 2023, su equipo publicó una investigación que enfocaba esta teoría de la hiperactividad cerebral tras la muerte al cerebro humano. El estudio se concentró en cuatro pacientes que se encontraban en estado de coma, con soporte vital y con electrodos de electroencefalografía.
Cuando los doctores asumieron que ya se encontraban fuera de cualquier procedimiento médico que pudiera salvarles y las familias dieron su permiso, los neurocientíficos retiraron los respirados para observar cómo reaccionaban sus cerebros a la falta de oxígeno en la sangre. Al hacerlo, los investigadores observaron que en dos de los cuatro pacientes se registró de manera prácticamente inmediata una alta actividad cerebral, llegando a detectarse ondas gamma, las ondas cerebrales más rápidas y las que están involucradas en procesos complejos de información y de memoria.
Experiencias cercanas a la muerte y activación sensorial
Mientras que en las ratas los científicos observaron una activación total del cerebro, en los humanos sólo unas partes se activaron. Estas se trataban de áreas asociadas con funciones conscientes del cerebro y una de ellas es conocida como la zona caliente cortical posterior, la zona encargada del funcionamiento de los sentidos.
Históricamente, algunas personas que han estado a punto de fallecer o que incluso han llegado a ser diagnosticados con una muerte clínica y han sobrevivido gracias a las técnicas de reanimación, han hablado de haber recorrido sus vidas a través de un flash, de haber visto una luz intensa o de haber sentido cómo se desprendían de su cuerpo. Este fenómeno se conoce como "experiencias cercanas a la muerte".
Borjigin cree que este tipo de experiencias pueden estar relacionadas con su teoría del cerebro hiperactivo y el funcionamiento de los sentidos humanos. En algunos casos donde personas han estado a punto de morir, se reportó que sus cortezas visuales mostraron una intensa activación o también algunos han confirmado que escucharon lo que pasaba durante su cirugía. Es decir, que, en esta lucha por la supervivencia del cerebro, los sentidos se activan más fuertes que nunca.
Finalmente, Borjigin concluyó una entrevista realizada en 2024 afirmando que todavía quedaba mucho por investigar: "Hay algo debajo de un iceberg inmenso que vemos en la superficie". Sus estudios confirmaban este aumento de la actividad cerebral; sin embargo, la investigadora confirma que todavía deben investigar más para conocer los motivos con profundidad.