
Con el paso de los años, es común experimentar ciertos lapsus mentales, como no recordar palabras o nombres de manera inmediata. Estos olvidos ocasionales suelen ser normales y no necesariamente indican un problema de salud grave. A veces se deben simplemente a la sobrecarga de información, distracción o cansancio.
Sin embargo, cuando estos lapsus se vuelven más frecuentes o se acompañan de una dificultad persistente para encontrar palabras, esto podría ser indicativo de anomia.
Cuando una palabra se queda "en la punta de la lengua" sin ser capaz de recordarla, puede resultar muy frustrante y es importante saber cuándo es meramente anecdótico y cuándo puede suponer un caso de anomia.
La dispersión cognitiva puede afectar a la memoria
Actualmente, la vida moderna se desarrolla a gran velocidad, las personas están expuestas a constantes estímulos y bombardeos de información, especialmente tras el boom digital, que hacen que las capacidades de concentración y memoria se vean reducidas. Esta dificultad para prestar atención hace que se complique el proceso de retener información, lo que aumenta la probabilidad de que sucedan estos olvidos.
En este sentido, desde el campo de la salud mental afirman que esta dispersión cognitiva puede afectar a la memoria. Cuando el cerebro está dividido y atento a múltiples estímulos, resulta complicado enfocarse en cualquiera de ellos, lo que impide que la información se procese correctamente. Por ello, se producen este tipo de lapsus en los que se olvidan detalles simples, pero no deberían suponer ningún problema de salud.
¿Qué es la anomia? Casos más comunes
La anomia es un trastorno del lenguaje por el que una persona presenta constantemente dificultades para denominar un objeto o un concepto. La dificultad se encuentra principalmente en el uso de sustantivos, siendo más infrecuente que existan problemas con verbos, adjetivos o adverbios.
El tipo de anomia más común es la relacionada con el léxico y se da cuando lo que falla es la posibilidad de acceder a la palabra pese a saber claramente a qué se hace referencia. No es que la persona no sepa a qué concepto se refiere o no sepa pronunciar la palabra, sino que no es capaz de representar en su mente la etiqueta en sí de esa palabra. En casos menos comunes, destacan la anomia fonológica y semántica. La primera de ellas se da cuando, pese a saber a qué concepto hace referencia y cuál es su nombre, el sujeto no es capaz de encontrar su representación a nivel fonético. Por último, la anomia semántica se da a la hora de conceptualizar, cuando la persona no es capaz de identificar el concepto al que quiere referirse.
Aunque los casos más comunes son en personas mayores debido al envejecimiento del encéfalo, la anomia puede aparecer incluso en personas jóvenes y no necesariamente implica un deterioro cognitivo reseñable. Además, este trastorno está muy presente en personas que hayan sufrido lesiones y alteraciones cerebrales, muy frecuentes en traumatismo craneoencefálicos y accidentes cerebrovasculares.
Tratamiento del trastorno
Aarón García Caballero, logopeda experto de Valladolid, afirma que uno de los mayores problemas de la anomia se produce a nivel social, ya que muchas personas que sufren este trastorno pueden preferir estar callados antes que sentir que "molestan" al resto de sujetos presentes en la conversación, debido a los tiempos de espera al no encontrar la palabra.
En cuanto a las estrategias para solventar este tipo de trastorno, García Caballero sostiene que no hay dos casos de anomia iguales, cada sujeto es distinto del resto y, por ello, el tratamiento debe ser absolutamente individualizado, pero siempre debería pasar por una intervención logopédica. Esta ayuda profesional iría, según comenta él mismo, "dirigida a trabajar la fluidez verbal, denominación, categorización, evocación, memoria semántica, conciencia fonológica, producción léxica, lenguaje automático y asociaciones entre significados".