
En tiempos donde el ser humano parece cargar con toda la culpa del calentamiento global, nuevos hallazgos científicos plantean una narrativa alternativa, señalando a los volcanes como actores fundamentales en grandes cambios climáticos del pasado.
Una investigación publicada en la prestigiosa revista "Science Advances" desafía la idea dominante al señalar claramente que en periodos críticos de la historia del planeta fueron las erupciones volcánicas, y no el hombre, las protagonistas del cambio climático.
El impacto de las Trampas del Decán
El estudio, liderado por Thomas Westerhold del MARUM – Centro de Ciencias del Medio Ambiente Marino de la Universidad de Bremen, revela una correlación precisa entre fases de intenso vulcanismo en las llamadas Trampas del Decán, situadas en el centro-oeste de la India, coincidieron con alteraciones globales del clima hace aproximadamente 66 millones de años, al final del período Cretácico.
Las Trampas del Decán, con capas basálticas de hasta dos kilómetros de espesor en la India occidental, han protagonizado eventos catastróficos y extinciones masivas en la historia de la Tierra. Estos investigadores han reconstruido estos episodios climáticos mediante datación astronómica y análisis geoquímicos, utilizando isótopos de osmio y carbono como huellas digitales de erupciones a gran escala.
Gases volcánicos y alteraciones climáticas
Durante estas grandes erupciones se liberaron al ambiente gases volcánicos en cantidades masivas, entre ellos dióxido de carbono (CO₂) y dióxido de azufre (SO₂), capaces de provocar cambios radicales en el sistema climático global.
Este reciente estudio ha establecido con precisión cómo dos episodios eruptivos mayores, datados hace exactamente 66,49 y 66,28 millones de años, se reflejan en alteraciones simultáneas en la composición isotópica del osmio en los océanos Atlántico Sur y Pacífico Noroeste, dejando claras huellas dactilares geoquímicas sincronizadas en ambos océanos.
El papel inesperado del azufre
El estudio revela un dato inesperado: las emisiones volcánicas de azufre alteraron el clima de forma distinta a lo que se creía. Durante la primera fase eruptiva, el dióxido de azufre (SO₂) se liberó en enormes cantidades, con efectos significativos pero distintos a los asociados tradicionalmente al vulcanismo.
El modelado geoquímico muestra que estas emisiones provocaron un aumento inesperado de carbono-13 en el océano profundo, un fenómeno que contradice las teorías previas sobre la relación entre vulcanismo y cambio climático. Este hallazgo sugiere interacciones geoquímicas más complejas de lo pensado, con implicaciones clave para entender el calentamiento global.
Esto sucede porque el SO₂ emitido en grandes cantidades reacciona en la atmósfera para formar ácido sulfúrico, que posteriormente llega al océano. El ácido sulfúrico altera la química del agua marina, reduciendo su alcalinidad total sin cambiar directamente la cantidad inicial de carbono inorgánico disuelto (DIC). Este fenómeno provoca una mayor disolución de carbonatos marinos en el fondo oceánico y modifica significativamente el equilibrio geoquímico del océano. Como consecuencia, el carbono-13 en el océano profundo aumentó durante este episodio, contrario a lo esperado con emisiones predominantemente de CO₂.
Ritmos orbitales: la Tierra marca el compás
Los datos revelan que estas erupciones volcánicas no fueron aleatorias, sino que siguieron los ritmos orbitales de la Tierra. La órbita del planeta varía periódicamente debido a interacciones gravitatorias con otros cuerpos del sistema solar, afectando la cantidad y distribución de la radiación solar que llega a la superficie. Este patrón actúa como un metrónomo geológico, permitiendo sincronizar registros climáticos de distintos océanos y continentes.
Las técnicas de datación astronómica, extremadamente precisas, han confirmado que estos episodios volcánicos coincidieron con momentos clave de cambio climático. El análisis isotópico de osmio, una huella geoquímica del vulcanismo, muestra que las erupciones, especialmente ricas en azufre, ocurrieron antes de alteraciones ecológicas globales. Esto refuerza la idea de que su impacto no fue solo local, sino que desestabilizó el clima a nivel mundial.
Repensar la responsabilidad del hombre
Las Trampas del Decán son una prueba contundente de que los procesos geológicos internos de la Tierra pueden provocar cambios climáticos drásticos. Su primera fase eruptiva fue mucho más intensa de lo que se creía, generando condiciones ambientales extremas a nivel global.
Este estudio demuestra que estas erupciones estuvieron sincronizadas con los ritmos orbitales de la Tierra, lo que refuerza la idea de que el clima no depende solo de la actividad humana, sino también de poderosos factores naturales. La visión predominante, que atribuye el calentamiento global exclusivamente a la acción del hombre, queda así en entredicho.
La historia geológica confirma que el planeta ha atravesado episodios de cambio climático extremo impulsados por sus propios mecanismos internos. Estas megacatástrofes volcánicas, documentadas con precisión científica, son un recordatorio de que la Tierra ha moldeado su clima de forma abrupta y sin intervención humana.
El debate climático actual no puede ignorar estas evidencias. Más que nunca, es necesario un análisis riguroso que valore el impacto real de los factores naturales frente a la influencia humana. Comprender el clima en toda su complejidad es clave para afrontar los desafíos del presente sin caer en discursos simplificados o politizados.