Las sartenes de teflón, los envases de comida rápida con recubrimiento antiadherente y la ropa impermeable forman parte de la rutina diaria de millones de personas. Sin embargo, detrás de su comodidad y funcionalidad se esconde una realidad preocupante: la presencia de sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), más conocidas como "químicos eternos".
Estos compuestos, utilizados por su resistencia al agua, la grasa y el calor, se han infiltrado en el medio ambiente y en el cuerpo humano, donde pueden permanecer durante años. Aunque en buen estado y con un uso adecuado, las sartenes de teflón no representan un riesgo, si su recubrimiento se deteriora o se expone a temperaturas superiores a 260 °C, pueden liberar partículas con residuos de PFAS.
Del mismo modo, los envases de comida rápida tratados con estos compuestos pueden transferirlos a los alimentos, mientras que la ropa impermeable los desprende con el uso y el lavado, contribuyendo a la contaminación del agua, pero no hay evidencia científica de la trasferencia dérmica.
Un legado químico difícil de eliminar
La estabilidad química de estos químicos eternos, la misma que los hace tan útiles en la industria, es lo que convierte a los PFAS en un problema de larga duración. No se degradan fácilmente, se acumulan en organismos vivos y han sido detectados en fuentes de agua potable en múltiples países.
Aunque algunas regulaciones han limitado su uso, su presencia sigue siendo generalizada en productos de consumo cotidiano, dejando una huella invisible pero persistente en el medio ambiente y en la salud humana.
Los PFAS están por todas partes y su persistencia los convierte en un desafío ambiental de gran magnitud. Su acumulación en la sangre, el agua potable y los ecosistemas genera preocupación creciente entre la comunidad científica y los organismos de salud pública.
Una presencia ineludible
Los PFAS están compuestos por más de 4.700 sustancias químicas artificiales, y su resistencia a la degradación ha permitido su acumulación en el aire, el agua y los seres vivos.
Según indica la Agencia Europea de Medio Ambiente en Europa se han detectado estos compuestos en suministros de agua potable, con niveles alarmantes en zonas industriales y alrededor de bases militares y aeropuertos, donde se han utilizado en espumas contra incendios. Además, la biomonitorización humana ha revelado la presencia de PFAS en la sangre de ciudadanos europeos.
Aunque los niveles de los PFAS clásicos, como el PFOA y el PFOS, han disminuido debido a restricciones regulatorias, las versiones más recientes de los "químicos eternos" siguen en aumento.
Impacto en la salud humana
Los PFAS han sido vinculados con diversos problemas de salud, incluyendo alteraciones en el sistema inmunológico, efectos en el desarrollo infantil, enfermedades hepáticas y algunos tipos de cáncer.
Un estudio realizado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) concluyó que una proporción considerable de la población europea supera la ingesta semanal tolerable de PFAS debido a la contaminación en alimentos y agua.
Los costos sociales derivados de la exposición a estas sustancias son abrumadores. Se estima que los gastos relacionados con problemas de salud atribuidos a los PFAS oscilan entre 52.000 y 84.000 millones de euros anuales en Europa, sin contar los costos ambientales y de remediación de suelos y cuerpos de agua contaminados.
Fuentes de contaminación y difusión
Las principales fuentes de emisión de PFAS incluyen la producción de fluoropolímeros, la fabricación de textiles impermeables y el uso de espumas de extinción de incendios.
También pueden liberarse a través de residuos industriales, plantas de tratamiento de aguas y la incineración de productos que los contienen.
Regulaciones y alternativas
En respuesta a la creciente preocupación, la Unión Europea ha propuesto restricciones más estrictas sobre estos compuestos, incluyendo la eliminación progresiva de usos no esenciales y la promoción de químicos "seguros y circulares por diseño".
Sin embargo, la regulación sigue siendo limitada, especialmente en textiles importados y en sectores específicos donde las alternativas a los PFAS aún no están disponibles.
La industria textil es una de las principales consumidoras de PFAS, usándolos para fabricar ropa impermeable y textiles de alto rendimiento.
Se estima que los textiles representan el 35% de la demanda mundial de PFAS, lo que plantea un reto importante para la economía circular en Europa.
La identificación y eliminación de estos compuestos en textiles usados y reciclados sigue siendo un desafío técnico y económico.
El futuro de los PFAS
La eliminación total de los PFAS es una tarea compleja que requiere la colaboración entre gobiernos, industrias y consumidores.
Si bien las iniciativas regulatorias están avanzando, es fundamental que los ciudadanos tomen un papel activo reduciendo su exposición a estos compuestos.
A medida que la investigación sobre los PFAS avanza, se hace evidente que su legado en el medio ambiente y la salud humana perdurará por décadas.
La solución no solo radica en restringir su uso, sino también en abordar el problema desde su origen: la necesidad de materiales más seguros y sostenibles en nuestra vida cotidiana.