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Tinder se inspiró en un experimento de Skinner de los años 40

Así lo explica una periodista estadounidense en su reportaje para HBO Swiped: Hooking Up in the Digital Age.

Así lo explica una periodista estadounidense en su reportaje para HBO Swiped: Hooking Up in the Digital Age.
Un experimento con palomas es la base de la adicción que producen apps como Tinder. | Alamy

No es ningún secreto que las aplicaciones de contactos y citas como Tinder son adictivas… Los usuarios pueden pasar horas sumergidos en ellas sólo para sentir la dopamina y la sensación de aceptación que conlleva una coincidencia (un match). Un reciente estudio desvelaba que aproximadamente la mitad de los millennials utilizan este tipo de aplicaciones sin la intención real de contactar (ni siquiera con un mensaje) con aquellas personas con las que habían obtenido un mayor porcentaje de coincidencias.

Pero, ¿por qué son tan adictivas este tipo de apps? Parece que la respuesta podría estar en un experimento social de los años 40, que incluía palomas y juegos de azar…

La periodista Nancy Jo Sales profundizó en el fascinante mundo de las citas online para su documental de HBO Hooking Up in the Digital Age. En este revela una conversación que tuvo con Jonathan Badeen, cofundador de Tinder, en la que admitía que la inspiración para el desarrollo de esta app provino de un experimento del que escuchó hablar durante una clase de psicología en la Universidad.

El experimento que mencionaba Badeen fue realizado en 1948 por un Burrhus Frederic Skinner, profesor de psicología y filósofo social de la Universidad de Harvard que también fue el responsable de enseñar a los gatos de sus hijos a tocar el piano e inventar un extraño artilugio en forma de caja para sostener a los bebés llamado baby-tender. Su teoría principal era el condicionamiento operante. Este concepto se basa en la idea de que el comportamiento está determinado por un sistema de castigo y recompensa (o refuerzo negativo y positivo).

Para probar el concepto, Skinner entrenó a un grupo de palomas hambrientas para que creyeran (mediante picoteos aleatorios) que podían conseguir que el dispensador de alimento suministrara el alpiste. Esto, lógicamente, las animaba a picotear más. Es más, muchas de las palomas comenzaron a picotear en patrones específicos (algo similar las conocidas rutinas o supersticiones de algunos deportistas para tener suerte en un partido o competición).

Las palomas, sin embargo, no tuvieron mucha suerte… Su picoteo "supersticioso" de poco sirvió. En realidad, la comida era suministrada en momentos aleatorios, sin relación alguna con su picoteo o cualquier otro patrón de comportamiento. Pero esto no les impidió seguir picoteando…

"Esto es lo que es Tinder", dijo Sales. "Es como si la paloma se convirtiera en jugador, porque cuando picotea y consigue comida, se aburre, así que picotea y picotea, no sabe cuándo va a conseguir la comida. Puede que lo consiga, puede que no. Simplemente quiere jugar al juego", añade.

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