Muchas son las razones por las cuales el nuevo iPad constituye un verdadero atractivo para un nuevo cliente, para el poseedor de algún otro iPad o para el no iniciado en las tabletas, que ve en Apple la diferencia que le hará decidirse. Pero también, algunas son las razones por las que cualquiera de los anteriores podría inclinarse a no dar el paso o permitirse el capricho.
Desde su lanzamiento, hace un par de semanas, mucho se ha hablado y especulado sobre las características técnicas del nuevo modelo de la empresa americana, siendo la alta temperatura del aparato -a pleno rendimiento eso sí- la principal baza para los mayores detractores del invento, que de ningún modo ha hecho temblar, ni por un momento el éxito de su lanzamiento. Ya en la primera semana ha alcanzado la friolera de más de 3 millones de unidades vendidas en Estados Unidos, como si de una súper producción cinematográfica de Spielberg se tratara, Apple ha logrado una abultada cifra de ventas, que hace honor a sus casi 100.000 millones de dólares en beneficios que atesora, y que ha decidido repartir una parte sustancial entre su accionariado.
En España, este viernes, horas antes de abrir sus puertas un conocido y céntrico centro comercial de la capital, los más ávidos por poseer el nuevo ingenio de la marca de la manzana ya hacían cola a la entrada del establecimiento. Tal vez una expectación provocada a modo de imitación a aperturas similares en Estados Unidos -hay quien diría que lo tienen todo pensado- o un consolidado fanatismo hacia el aparato que ha calado también en nuestro país. Habrá que esperar a conocer el dato de número de iPads vendidos y poder hacer una valoración comparativa más realista y completa.
Lo cierto es que, el arma principal con que cuenta el nuevo iPad para convencer a los indecisos y afianzar a los seguidores, es la pantalla. Un verdadero regalo a la vista. Y no es para menos, ya que gracias a la tecnología Retina Display, la definición es superior a la de una televisión Full HD de 32 pulgadas y en un tamaño muy inferior. No es de extrañar que los directivos de Microsoft vean tambalearse, por momentos, los cimientos de su compañía, llegando incluso a prohibir a sus empleados comprar productos de Apple con fondos de la empresa. Eso que se ahorran también.