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Chats de sexo, palomas y el Gordo de la Lotería

Señores,

El conocido conductista pensilvano Burrhus Frederic Skinner (20 de marzo de 1904 - 18 de agosto de 1990) se dedicó en su vida a encerrar a centenares de palomas y a su propia hija bebé en angostas cajas, y a proporcionarles placer y dolor en función de las palancas que éstas apretaban con sus manitas rosadas y glabras. Según Skinner, el organismo vivo se encuentra en constante operación con el medio ambiente, produciéndose con él un flujo-reflujo de acción y reacción. Durante esta operatividad, el organismo se encuentra con unos estímulos determinados, los reforzadores, que por causar sensación positiva en los seres vivos, tenían la capacidad de incrementar el operante, es decir, el acto que provocaba dichos estímulos. A efectos prácticos, Skinner proporcionaba una bolita de comida a la paloma cada vez que ésta pulsaba en una palanca, consiguiendo de este modo que la paloma estuviera todo el día pulsando la palanca de forma compulsiva. Esta era la versión más sencilla del experimento, pero hubo múltiples variaciones: palancas sádicas que daban descargas eléctricas, palancas que sólo daban comida cuando una luz estaba encendida, palancas conectadas a la zona del cerebro causante del placer, palancas que sólo daban comida una de cada cinco veces... Skinner también se dedicó a negar comida a las palomas ya adiestradas, hasta que estas se cansaban y se dedicaban a hacer cualquier otra cosa más productiva: A esto se le llamó extinción del condicionamiento operante. El summun de la sofisticación consistió en el diseño de programas variables, que daban comida, pongamos, la primera, octava, segunda, décima vez, así en un ciclo seguramente muy desconcertante y frustrante para la paloma, pero también muy adictivo.

Este mecanismo, que se emplea para educar tanto a perros como delfines y a niños, se utiliza también de forma cotidiana en los juegos de azar. No hay ejemplo más claro que el de un ciudadano enardecido pulsando botones en una máquina tragaperras: él es la esencia de la paloma skinneriana picoteando palancas: un cuerpo caliente repitiendo movimientos a la espera de un premio. Las máquinas de azar tienen en sus entrañas un programa variable complejo, estudiado a conciencia para proporcionar a la paloma humana en cuestión su premio en una cadencia suficiente como para no llegar a la extinción de su condicionamiento. No obstante, los juegos de azar tienen una suerte adicional que constituye una sorprendente vuelta de tuerca: el ser humano tiene un mencanismo de aprendizaje tan refinado que es capaz de valorar como propio el premio o el castigo en carne ajena. Así, aunque sepamos claramente que la lotería nacional no toca, el hecho de ver a cuatro celebrantes en televisión empapándose de cava -ahora está prohibido decir "champán", como se decía en mi época- refuerza el condicionamiento en el palomo humano de forma casi tan eficaz como si fuera él mismo el receptor del premio. Los seres humanos, pues, se condicionan de un modo extraordinariamente sencillo por la mera observación, y pueden llevar a cabo las conductas más peregrinas simplemente por si me pasa a mi como a aquel señor de Murcia.

Pues bien, este mecanismo es el mismo que explica el éxito de los chats de sexo, y también su mecánica. Los chats de contactos tienen todos el mismo aspecto, decenas y decenas de usuarios siempre diciendo lo mismo, reiterando las frases cada pocos instantes, en apariencia hipnotizados en un ciclo eterno. Nunca se habla de nada, sólo se repiten sentencias una y otra vez. Además, de todos es bien sabido que el ratio de mujeres es de uno cada cuatro mil millones de hombres, aproximadamente. No obstante, no es raro acceder a cualquier hora y verlos poblados de machos consumidos de deseo. Al igual que las palomas que pulsan palancas, los hombres, seducidos por la remotísima posibilidad de acceder a trato carnal, son capaces de dedicar horas, horas y más horas a la simple repetición de frases -es decir, a pulsar palancas ellos también-. Lo aleatorio del éxito en un chat de contactos -que depende de que se conecte una mujer, que esté de humor, y de que uno sea lo suficientemente hábil y atractivo como para destacar entre la turba y ganarse su confianza- hacen que éste sea, al igual que la lotería de navidad, un claro ejemplo de programa de refuerzo variable. Una tarea que consume tiempo y energía y no aporta un beneficio claramente discernible se convierte pronto en un suplicio. Pero una tarea reiterativa y onerosa con una remota posibilidad de éxito se convierte pronto en una adicción.

Azarosamente,

Fabián, su Chico Lotero

Fabián C. Barrio es niño de San Ildefonso

 

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comentarios
1 Donatien, día

Es verosimil lo que cuenta. Muchas gracias por compartirlo, como siempre sus escritos tienen un fondo sociologico o psicologico muy denso, pero son muy entretenidos de leer. Aprendo mucho con usted.

2 Mienmano, día

Eso mismo le digo yo a las chicas en los chats de sexo para ligar. Tampoco funciona.

3 Pablo1, día

Recuerdo una vez un compañero de trabajo, asiduo de los chats de "encuentros" (que queda más fino que chat de sexo), me decía que era una manera de tener sexo gratis. Le dije: 100 € de tren, 200 € de dos noches de hotel, 200 € de desayunos, comidas y cenas para dos, y otros 150 € en copas y demás golosinas... Cayó en la cuenta de que le salía más barato acudir a profesionales del ramo.