
El niño no quiere el plato de brócoli a la hora de la comida, pero en la merienda pide Nutella y se come sin rechistar las patatas fritas de bolsa. ¿Por qué? Hay cientos de motivos que pueden influir en la actitud del pequeño. De hecho, el sobrepeso y la obesidad infantil se deben a múltiples factores, a menudo enlazados entre sí. Confluyen causas genéticas, hormonales, influencias ambientales y estilo de vida.
Sin embargo, en muchas ocasiones, lo que más influye es el estilo de vida y el ejemplo que los padres dan a sus hijos. Si un mayor no come brócoli, o verdura y fruta en general, difícilmente su hijo va a pensar que eso está rico si no lo ve en casa. Esta prevalencia tiene graves consecuencias sanitarias y es uno de los problemas más graves de principios del siglo XXI. Para ser más exactos, ya se calificó como pandemia en la 57ª Asamblea de 2004 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que cifra en 170 millones los menores de 18 años que tienen sobrepeso. En algunos países, el número se ha triplicado desde 1980 y cada año se va a peor.
En la actualidad, en España el exceso de peso afecta al 40% de los niños de entre seis y nueve años, en datos del Ministerio de Consumo y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición. Además, como bien remarcan los expertos, el problema radica en que "los niños insanos de hoy son los adultos enfermos de mañana".
¿Por que no quiere comer frutas o verduras un niño?
- Su paladar no está acostumbrado a algunos sabores, especialmente los más intensos
- La textura de algunas frutas puede resultarle incómoda
- Puede parecerle aburrido el mundo de la fruta o de la verdura
Cosas para vivir la alimentación de los hijos con menos angustia
Cada niño tiene un ‘estilo de alimentación‘, igual que cada persona nace con un temperamento determinado. Es decir, hay niños inapetentes, que parece que les da lo mismo comer que no comer. Los hay con un apetito envidiable, que disfrutan comiendo, que gustan de probar sabores y texturas nuevos. Hay otros más caprichosillos, los ‘pequeños sibaritas’. Por esto es importante tampoco forzar al niño a comer sino dejarle la comida en el plato y que se gestione qué quiere y en qué cantidad. Además, es importante tampoco angustiarse ni compararlo con otros niños.
Si no se come toda la verdura o hay una fruta que no quiere, no pasa nada porque de hambre no se van a morir. El instinto de supervivencia es el más primitivo y poderoso del hombre. Así que los peques, aunque parezca increíble y los padres lleguen a pensar que es imposible que sobrevivan comiendo solo una aceituna y dos galletas, no van a morirse de hambre.
Lo que le pasa es habitual: que le cueste probar cosas nuevas, que se aferre al pecho o al biberón y que no quiera cuchara, que coma poquito o sólo ciertos alimentos. Es algo de lo más normal entre los bebés que se están introduciendo en la alimentación sólida y no implica que los padres estén haciendo algo mal. Forma parte del proceso de desarrollo y a veces no es tan fácil como lo pintan en los libros o manuales de pediatría. Que no lo coma hoy no significa que no lo comerá mañana.
Hay ‘crisis de crecimiento’. Son temporadas o determinadas épocas en las que hay un descenso del ritmo del crecimiento o cambian las demandas del organismo, y el niño tiene menos hambre. Y sí, a veces con cantidades ínfimas se quedan llenos y tan ricamente.
Además, una de las maneras en que los niños expresan el estrés ante los cambios es la comida. Las primeras semanas de guardería puede que el pequeño coma menos o esté más caprichoso, por ejemplo. En ocasiones puede producirse una instrumentalización de la comida, es decir, que el niño aprenda a ‘usar la comida’ como castigo, premio, o para mostrar sus emociones.
Trucos para hacer apetecible la fruta y la verdura
- Que le entre por los ojos
Los niños están acostumbrados a jugar constantemente y pueden ver el momento de comer como algo aburrido. ¿Solución? Transformar la comida en algo divertido, algo muy sencillo con un poco de imaginación. Por ejemplo, puede hacerse cortando trozos inspirados en formas de estrellas o distribuyendo los alimentos haciendo un dibujo sobre el plato.
- Predicar con el ejemplo
Cuando se habla de salud y estilo de vida todo el mundo algo que hacer y las pequeñas acciones del día a día son las que inician los grandes cambios. El papel modelo de los padres es lo que más impacta en niños y adolescentes, esto es porque no se puede pretender que los hijos coman fruta y verdura si en la despensa y en la nevera del hogar familiar no hay este tipo de productos. Lo primero que hay que hacer es reconocer cómo de sana es la alimentación de los adultos y hacer esos cambios necesarios. Ser ejemplo suena fácil pero no es tan sencillo de implementar. Hay que planificar y comprar, implica coherencia entre lo que se transmite y lo que se hace.
- Lejos de la publicidad
Ya que, por norma general, la publicidad que sale en la televisión suele ser de productos ultraprocesados que no deben ser de consumo habitual y está enfocado de manera atractiva para los más pequeños, lo mejor es alejarles de esto. ¿Cómo puede hacerse? Limitando las horas de pantallas y publicidad a las que se exponen los hijos. El motivo es que hay mucha evidencia científica que invita a invertir en una alimentación sana desde pequeños, alejándoles de ultraprocesados y acercándoles a frutas y verduras.
De hecho, la educación para la salud es la gran asignatura pendiente del sistema educativo, bajo el punto de vista de los especialistas: "Los críos viven en un ambiente obesogénico, que no invita en nada a una alimentación saludable". Hay mucha información confusa. Además, el modo de vivir de la sociedad actual, tan falto de tiempo, tampoco ayuda a que los chavales realicen actividad física ni en el colegio ni durante las actividades extraescolares.
- Ni premio ni castigo
Hay que ser más combativos como padres, porque lo que importa es lo que ocurre en casa. El mensaje en el hogar sobre lo que es sano y lo que no debe ser muy claro. Aquí esto no se consume, aunque los abuelos un día les den Nocilla, porque no se puede vivir permanentemente en restricción. Lo importante es aprender a distinguir entre lo que es bueno como consumo habitual y lo que es mejor dejarlo para alguna ocasión especial.
Al igual que con las mascotas, tampoco se debería de premiar o castigar con la comida. El ambiente de comida en familia está demostrado que es promotor de la salud para los padres y también para los hijos. Disminuyen los trastornos alimentarios en la adolescencia y mejoran sus decisiones como niños. Hay que recuperar ese rato cordial, hablando todos en la mesa sin televisión de fondo y con comida sana en el plato.