Muchos fármacos antineoplásicos empleados en el tratamiento contra el cáncer producen cardiotoxicidad o daño en el músculo cardíaco. De hecho, un tercio de los pacientes oncológicos pueden desarrollar una patología cardiovascular. Aunque todo depende de numerosos factores, como la edad del paciente o si previamente padecía una patología cardiovascular, así como la coexistencia de distintos factores de riesgo cardiovascular o del tipo de cáncer y el tratamiento antitumoral que se esté siguiendo.
"Un estilo de vida cardiosaludable que incluya la abstinencia del consumo de tabaco y alcohol, el ejercicio físico regular y una dieta mediterránea son los grandes aliados en la prevención de la cardiotoxicidad", destaca el doctor José Ángel Cabrera, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, que añade que la toxicidad cardiaca derivada de los tratamientos oncológicos puede manifestarse de diferentes formas: "Entre las más frecuentes encontramos el aumento de la presión arterial, la reducción de la fuerza del corazón, o la insuficiencia cardiaca, así como el aumento en el riesgo de trombosis, de arritmias o de problemas en las arterias coronarias".
Qué puede indicar que hay cardiotoxicidad
Quienes mayor riesgo corren en este sentido son aquellos que desarrollan toxicidades sintomáticas, prosigue el especialista, indicando que como predictores del riesgo de sufrir una insuficiencia cardíaca se encontrarían: la elevación de la troponina o de los péptidos natriuréticos, así como un incremento de un strain global longitudinal o la fracción de eyección del ventrículo izquierdo, dado que suelen aumentar como consecuencia de la cardiotoxicidad.
En este sentido, el doctor Borja Ibáñez, cardiólogo de la Fundación Jiménez Díaz, y director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), resalta que las estrategias de cardiooncología son actualmente una de las prioridades de la Sociedad Europea de Cardiología. "Necesitamos mejorar nuestro conocimiento sobre los mecanismos de toxicidad cardiovascular para facilitar estrategias de prevención personalizadas", defiende este experto.
"Se trata de evitar la toxicidad cardiovascular o identificarla en fases precoces o potencialmente reversibles, puesto que sus consecuencias pueden ser nefastas. Por ejemplo, si el paciente se encuentra en pleno tratamiento, se limitan sus opciones para curarse, al tiempo que se le excluye de posibles ensayos clínicos, o bien puede empeorar su pronóstico", afirma la doctora Teresa López-Fernández, cardióloga del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid y coordinadora del grupo de cardiooncología de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Qué aumenta el riesgo
Cuenta que el cáncer y el corazón comparten factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes o la obesidad, lo que a su vez aumenta el riesgo de desarrollar ambos problemas. "Además, algunos tratamientos oncológicos se asocian a efectos secundarios cardiovasculares durante o después del tratamiento", explica la también directora del congreso CardioTox, una jornada pionera dedicada a la investigación en cardiooncología que cuenta con el aval de la Sociedad Europea de Cardiología, y que se celebró recientemente en el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.
Actualmente, el doctor Raúl Córdoba, coordinador de la Unidad de Linfomas de la Fundación Jiménez Díaz, y codirector de CardioTox 2024, sostiene que las estrategias de cardiooncología están enfocadas a conseguir que los pacientes completen sin problemas cardiovasculares el tratamiento establecido por los oncólogos y hematólogos.
"Para conseguirlo es necesario evaluar el riesgo que tiene el paciente de desarrollar complicaciones a causa de los tratamientos antitumorales, optimizar el control de los factores de riesgo y la posible cardiopatía preexistente, así como organizar estrategias personalizadas de prevención y vigilancia del tratamiento", remarca este especialista.
En este sentido, precisa que los equipos de cardiooncología se encargan de realizar una valoración cardiovascular completa antes del tratamiento oncológico, con el objetivo de identificar a los pacientes más vulnerables y que van a necesitar una vigilancia más estrecha.