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Windows 8: una revolución que se queda a medio camino

Microsoft ha cambiado el interfaz de usuario de Windows, al que estamos acostumbrados desde hace años. ¿El nuevo es sencillo? ¿Funciona?

Microsoft ha cambiado el interfaz de usuario de Windows, al que estamos acostumbrados desde hace años. ¿El nuevo es sencillo? ¿Funciona?
La pantalla de inicio, la nueva forma de arrancar aplicaciones en Windows 8

Como suele suceder, parece que Microsoft ha sido la última en llegar a la revolución de las tabletas. Sin embargo, planeó convertir Windows en un sistema operativo táctil en 2009, antes de que Apple lanzara el iPad y que todos nos diéramos cuenta de que para la mayoría de la gente una tableta era suficiente ordenador para la mayoría de sus tareas. Pero los ciclos de desarrollo de tres años es lo que tienen.

En cualquier caso, Windows 8 supone el mayor cambio de interfaz de usuario desde Windows 95. La duda que nos ha creado a todos era si un interfaz pensado para ser usado poniendo el dedazo en la pantalla sería eficaz con el teclado, ratón y monitor separados de toda la vida. La idea que intentaba transmitir Microsoft es que el escritorio tradicional seguía ahí, como una aplicación más que podíamos ejecutar desde la nueva pantalla de inicio. Creo que es más sencillo entender Windows 8 para los usuarios de toda la vida pensando en que al escritorio de siempre le han quitado el botón de Inicio y lo han convertido en una pantalla completa. En cualquier caso, ambas cosas son ciertas, y ahí reside la principal debilidad del sistema operativo, su evidente carácter de producto de transición.

En Windows 8 hay dos formas de trabajar. Una es la de toda la vida. Tenemos el escritorio, tenemos nuestras ventanas y ejecutamos las aplicaciones bien desde la barra de tareas, bien desde la nueva pantalla de inicio. La otra forma de trabajar es mediante el nuevo interfaz táctil que, después de todo, no se maneja nada mal con ratón. Abrimos la pantalla de inicio y ejecutamos aplicaciones Metro a pantalla completa, usando lo que Microsoft llama Edge UI para cambiar de tarea o volver de nuevo a la pantalla de inicio. Las dos formas de usar el ordenador funcionan correctamente. El problema está en que con mayor o menor frecuencia todos mezclaremos ambos modos de trabajar, y eso ya no está tan conseguido.

Casi todo por duplicado

Tener un sistema operativo con dos interfaces de usuario distintas significa, en muchos casos, disponer de dos aplicaciones para hacer la misma tarea, cada una de ellas adaptada a un interfaz. Así, por ejemplo, si queremos ver un vídeo podemos usar la nueva aplicación Video o el reproductor de Windows Media de toda la vida. Para configurar el ordenador tenemos el panel de control de siempre o una nueva aplicación de Configuración accesible desde el interfaz Metro, con menos opciones, eso sí. Internet Explorer 10 está disponible para ambos sistemas. Y... bueno, creo que ya lo van cogiendo.

Las aplicaciones Metro más comunes son sencillas, fáciles de utilizar y generalmente con menos funcionalidad que las de escritorio. Por ejemplo, Video no permite cambiar el volumen, obligando a cambiar el del ordenador en general, y la aplicación Mensajería no permite buscar contactos. Los usuarios de tabletas las encontrarán adecuadas, sin duda, pero quedan un poco cojas viniendo de un ordenador con aplicaciones maduras y que llevan muchos años en el mercado.

Windows 8 permite dividir la pantalla entre dos aplicaciones Metro.

El interfaz Metro es bastante cómodo y sencillo de entender, pero no tan fácil como parece pensar Microsoft. Durante el proceso de actualización desde Windows 7 –el único por ahora a la venta a un precio de 30 euros, que es de esperar lleve a muchos a legalizar sus ordenadores–, sólo se nos informa de que llevando el ratón a la esquina superior derecha invocaremos el menú de accesos, desde el cual podemos acceder a la pantalla de inicio o realizar cuatro tareas... de las que no nos cuentan nada. Pero ni siquiera nos comunican que en la esquina superior izquierda se despliega una barra en la que podremos cambiar de aplicación. O que existe una forma de usar dos aplicaciones a la vez. Nada de esto es muy difícil de hacer, pero parece que la instalación hubiera sido el momento de explicarlo a unos usuarios acostumbrados desde hace más de una década a una forma concreta de trabajar, distinta a esta. Porque nadie se lee las instrucciones.

Realmente, lo peor del interfaz lo sufriremos ese escaso 15% que empleamos más de un monitor con nuestro ordenador. Invocar cosas llevando el ratón a una esquina está bien, porque el ratón se queda en la esquina. Pero cuando tenemos más de una pantalla el ratón no se queda en la esquina sino que avanza al siguiente monitor. Microsoft ha intentado solucionar el problema colocando pequeñas "trampas" que atrapan el ratón cuando lo acercamos a dicho objetivo, pero desgraciadamente no son tan potentes como para alcanzar su objetivo. Sospecho que perderemos mucho tiempo colocando el ratón en el sitio adecuado. Por otro lado, no se pueden ejecutar varias aplicaciones Metro, una por pantalla, lo cual resulta a veces un poco frustrante. Aunque, eso sí, la barra de tareas ahora se ve en todas las pantallas.

Hablemos de lo importante: ¿y el buscaminas?

La bomba informativa es que el nuevo Windows 8 no tiene buscaminas. Ni solitario. Pero antes de llevarnos las manos a la cabeza, conviene hacer algo muy aconsejable cuando no veamos una aplicación de Windows: buscar en la nueva Tienda. Ahí encontraremos estos dos demandadísimos juegos, en versión Metro y con un montón de nuevas opciones, como desafíos diarios y nuevos modos de juego.

Como ven, se ha hecho un intenso trabajo de campo para este análisis.

La Tienda de Windows es... como todas las tiendas de aplicaciones. Posiblemente el bajo precio de Windows 8 sea debido a que Microsoft quiere una adopción lo más rápida posible para empezar a ingresar el porcentaje que se lleva de la venta de cada aplicación. Las aplicaciones estarán más controladas que las de Android, para evitar problemas de seguridad, pero menos que Apple, lo que permitirá contenido subido de tono.

En cualquier caso, la carencia con mucho más importante, por lo que supone de paso atrás, es que el nuevo Windows no sólo no soporta la reproducción de Blu-ray, sino tampoco de DVD. Es necesario comprar el Windows Media Pack, que por una oferta es ahora mismo gratuito, o una aplicación de terceros para poder ver DVD. Y de Blu-Ray ni hablamos. Ahí sí es obligatorio hacerse con PowerDVD o un programa similar.

¿De qué hablaríamos sin el cambio de interfaz?

Microsoft ha lanzado un montón de versiones de Windows sin cambiar significativamente de interfaz de usuario, y siempre hemos tenido novedades que comentar. De hecho, el mayor cambio que había hecho hasta ahora fue la barra de tareas de Windows 7 y el interfaz de cinta que arrancó en Office y ha trasladado poco a poco a todo lo demás. Ambos cambios, por cierto, obra de Steven Sinofsky, también responsable de este nuevo Windows.

Uno de los lugares donde llega la cinta en Windows 8 es el Explorador, una aplicación sólo disponible en su versión de escritorio, y que de este modo facilita el acceso a las funciones más comunes. La ventana de copia de ficheros sí que ha cambiado mucho, y para mejor, permitiendo pausar y encolar operaciones. Además, es más rápida y un error no frena la operación entera. Básicamente, ahora disponemos de forma nativa lo que ofrece Teracopy.

Hacía mucho que era necesario un cambio en la copia de ficheros y por fin ha llegado.

El administrador de tareas también ha cambiado para mejor. Viene en dos variedades: una es la sencilla, la que usará la mayoría, y que simplemente lista las aplicaciones abiertas para que podamos cerrarlas si dan problemas. La otra, accesible al pulsar "más detalles", muestra una lista de procesos, pero ordenados, de modo que sabemos cuáles son servicios y cuáles aplicaciones, y a qué programa pertenecen.

Windows 8 es capaz de crear una imagen del sistema operativo en un USB, con las características y configuración que tengamos en nuestro Windows, y que podremos ejecutar en cualquier ordenador suficientemente potente. Esto permitirá, por ejemplo, que podamos trabajar en casa con el Windows del trabajo, incluyendo el acceso a recursos privados de la empresa, sin necesidad de instalar nada en ningún otro ordenador.

Por último, el nuevo sistema de Microsoft es capaz de crear espacios de almacenamiento con varios discos duros, tratándolos como una única unidad y ofreciendo la redundancia que el usuario prefiera, para ofrecer mayor seguridad y fiabilidad. E incorpora un nuevo sistema de copia de seguridad llamado Historial de Archivos sospechosamente parecido al Time Machine de Apple.

En general, no cabe duda de que la preocupación por los errores cometidos con Vista sigue presente. Este nuevo Windows no sólo arranca y se apaga más rápido: Internet Explorer 10 va como una bala y en otras tareas parece algo más rápido, aunque tampoco mucho. También consume menos memoria. Pero aunque ha mejorado en esos aspectos, el cambio no es tan notable como el que supuso su antecesor.

Un Windows de transición

La sensación que deja Windows 8 después de haberlo probado una semana es agridulce. Por un lado hay que quitarse el sombrero ante el valor demostrado por Microsoft y Sinofsky, sin duda el directivo que más ha hecho por cambiar la imagen de la compañía como una suerte de ministerio burocratizado incapaz de cambiar de rumbo. Pero si Windows 7 me convenció desde el principio, Windows 8 tiene algunos fallos que me hacen dudar. El nuevo interfaz funciona, y lo hace generalmente bien; el antiguo también: es la mezcla lo que resulta insatisfactoria.

El antiguo escritorio sigue ahí, aunque sin botón de inicio abajo a la izquierda.

Por poner un ejemplo, si se usa Outlook para el correo, no se pueden enviar mensajes desde ninguna aplicación Metro. Al contrario, si estamos en el Explorador –que, recordemos, sólo existe en versión de escritorio– y queremos enviar algún fichero por correo, no podremos hacerlo directamente desde la nueva aplicación Correo en el interfaz Metro, sino que deberemos usar Outlook u otra aplicación de escritorio. Una de las acciones disponibles en el menú de la derecha es "Compartir", que nos permite enviar cosas por correo electrónico o redes sociales. Pero sólo si empleamos aplicaciones Metro, no de escritorio. Los dos mundos tienen serios problemas de comunicación entre sí.

Hay cosas aún peores. Las aplicaciones Metro tienen muy serias restricciones de seguridad. Por ejemplo, no pueden abrir ficheros si el usuario no lo ha comunicado explícitamente con alguna acción o están en alguna de las librerías predeterminadas. De modo que si, por ejemplo, metemos en un directorio cualquiera unas imágenes y queremos verlas con la aplicación Metro que por defecto está asignada a las mismas no podremos ir adelante o atrás para verlas una detrás de otra. O las vemos con la aplicación de escritorio o metemos el directorio en la librería de Imágenes.

Los iconos Metro permiten mostrar información sin necesidad de abrir las aplicaciones. Por ejemplo, en una aplicación de correo electrónico, el número de mensajes pendientes, o incluso algo del contenido de los que nos quedan por leer; en una de noticias pueden ir mostrando titulares. Pero las aplicaciones de escritorio no pueden tener este tipo de iconos dinámicos.

Este tipo de limitaciones pueden parecer una tontería, pero son muy serias cuando se trabaja, aunque sea poco, con el escritorio tradicional. Al final lo más probable es terminar empleando sólo aplicaciones tradicionales, y evitar en casi todos los casos las aplicaciones Metro, incluso cuando éstas son la mejor opción. Y no era eso lo que pretendía Microsoft, sino más bien lo contrario: que poco a poco dejáramos de lado el viejo escritorio y abrazáramos las nuevas formas de trabajar.

La mejor noticia, en cualquier caso, es que no parece que ninguno de estos problemas sea imposible de solucionar en futuras versiones. Y es que aunque Windows sea el sistema operativo de referencia en el mundo de los ordenadores tradicionales y Android e iOS en el de las tabletas y móviles, no existía nada para sistemas más híbridos, tabletas a las que se puede acoplar un teclado físico y nos permita trabajar con ellos como hacemos con un ordenador. Existe una necesidad real de este tipo de dispositivos. Por poner un ejemplo, un artículo tan largo como éste jamás podría escribirse en una tableta, pero quizá sí en una equipada con un teclado de verdad.

Windows 8 es la mejor respuesta a esa necesidad, y no es de extrañar que Microsoft haya lanzado Surface como avanzadilla de este tipo de dispositivos. La duda es si la demanda para ellos será suficiente. Si crece durante los próximos años, Microsoft volverá a estar en la brecha, luchando por el futuro y porque volvamos a hacerle un poco de caso.

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