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La Internet "lombriz": servicios sin servidores

Amazon, Google y Microsoft ya apuestan por un modelo sin servidores permanentes.

Cuando era niño, hace ya algunos años, uno de los pasatiempos que nos generaban más entusiasmo consistía en buscar lombrices entre la tierra del patio, cortarlas en varios trozos y observar, con fascinación científica, cómo cada uno seguía moviéndose como si nada. Si algún neoecologista de salón está leyendo esto, probablemente esté a punto de redactar su manifiesto de indignación en X. ¡Qué niños más crueles! ¡Torturar a las pobres lombrices!

Para su tranquilidad, frustraré su inquina por la sostenibilidad aclarando que lo que hacíamos no era sadismo infantil, sino vivir la pura naturaleza, esa que no se puede experimentar ni en un salón ni criticando delante de la pantalla de un smartphone. Porque esas criaturas —las lombrices— tienen una capacidad extraordinaria: pueden regenerarse. Es su forma natural de reproducción: de cada trozo surgirá una nueva lombriz completa. Así de extraña es la naturaleza. Casi tan extraña como la mente de algunos ecologistas de salón.

Pero vayamos a la cuestión: ¿qué tiene que ver una lombriz con Internet? He pensado en esta analogía para describir una Internet sin servidores. Se denomina "arquitectura serverless" a una forma de desplegar la infraestructura que sustenta los servicios de Internet sin necesidad de los famosos "servidores" que se "caen", se saturan, son atacados, etc. En realidad no es que desaparezcan los servidores, sino que dejan de estar encendidos permanentemente en alguna ubicación, muchas veces desconocida. Así, en la "Internet lombriz", cuando accedemos a una app o página web, un pequeño trocito de servidor "se despierta", nos atiende y después se vuelve a apagar. El código "duerme" hasta que uno lo necesita. Como el genio de la lámpara: al hacer clic, aparece, cumple nuestro deseo y se esfuma. Más eficiente, más barato y más sostenible.

Las ventajas son obvias: con la arquitectura serverless, el servicio escala solo. Da igual si una app la utilizan diez usuarios o diez millones. Además, el proveedor paga solo por el uso real del hardware, lo que se alinea con los modelos de grandes proveedores de nube como Google, Amazon y Microsoft. Si no se utiliza el servicio, no les cobran. Y, por último, no es necesario preocuparse por gestionar servidores, parches, actualizaciones y demás dolores de cabeza digitales.

Pero lo verdaderamente revolucionario es el modelo mental. Esta nueva Internet hace uso de la esencia original de la red de redes, distribuida, sin jerarquías, sin censura. Huye del modelo "torre de control" al que nos han venido sometiendo algunos países e instituciones durante la última década para volver al modelo de "enjambre". La Internet lombriz no es una red jerárquica, sino una colección de funciones sueltas que se activan cuando toca y desaparecen cuando no hacen falta. Como una lombriz cortada en dos, que sigue moviéndose, cada parte de esta red actúa por sí misma y a la vez es parte de un todo. Es resiliente. Es elástica. Es distribuida.

¿Si una parte falla? Pues otra entra en juego. ¿Y si se satura una región? Pues otra responde. ¿Y si hay un gran apagón? Pues los trozos aíslados que sobrevivan se autogobiernan para dar servicio. Esto no es solo eficiencia. Esto es resistencia. Ya no se puede atacar un servidor central para tumbar un servicio, porque no hay cabeza que cortar. Entramos en la era de la Internet que no duerme, pero tampoco permanece encendida. Solo se activa cuando uno la necesita.

Por qué tienes que estar preparado para otro gran apagón

¿Le suena a ciencia ficción? Pues ya está aquí. Amazon, Google, Microsoft… todos ofrecen ya estas soluciones. Se usan en aplicaciones móviles, en webs, en automatización, en análisis de datos. Y mientras usted lee esto en su pantalla, probablemente varias funciones serverless han sido activadas y desactivadas sin que ninguno nos hayamos enterado.

Mi metáfora de la lombriz puede parecer grotesca, pero es precisa. La Internet lombriz es la Internet que no se rompe al ser fragmentada. Que no depende de ningún segmento o nodo central. Es una Internet viva, reactiva, flexible. Y sí, es el futuro. Un futuro sin cabezas que controlar, sin estructuras que colapsar, sin centros que monopolizar.

¿Será también una Internet más libre? Eso ya depende de cómo se use. Pero de momento, la lombriz avanza. Y no hay quien la pare, aunque algunos estén afilando sus cuchillos.

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