Pues yo creo que es una cuestión de práctica. Soy maestra y cada curso escolar tengo entre 50 y 75 nuevos alumnos (algún año he llegado a tener 100). El primer día de curso me aprendo el nombre de los que más llaman la atención: porque se portan peor, porque tienen alguna peculiaridad física que los hace diferentes o porque participan más. El segundo día incito a participar a aquellos de quienes aún no recuerdo el nombre, y el tercer día, como norma general, me sé los nombres de todos mis alumnos.
He trabajado en una empresa con más de 200 empleados y, en la que había bastante cambio en el personal y, curiosamente, retenía los nombres raros o, mejor dicho, poco comunes, y se me olvidaban los comunes tales como María. La explicación la achaco, simplemente, a que prestaba mayor atención cuando el nombre era poco común.
Yo siempre he pensado que me cuesta aprender los nombres porque no me aportan ninguna información; me acuerdo de los datos que me dan: de dónde son, en qué trabajan, si tienen pareja o no... es decir, cualquier dato relevante y que me diga algo de la persona lo grabo para siempre sin pretenderlo. Pero, en realidad, el nombre no me dice nada de la persona aunque se llame como algún familiar mío.