El experimento se hizo el pasado diez de julio en un encierro de los Sanfermines. Un corredor de 38 años salió ante los toros portando un pulsómetro y un GPS. El objetivo, medir su pulso en cada momento del recorrido y calcular la velocidad a la que corría.
Con la prueba, se comprobó que el ritmo cardiaco del corredor pasó de 124 a 199 pulsaciones por minuto en sólo cuatro segundos, desde el comienzo de la carrera hasta que se situó justo frente a los toros. En los 14 segundos que duró la carrera, el participante no bajó de esas 199 pulsaciones.
Según el cardiólogo José Calabuig, de la Clínica Universidad de Navarra, el límite de la frecuencia cardiaca de un individuo se calcula restando a 220 la edad de esa persona. En el caso del corredor del estudio, el límite hubiera estado en 182 pulsaciones, con lo que en la prueba el esfuerzo físico le llevó a superar esa barrera en un diez por ciento. La razón de esa aceleración del pulso es tanto el esfuerzo físico de la carrera –el participante alcanzó los 32 kilómetros/hora– pero, sobre todo, el estrés y la adrenalina que se genera ante una situación de peligro y que provoca que el ritmo cardiaco aumente súbitamente.
El médico aclara que las personas que llegan al límite en una prueba de este tipo deben estar en buen estado de salud para que ello no suponga ningún peligro, algo que se cumple en la mayoría de los casos. El corredor habitual suele mantener buenos hábitos, como no fumar o hacer deporte de forma regular.