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Elon Musk: La X de la política de Estados Unidos

Sus planes pueden ser discutibles, pero ya han demostrado un nivel de creatividad y servicio real a la gente verdaderamente elevado. Sí, es una incógnita, como la X de su red social.

Sus planes pueden ser discutibles, pero ya han demostrado un nivel de creatividad y servicio real a la gente verdaderamente elevado. Sí, es una incógnita, como la X de su red social.
Elon Musk, consejero delegado de Tesla | Europa Press

Considerado uno de los apoyos esenciales de la campaña de Donald J. Trump, el "multimillonario tecnológico", hombre más rico del mundo en estos momentos e impulsor de diferentes y llamativos proyectos empresariales, desde el coche eléctrico sin conductor a los viajes espaciales privados, desde Paypal en sus inicios al desarrollo de la Inteligencia Artificial pasando por las energías renovables o la red social X (antes Twitter), no siempre fue seguidor del ya nuevo presidente de los Estados Unidos.

Lo recordó precisamente The New York Times, en un artículo del 13 de agosto de este año, que juzgaba la accidentada entrevista[i] que realizó el día anterior el propio Musk a Trump en X, de la que huye la izquierda mundial[ii]. En su transcurso, Musk reconoció que era "ligeramente de izquierda", pero animó a todos quienes se sintieran así a votar por Trump dando a entender que su programa los amparaba.

Según el Times, Musk criticó a Trump durante años, pero se enfadó con los demócratas debido a temas como los derechos de las personas transgénero, la inmigración y el trato del gobierno de Biden a su empresa Tesla. El intento de asesinato del candidato republicano en julio de este año afianzó su acercamiento y su colaboración estratégica en la campaña.

Su figura pública se ha acrecentado, no sólo por su apoyo político a Trump o sus éxitos empresariales y técnicos, sino por el encargo recibido del presidente electo, con amplia mayoría y control de las dos Cámaras. Musk será pieza clave de la confección de un Plan de Eficiencia Gubernamental, esto es, la reforma de la administración norteamericana en la dirección de la eficiencia, esto es, eficacia máxima con mínimo costo para los contribuyentes.

Hay muchos libros que tratan de Elon Musk. Sobre todo hay biografías, normalmente no autorizadas, o análisis de sus proyectos y propuestas. No hay alguno en el que el propio Musk aporte su propia visión de las cosas dando razón de sus comportamientos personales y empresariales. No hay ninguno que trate específicamente su visión política. Como ya es costumbre, la mayoría de los publicados no están traducidos a nuestra lengua, lo que dificulta un juicio fundado sobre el personaje.

Los libros más conocidos en español sobre Musk son las biografías de Walter Isaacson, Robert Hanson y Ashlee Vance, más el retrato incluido en una galería de empresarios innovadores junto con Jeff Bezos, Bill Gates, Warren Buffett, Richard Branson y Jack Ma escrito por Patrick Evans. En inglés, entre muchos otros, destacan el de Evander Watson[iii] y la biografía no autorizada de J.T. Owens. Uno de los más recientes es Character limit: How Elon Musk destroyed Twitter (2024), de Kate Conger y Ryan Mac, periodistas de The New York Times.

Pensar y actuar a lo grande, incluso en política

En octubre de este año, SpaceX, el proyecto espacial de Musk, logró que el propulsor Super Heavy de su cohete Starship, desprendido de un vuelo de prueba, fuera atrapado por unos "palillos" mecánicos antes de tocar el suelo, quedando en la posición de partida. Un "aparcamiento" perfecto y posibilidad de reutilización de un caro componente. Un éxito asombroso.

Ni sus más fervientes enemigos dudan de su inteligencia, de su ánimo emprendedor, de su prestigio empresarial, de su visionario proyecto de futuro. Sin mostrarse hasta ahora especialmente inclinado hacia tendencia política alguna, hay un factor humano que puede explicar su muy radical rechazo de la cultura woke y su apoyo, hasta ahora incondicional, a Donald J. Trump.

Uno de sus 11 hijos, ahora llamado Vivian Jenna, transexual (antes Xabier Alexander), no ha querido seguir soportando el apellido Musk y ha adoptado el de su madre biológica, Justine Wilson, primera esposa, madre de sus primeros cinco hijos y divorciada del magnate desde 2008. Aunque al principio el empresario pareció aceptar la transexualidad, finalmente abjuró de ella confesando que fue engañado por quienes le recomendaron suministrar bloqueadores de la pubertad a su hijo.

Tal vez sea desde entonces que Elon Musk decidió dar un paso adelante y participar en la política activa y no sólo de los Estados Unidos, sino del conjunto de los países occidentales. Su reciente apoyo al reformista británico, Nigel Farage, al que piensa destinar importantes cantidades de dinero para que se imponga al dúo conservador-laborista en el Reino Unido, da prueba de ello.

O quizá sus motivos no son tan personales ni tan evidentes ni tan altruistas. Nunca antes se ha visto que el hombre más rico del mundo con una fortuna calculada a día de hoy en más de 400.000 millones de dólares, aceptara implicarse de modo explícito y personal en la vida política de Estados Unidos. Pero lo está haciendo.

Hasta ahora, la participación de los megarricos en la política se limitaba a practicar un discreto tráfico de influencias entre congresistas y senadores, apoyando a los más afines, personas o partidos, con aportaciones a sus campañas electorales. Desde hace unos años, los grandes empresarios tecnológicos aspiran a algo más. Piénsese, por ejemplo, en Jim Bezos, que compró el periódico The Washington Post, o en las polémicas políticas impulsadas por Bill Gates.

El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE)

Por ahora, apenas se sabe algo de los planes de Musk y su corresponsable en este asunto, el también empresario y competidor inicial en la carrera presidencial, Vivek Ramaswamye, sobre cómo mejorar la eficiencia burocrática en Estados Unidos, un país que tiene, sumando los federales, estatales y locales, una cifra aproximada de 21 millones de empleados públicos, casi un 15 por ciento de los asalariados norteamericanos. De ellos, casi 3 millones pertenecen a la Administración Federal y los 18 millones restantes a las demás administraciones.

Kate Conger, la periodista californiana de The New York Times, coautora del reciente libro ya citado sobre Musk y su asalto a Twitter, da por supuesto que el plan del empresario para la administración pública se parecerá en todo al plan para la compra de la red social. En 2022, Elon Musk dirigió importantes ataques públicos a directivos de la empresa, subrayando su incompetencia y anunció recortes muy importantes de gastos de funcionamiento.

Ahora, Musk ha dirigido ya descarnadas invectivas contra personas de la Administración Biden, contra agencias gubernamentales (Comisión de Bolsa y Valores) que lo han multado e incluso ha pedido el despido de la aún presidenta de la Comisión Federal de Comercio, Lina Khan, que investigó el respeto de la privacidad en X tras la adquisición del magnate.

Igualmente, tras su compra, Musk recortó la plantilla de Twitter en más de un 75 por ciento, despidió a muchos ejecutivos y reformó equipos y procedimientos establecidos. De momento, desde la propia red social, sus mensajes han sido bien claros. Propone reducir el presupuesto federal en un 30 por ciento, quiere terminar con el trabajo on line en casa urgiendo la vuelta a la oficina de los funcionarios (esperando que muchos renuncien) y suprimir agencias enteras.

Elon Musk ha criticado fuertemente el estado de la administración electrónica en USA que no soportan auditorías que indican que ni siquiera sabe dónde va el dinero, que existen empleos falsos y otros agujeros negros. Además, ha sugerido la reducción del gasto militar y eliminar la financiación de la Corporación para la Radiodifusión Pública y otros organismos públicos de los más de 400 existentes.

Además, quiere introducir medidas para aumentar la calidad de los servicios, forzando una declaración personal de los empleados públicos sobre sus logros y mejoras. Todo en la línea expuesta por el presidente electo: "Desmantelarán la burocracia gubernamental, reducirán las regulaciones excesivas, recortarán los gastos innecesarios y reestructurarán las agencias federales". Trump llamó a su plan el "proyecto Manhattan de nuestro tiempo".

Sin embargo, este DOGE actuará como un consejo asesor externo al gobierno de Estados Unidos, asociado a la Oficina de Administración y Presupuestos de la Casa Blanca, lo que recuerda bastante a la Oficina que dirigió el profesor José Barea en los años del primer gobierno Aznar, si bien no se le permitió coordinar una reforma decisiva y aplicar un modelo empresarial para el gobierno. De todas formas, el objetivo de acabar con el despilfarro y el fraude están presentes.

Incluso se le ha puesto plazo a la reforma: 18 meses, si bien Musk apuesta por reducir ese tiempo. Ramaswamy por su parte ha expresado su intención de eliminar el Departamento de Educación, la Comisión Reguladora Nuclear, el Servicio de Impuestos Internos e incluso el FBI. Nada menos.

¿Ideología o pragmatismo?

Nadie ha oído a Elon Musk mencionar su afinidad ideológica con algunas de las corrientes actuales, salvo si nos referimos a su rechazo profundo a la cultura woke y lo que representa, posición compartida por el presidente Trump y sus colaboradores y futuros altos cargos de su Gobierno, desde Marco Rubio a Robert J. Kennedy Jr., desde Pete Hegseth a Mike González.

Con todo, no cabe dudar que su hostilidad al intervencionismo estatal en bastantes de sus formas, aunque no en todas, está muy cerca del libertarismo de Javier Milei y, como hemos visto, muchas de sus ideas sobre la reforma de la Administración americana tienen que ver con la metáfora de la "motosierra" puesta de moda por el máximo mandatario argentino con buenos resultados, al menos por ahora.

J.T. Owen, en su biografía no autorizada, cita una reflexión bien significativa de Elon Musk: "En general, soy un fanático de la mínima interferencia del gobierno en la economía. Muy a menudo, cuando hay una intervención del gobierno, tal intervención del gobierno aumenta el error en el precio. Como regla general, es mejor evitar la intervención del gobierno, pero hay casos en los que la intervención del gobierno disminuye el error". Como ejemplos, menciona la elevada fiscalidad sobre el tabaco o la obligatoriedad de los cinturones de seguridad en los coches.

Más expresamente aún: "El gobierno debe ser como el árbitro, pero no como el jugador, y no debe haber demasiados árbitros". Y añade: "Cada vez me inclino más a pensar que debería haber algún tipo de supervisión regulatoria, tal vez a nivel nacional e internacional, solo para asegurarnos de que no hagamos algo muy tonto… Cuando algo es un peligro para el público, tiene que haber alguna, odio decirlo, agencia gubernamental, como los reguladores… porque uno de los mandatos del gobierno, una de las reglas del gobierno es garantizar el bien público, asegurarse de que el público esté seguro. Para cuidar los problemas de seguridad pública y que se aborden los peligros para el público".

"Estoy en contra de la sobrerregulación, sin duda, pero será mejor que nos pongamos manos a la obra con la Inteligencia Artificial (IA), pronto… Creo que muchos investigadores de IA tienen miedo de que, si hay un regulador, eso les impida avanzar. Esto no es cierto, en todos los lugares donde hay peligros para el público hay regulaciones. Hay regulación en los alimentos, los productos farmacéuticos y el transporte, y en todas estas áreas se han logrado avances significativos… Creo que la IA tiene grandes beneficios. Solo tenemos que asegurarnos de que realmente sean beneficios y de que no hacemos algo realmente tonto".

En general, las posiciones de Musk son variopintas. Además de defender el libertarismo y el individualismo ante el excesivo intervencionismo estatal, apoya los derechos civiles y es un firme defensor de la tecnología para resolver los problemas de la humanidad, los presentes y los futuros. Por eso, es partidario de abordar la expansión humana por el espacio, de apostar por las energías renovables, de terminar con la dependencia de los combustibles fósiles y de enfrentarse al cambio climático, razón por la cual desarrolló proyectos como el coche eléctrico y autónomo Tesla y la energía solar en SolarCity.

Igualmente, aunque no quiere al Estado cerca ni obstruyendo la libertad del mercado, sí acepta que el sistema fiscal de la nación sea lo más justo posible y que las empresas contribuyan por esa vía al bienestar social sin excesos confiscatorios. Esto resume muy adecuadamente su pragmatismo.

Muy beligerante ha sido con su defensa de la libertad de expresión para todos, motivo ético esencial, por el que se propuso comprar una empresa como Twitter que era rentable y no tenía problemas. Se trataba de respetar la libre circulación de las ideas de todos sin censuras arbitrarias. Naturalmente, hay quien ve en dicha compra un paso más para completar su incorporación activa a la vida política y la propaganda de la nueva derecha americana.

Hasta ahora, Elon Musk ha dado muestra de una postura moderada. De hecho, votó a demócratas y a republicanos, pero desde 2016 comenzó una colaboración más estrecha con Donald J. Trump. Ahora, hay quien prevé posibles colisiones entre ambos. Una, por razones de sus diferentes visiones, por ejemplo, sobre China, principal comprador de su Tesla. O sobre la religión, que Musk desestima. Otra colisión puede proceder de los conflictos de intereses que puede suscitar su intervención pública con sus negocios privados.

De Elon Musk hablan ya muchos, pensadores, ensayistas, científicos… Historiadores de la envergadura Niall Ferguson lo sitúan como una primera figura del siglo XXI. De hecho, el que fuera profesor de Harvard, Oxford y Stanford, se refiere al gran magnate como un optimista creyente en el control de la muerte, en la inteligencia artificial y en la expansión de la vida humana por el universo, pero advierte que, al mismo tiempo, subraya los riesgos de un fin de la civilización.

"Existe una probabilidad irreductible de que pueda pasarnos algo a pesar de nuestras mejores intenciones, a pesar de todo lo que intentamos hacer. Existe la probabilidad de que, en cierto punto, una fuerza externa o un error interno no forzado provoque la destrucción de toda la civilización", cita del propio Musk en su libro sobre las catástrofes[iv].

Para la izquierda, americana, europea y sobre todo española, Musk es o un tipo de extrema derecha o sencillamente un fascista. Sin más. Pero habida cuenta del nivel intelectual de esta tribu y de su nula contribución al progreso real de las personas, uno prefiere que en la política intervengan tipos como este hombre, cuyos planes pueden ser discutibles, pero que ya han demostrado un nivel de creatividad y servicio real a la gente realmente elevado. Pero, sí, es una incógnita, como la X de su red social.


[i] Empezó casi una hora más tarde de lo anunciado a causa de problemas "técnicos" que causaron hilaridad en las filas demócratas de Kamala Harris. Sin embargo, Musk afirmó haber sido objeto de un hackeo malicioso.

[ii] Se silencia, por ejemplo, que en manos de sus anteriores propietarios fueron eliminadas o censuradas muchas cuentas de la derecha alternativa o alt-right, pero tal transgresión de la libertad de expresión no molesta, al parecer, a los "progresistas". Las cuentas de izquierdistas, incluso violentos, nunca fueron canceladas.

[iii] Elon Musk : the greatest lessons through the inspiring life of Elon Musk, 2016

[iv] Ferguson, Niall. Desastre. Historia y política de las catástrofes. Ed. Debate, 2021

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