En agosto de 1961, un recluta novato de la Stasi (…) recorrió las calles de Berlín con una lata de pintura y una brocha y pintó la línea por donde habría de pasar el Muro.
El recluta del que habla Anna Funder en su sensacional Stasiland se llamaba –se llama– Hagen Koch y fue una suerte de hombre nuevo de la Alemania comunista. Una suerte: deséensela sólo a un comunista.
Hagen Koch es hijo de un Heinz Koch pobre diablo que en 1946 no tuvo otra ocurrencia que postularse a regidor de su pueblito Lindau por los demócratas liberales contra el comunista Paul Enke, en cuya papeleta literalmente ya ponía "alcalde". Heinz ganó y por ganar perdió no sólo la alcaldía sino la libertad: Enke ordenó una revisión pública del voto que acabó con su rival condenado a siete años en un campo de prisioneros de guerra de los que utilizaron los nazis y reutilizaron sus hermanos enkeanos de sangre: Sachsenhausen, Buchenwald y ese siniestro etcétera. Generosos, los malditos comunistas chantajistas liberaron al pobre diablo Heinz en el día del cumpleaños de su esposa a cambio de que se les entregara: "¿Cuáles son las condiciones?", preguntó. "Relájase, camarada, relájese", lo chulearon.
–Es muy sencillo, de verdad. Lo único que tiene que hacer es dejar a los demócratas liberales y unirse a nuestras filas.
"Fue así", resume Funder, "como el Partido Comunista de Lindau eliminó toda oposición y, al mismo tiempo, colocó a uno de sus rivales como maestro de la escuela de primaria local, bajo la amenaza de deportarlo" de nuevo a los campos de la muerte ("se estima que unas 43.000 […] personas murieron [en ellos] por enfermedad, inanición o torturas después de la guerra").
El pobre diablo Heinz, que ni siquiera había terminado el colegio pero al que convirtieron en "maestro del Pueblo" en sólo seis meses, "se encontró formando buenos ciudadanos comunistas para un régimen que había intentado acabar con su familia y con su vida". El problema es que sus vecinos no estaban dispuestos a comunistizar a sus hijos después de haber tenido que nazificarlos (Funder: "La gente bromeaba con el hecho de que las Juventudes Libres [¡Orwell!] y las Juventudes Hitlerianas eran tan parecidas que solo se las distinguía por el color de las pañoletas del cuello"), así que Herr Enke metió a Heinz preso y en forma de pregunta retórica le dio la orden:
–¿Cómo quieres que el resto de los niños se alisten si el propio hijo del maestro no lo hace?
Así que hicieron de Hagen el primer pionerito Lindau.
Hagen fue creciendo en modo hombre nuevo, Homo socialista –así titula Funder uno de los capítulos que le dedica– embarcado con sus coleguillas en la desinsectación de los campos porque les habían dicho que los aviones americanos que inutilizaban el bloqueo comunista de Berlín Occidental en realidad estaban vertiendo el escarabajo de la patata sobre los cultivos de la RDA. "Por cada escarabajo que recogíamos nos daban un penique. Por una larva, medio penique. Y por cada cien, (…) tarjetas de diez raciones de azúcar".
El Homo Hagen acabó ingresando en la Stasi, Ministerio para la Seguridad del Estado. La élite. RDA Positivo. Pero enseguida se enamoró de una chica que no era como él. "Es inapropiada", le dijeron. "Tenemos planes para ti, y esa niña es RDA negativo". 1960. La Raza en Alemania. En qué Alemania.
Los padres de ella estaban horrorizados: él era uno de "Ellos". En cuanto ella cumplió los dieciocho años se fugaron. Fue el 21 de julio de 1961.
El 12 de agosto tendieron la alambrada. El 13 se erigió el Muro. Hagen pintó la raya.
–Cuando llegamos adonde más tarde estaría el checkpoint Charlie, en el lado occidental había una multitud de manifestantes abucheándonos. Tenía la pierna izquierda en el este, la derecha en el oeste, e iba dibujando mi línea blanca por en medio de la calle. Estaba concentrado en la línea, no en lo que pasaba a mi alrededor. Para mis adentros pensaba que los del Oeste eran enemigos, unos saqueadores y unos especuladores.
***
Heinz Koch era un bastardo. Literalmente. Sólo en 1966 consiguió saber quién era su padre biológico. Un señor que vivía en Holanda y que, para conocerlo, se trasladó a Alemania Oriental.
"Como yo estaba en la Stasi", y no había avisado a la Stasi de esa visita –le dirá Hagen a Funder–, "a mi padre, a sus cuarenta años, lo echaron de su trabajo". (Imagínense ahora qué significa no ya quedarse sin sino que te echen del trabajo en un país donde sólo hay un patrón, el Estado, el Estado controlado vigilado totalizado por el Ministerio para la Seguridad del Estado). "Fue entonces cuando mi padre me contó que era hijo ilegítimo, lo de su candidatura a la alcaldía y lo de las amenazas si no hacía de mí un socialista", Hagen se confiesa. Hombre nuevo, Homo socialista, sí, esto es un hombre escindido:
–Me pregunto cómo tiene que ser averiguar un día que tus padres te han criado como paradigma de un régimen en el que no creen.
Hagen entonces se plantó, dimitió. Lo encarcelaron. Por "producción y reproducción de material pornográfico", con un librillo de boda que dedicó a un amigo como estupefaciente excusa. Que restregaron a su mujer en el entretanto. Para que lo denunciara. Y como ella se negó, la consideraron cómplice y le preguntaron: "¿Tiene a alguien que pueda cuidar de su pequeño durante los próximos cinco años?".
Firmó el divorcio.
"Lo sabes, Koch", ahora tocaba ir por él. "Sólo te queda una salida: tienes que retirar tu dimisión y, como prueba de que has entendido que lo que hiciste fue un error, tendrás que renovar tu contrato, y prestarás servicio de por vida".
Renovó.
Muy pronto Hagen supo qué había pasado por boca de su hijito y se volvió a casar con su mujer.
La Stasi lo sometió a medidas disciplinarias debido a su "inconstancia", y en los expedientes de ambos atribuyeron la segunda boda a "la repetida influencia negativa de frau Koch".
***
El pobre Heinz murió en 1985. Su hermana, que vivía en la RFA, quiso asistir al funeral. Le concedieron permiso. Y como se lo concedieron, se lo negaron al Hombre Nuevo.
Asqueado, Hagen solicitó abandonar su regimiento y la Stasi consintió en dejarle marchar… al Ejército. Muy humillado y ofendido, cifró su diminuta venganza en llevarse una placa que había en su despacho triste de la RDA deprimente, "un premio al trabajo cultural realizado por su unidad" que ni siquiera consignaba un triunfo sino un mero "tercer puesto".
Le enfurecía pensar que no iba a dejar ninguna marca allí, y le enfurecía aún más sospechar que, aunque hubiese tenido otra oportunidad, no habría tenido agallas para hacer algo diferente.
Se llevó la placa y fueron a buscarla. En tiempos de la Alemania comunista… y en tiempos de la unificada, en virtud de una ley que encomendaba a ésta la "persecución de delitos ocurridos en la ex RDA". Delitos como el robo de propiedades de la RDA, que había prescrito cuando fueron a informarle/advertirle/amenazarlo, y el perjurio, que no.
¿Al final no pasó nada? No.
–Mi mujer perdió su trabajo por culpa de eso. Los rumores eran bastante feos y tomaron vida por sí solos, ya se sabe, que si Koch es un ladrón, que si un mentiroso, un perjuro… (Continuará).
***
Cuando Anna Funder fue a entrevistarlo, Hagen Koch había convertido su "celdilla de una colmena de bloques donde [él y] otros muchos ex funcionarios de la Stasi y sus familias vivían" en el Archivo del Muro, muy frecuentado por la tropa periodística. En una de esas entrevistas, de repente cortaron la grabación porque había algo que estaba haciendo reflejo en la lenta de la cámara. La placa. Había que quitarla.
No.
"No", les dijo, y la habitación enmudeció. "No importa lo que quieran de mí",prosiguió despacio. "Haré lo que me pidan: pondré mi piso patas arriba, cantaré el himno nacional si quieren. Pero esta placa no se mueve de aquí".
***
(La continuación) Pero ¿sabe qué? Valió la pena. Todo el valor que tengo está en esa placa; la mierdecilla de valor que tengo. Es todo lo que tenía. La placa –dice señalando hacia atrás– sigue aquí.
PS: No dejen de leer Stasiland.