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Manuel Román

César González Ruano, el arte de vivir al día

González Ruano, que murió hace 50 años, un 15 de diciembre de 1965, publicó más de treinta mil artículos en diarios de diferentes ideologías. Un personaje con luces y sombras.

González Ruano, que murió hace 50 años, un 15 de diciembre de 1965, publicó más de treinta mil artículos en diarios de diferentes ideologías. Un personaje con luces y sombras.
González Ruano con Bobby Deglané | arec.es

En la historia del articulismo español el nombre de César González-Ruano figura como un maestro indiscutible, por mucho que su nombre diga ya poco, tal vez absolutamente nada, para periodistas de las nuevas generaciones, que lo ignoren. Publicó más de treinta mil artículos en diarios de muy diversas ideologías. Él mismo simpatizó unas veces con partidos de izquierdas para ya antes de la postguerra manifestarse en sentido contrario.

Corresponsal de ABC en Roma y Berlín, contratado por Juan Ignacio Luca de Tena, escuchó del editor del veterano diario madrileño: "Al contrario que muchos te has hecho monárquico al caer la Monarquía". En su juventud fue una mezcla de ácrata y bohemio, con una pluma al servicio de quien mejor pagara sus trabajos. Maravillosa pluma, desde luego. Si bien se ocupara de acontecimientos de actualidad, sobre todo tratándose de escritores (sus obituarios eran un modelo para tantos de los que lo imitaban) era un alquimista de las palabras contando historias a partir de algún minúsculo suceso, que él convertía en auténtica joya literaria, cincelando vocablos con la precisión y belleza de un orfebre. Poeta ultraísta en sus años juveniles, cultivó otros géneros como ocasionalmente el teatro; en la novela se dejó llevar por una prosa poco sujeta a la técnica, con frecuentes repeticiones de temas y personajes que lo llevaron a lo que en el argot se llaman "refritos". Era aquello de las "nivolas" unamunianas. O lo que también practicaba su convecino Camilo José Cela-que compartía pared con pared en el séptimo piso de la madrileña calle de Ríos Rosas, 54, ajeno asimismo a las mínimas exigencias de lo que se reconoce como un relato largo siguiendo una exposición, un nudo, un desenlace; tal como en el teatro ocurre también. Pero César imponía la pura literatura por encima de otros condicionantes. No deja de ser una pena que ningún editor se decidiera nunca a publicar sus Obras Completas. Gran conversador, nos dejó un volumen de entrevistas publicadas en el diario "Arriba", recogidas en Las palabras quedan, así como sus amenas memorias Mi medio siglo se confiesa a medias o su Diario íntimo.

César González-Ruano (de nombre completo César González de Agüero Ruano Garrastazu de la Sota) había nacido en Madrid el 22 de febrero de 1903, pero se consideraba cántabro, emparentado con un lejano marqués de Cagigal, título que pretendió rehabilitar, al margen de sus supuestos derechos y así se lo solicitó un día a Alfonso XIII, al que frecuentaba en su exilio romano. El escritor vivió siempre al día, en su más exacto sentido.

Escribía una media de tres artículos para otros tantos periódicos, que a veces cobraba en el acto, a través de un botones del café Gijón, donde escribía puntualmente desde las diez de la mañana, hasta pasado el mediodía. Poco le duraba aquel dinero, pues encaprichado de alguna sortija, bibelot cualquiera o mueble de anticuario lo invertía a poco de cobrar sus colaboraciones en objetos innecesarios, en tanto en casa la nevera estaba vacía. Las mantequerías y tiendas de alimentación cercanas a su domicilio le dispensaban las viandas, sabiendo sus propietarios que las facturas tardarían en cobrarlas.

En apuros, César era capaz de comprar a plazos la Enciclopedia Espasa e irse acto seguido a venderla a la Cuesta de Moyano por la mitad de precio. Pero, eso sí: mantenía la arrogancia de un dandy, siempre elegantemente vestido, seguro cuando hablaba engolado, con su voz ahuecada, un tanto ampulosa. Como un señor venido a menos que no renunciaba a su prosapia.

Amoral para los que lo conocieron bien; inmoral incluso. Le gustaba coleccionar documentos gráficos pornográficos, sin importarle lo que algunos decían sobre sus apetencias sexuales, entre el voyeurismo y el marqués de Sade.

Se había casado en 1927 con la periodista Esperanza Ruiz-Crespo Galán, con quien tuvo una hija, Clara, separándose en 1934 para convivir con Mary de Navascúes, que le dio dos hijos, César y Marina. A la muerte del escritor, en la esquela de ABC, Esperanza figuró como su viuda, acudió a ver el cadáver en tanto Mary, discretamente, se alejó del salón donde tendido en el suelo, como había dispuesto, velaron sus restos. Falleció el 15 de diciembre de 1965. Su último artículo: "La costumbre". Yo lo había entrevistado meses antes, cuando se rumoreaba que podía ser académico de la Lengua. "Pero no lo seré –me afirmó- porque me niego a cumplir con el protocolo de visitar a los académicos para solicitarles su voto".

El año 2015 se publicó El marqués y la esvástica, un magnífico libro de Rosa Sala Rose y Plácid García Planas donde contaban con todo lujo de detalles, tras una ardua investigación, la vida de César González-Ruano cuando en París, en plena II Guerra Mundial, se ganaba la vida vendiendo pasaportes falsos a judíos alemanes que pretendían cruzar la frontera española huyendo del terror. Al escritor, viejo conocido de los nazis, del mismísimo Göebels, lo encarcelaron. Estuvo a punto de ser fusilado. En ese medio año privado de libertad escribió su extraordinaria Balada de Cherche-Midí, luego convertida en novela autobiográfica. Fue el lado más oscuro en la vida de César, periodo sobre el que siempre se habló mucho, pero ninguno de sus amigos –o enemigos- se atrevió a contar. Quede en nuestro recuerdo, al cumplirse el medio siglo de su muerte, el regalo de tantas miles de páginas con la prosa de quien nadie ha podido, en su estilo, siquiera igualar.

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