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Pedro de Tena

Una atractiva burra y otros hechos de la España alucinante y alucinada de Ortega

El filósofo José Ortega y Gasset nombró a varias burras en su obra. Rebuznos poco conocidos inmortalizados en la literatura española.

En las Obras Completas de José Ortega y Gasset, Revista de Occidente, 1946, séptima edición, me pareció encontrar una anomalía. El hecho de que en uno de sus nueve tomos, el octavo, se introdujeran aparentemente como propias del filósofo partes completas de las obras de otros autores. Era raro. Uno de ellos se refería a una atractiva burra que me sorprendió y dio origen a este artículo. Sin embargo, fue una decisión del propio Ortega que se reprodujeran tales textos sin comentario alguno. Lo dijo así:

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Ortega y Gasset

Consiste en una serie de textos tomados de cartas y avisos contemporáneos de Velázquez que me interesaba presentar juntos, sin intervención de ningún comentario, para dejar que produzcan en el lector una impresión espontánea. No creo que haya sido nunca descrita adecuadamente la atmósfera histórica de la vida española en la primera mitad del siglo XVII, y convenía tomar contacto con lo que podemos llamar la piel de aquel tiempo. La vida tiene entrañas, pero también cutis. Con él nos rozamos cuando queremos asomarnos a una época.

En concreto, se refería a la España alucinante y alucinada en tiempos de Velázquezuna especie de antología de textos que, en su opinión, reflejaban la existencia de una España asombrosa e impresionante en la época del pintor. Y llegamos inmediatamente a una de las burras que cita en sus obras y que me produjo una seductora impresión. 

Viernes quemaron en Alcalá al enamorado de su burra, y el mismo día vino aviso quedaba preso en las montañas otro que se echaba con una lechona. Como si no hubiera mujeres, tres al cuarto.

El texto no es de Ortega, sino que pertenece a los Avisos de Jerónimo de Barrionuevo, 1654-58, cartas con noticias dirigidas a un deán de Zaragoza en esas fechas. Barrionuevo, uno de los primeros periodistas españoles, nació en Granada un 2 de abril de 1587 muriendo en 1671. Tras una juventud intrépida, terminó sus días como tesorero de la Iglesia de Sigüenza.

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En las obras de Ortega aparecen otras burras, pero menos erotizantes que la que cita Barrionuevo. Por ejemplo, menciona a la famosa burra profetisa de Balaam, un mangante adivino que hacía negocio con el porvenir de los demás. Cuenta La Biblia que cuando la castigó injustamente, la asna arrancó a hablar para afearle su comportamiento. 

Se refiere nuestro pensador también a la pollina de la entrada de Jesús en Jerusalén y a cómo imitaba al jinete un cura negro de Harlem tratando de explicar que el lenguaje verbal necesita el complemento del gestual. Naturalmente, se refiere además a Platero, al asno de Buridán y otros congéneres, pero eran machos. Por cierto, cuenta que Juan Ramón imaginaba a su Platero como de cristal para ilustrar su libro. 

Todavía hay otra pollina en Ortega, la que mordisqueaba el extremo de una cuerda que trenzaba por el otro el viejo soguero Oknos, ese Sísifo agrícola que inspiró a Cernuda, en el columbario de villa Panfilia entre Mirándola y Ferrara. Ortega vio en la obsesión destructiva de la rucia el complemento de una creación que, de ser perfecta, no duraría:

El trozo de soga que hay entre las manos del soguero y el belfo de la bestia es breve jornada de la existencia que se abre entre el poder de hacer y el de deshacer, ambos eviternos.” Y añade, clarificando aún más su reflexión: “Penélope desteje cada noche lo tejido durante el día para que la tarea sea perdurable.

Que Ortega cite al doble pirado en Alcalá, por haber sido quemado en una pira y por practicar locuras de amor con su burra, da una idea de qué era lo que consideraba una España alucinada y alucinante en tiempos de Velázquez. 

La España alucinante y alucinada

Para ilustrar su idea de la España alucinada y alucinante y con el propósito de entender el mérito de Velázquez, Ortega recurre a cuatro fuentes: a algunas cartas de los padres jesuitas de aquel tiempo; a los avisos de José Pellicer de Ossau y Tovar, un semanario erudito de entonces– apostilla-; a los avisos “periodísticos” de Jerónimo de Barrionuevo y a la Historia de Felipe IV, de Matías de Novoa. De ellos selecciona los textos que, a su modo de ver, expresan las maneras insólitas y asombrosas de aquella España. De las cartas de algunos padres jesuitas (1634-1648) selecciona lindezas como las que siguen: 

- Un Crucifijo que estaba en el convento de San Jerónimo había sudado sangre veintinueve horas e incluso le llevaron al Rey un lienzo empapado en ella (1634).

- El ajusticiado por robo al que cambiaron un cuartillo de vino blanco, que no le gustaba, por otro de vino tinto, para que predicara como los ángeles en el patíbulo (1634) según su verdugo (1634).

- La pelea de un león ferocísimo y un toro bravo en el Palacio de El Retiro. Terminó con el toro partido en dos de un zarpazo y el león lamiéndole las heridas a su víctima (1634).

- El degollamiento de un hidalgo endevotado de una monja fugados a Portugal y apresados en Ciudad Rodrigo. Ella fue emparedada de por vida (1635).

- El tormento de un labrador que tuvo la osadía de acercarse al Rey un día del Corpus y decirle a la cara que desde el rey Wamba no había habido peor reinado. No queda claro si le dejaron ir o si lo prendieron y torturaron (1637).

- Un morisco de cerca de Casares fue muerto por otros moriscos después de enterrar sus dineros en una charca honda. Pero un demonio se le apareció a un mozo y le dijo dónde estaba. Veinte hombres se pudieron a secar el charco, cosa rara (1639).

- Una “frugal” comida ofrecida por el cardenal Borja, presidente del consejo de Aragón, constaba de 90 platos calientes y otros tantos de aperitivos y postres. Uno de ellos fue un castillo de mazapán con Reyes Magos y camellos incluidos además del Rey, el Príncipe y demás corte, y no es lo único (1640). 

- La muerte del clérigo Juan de Espina, raro coleccionista de máquinas, pinturas y escrito matemáticos y científicos que diseñó su entierro al milímetro. No quiso amigos en su funeral (1643).

- El Conde Duque (de Olivares) quiso hacer un bosque en Loeches (Madrid), donde edificó un célebre monasterio, y poblarlo de conejos para cazar, pero se quejaron los labradores al Rey y no lo logró (1643)

- En Yepes prendieron a unos portugueses que se reunían a azotar un crucifijo (1634).

- Un criado del Rey cosió a puñaladas a su mujer por creer que uno de sus hijos era fruto de sus relaciones perversas con el enano del Príncipe. Luego quiso matar al enano tras dejar al resto de sus hijos en una casa de Atocha (1643)

- En una misa en el santuario de nuestra señora de Regla apareció una endemoniada que simulaba a un gallo con un “co-co-ro-có” cada vez que se mencionaba a la Virgen y que llamaba “cojo maligno” a san Ignacio de Loyola (1646).

-La marquesa de Leganés le disparo una andanada de perdigones a un cochero que se equivocó de camino. Tras herirlo le dio dos doblones que el cochero rechazó (1647).

- En Sevilla se escapó un toro que estaba para la fiesta y al ver a una mujer con una falda ancha como un capote se fue a por ella y la dejó en cueros (1647).

- Un regidor mató a un hombre en una discusión y calló el crimen. Luego confesó a un obispo y pagó misas para el muerto ayudando a los acusados en vano por su asesinato. Un día en otra pelea, un hombre le salvó la vida. Cuando le vio el rostro, era el del hombre que mató, salvado del infierno por las misas que pagó (1647)

De los Avisos de Pellicer (semanario erudito), entresacamos estas historias que impresionaron a Ortega:

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José Pellicer Ossau y Tovar

- Un caballero de Santiago pretendía a una menina de la condesa de la Bastida y como le impidieran el romance, metió a un mulato desnudo en una procesión que creyeron del Santísimo Sacramento hasta que vieron lo que había. El caballero se llamaba don Gregorio de Tapia y el suceso fue en Mérida (marzo de 1642). 

- Una criada gallega vio a la Virgen del Populo de Roma mover los dedos en un cuadro que se llevó el Nuncio (1643)  

- Dos caballeros se mataron en una bronca por un banco en un lugar de comedias (XII-1643). 

- Un Religioso de los Agonizantes, cuyo principal instituto era ayudar a bien morir, estando cumpliendo con esta obligación en casa de un caballero portugués del apellido de Mascareñas, salió de noche a la calle a una necesidad; y pasando un hombre le atravesó la espada por el cuerpo, de modo que murió allí; y el enfermo al que asistía, sin embargo, mejoró. "Que son secretos solo reservados a Dios" (Madrid, 5 de abril de 1644). 

- Fue noticia el bandolero Pedro Andreu y su partida de facinerosos. Se decía de él que no mataba, sino que sólo quitaba el dinero que necesitaba y que devolvía lo que pedía prestado a los pueblos que encontraba a su paso (1644). 

De los Avisos de don Jerónimo de Barrionuevo, Ortega destacó algunos y, de entre ellos, éstos, sin contar el de la burra y la lechona del principio de este artículo, nos parecen los más relevantes: 

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Jerónimo de Barrionuevo

- El reo Josef Solier murió de congoja y sin oír el Credo antes de ser ahorcado. Tenía unas melenas como las de Absalón y fue en Madrid (1755).

- Crónica taurina en el Madrid del 7 de julio de 1655: “Hoy se corren los toros. No los veo, que no gusto de fiestas semejantes donde el calor es excesivo, el cansancio grande, la inhumanidad que allí hay terrible. Salen tres a rejonear: no es Barrabás el postrero. Hay lanzadas de a pie y otras cosas: 30 toreadores escogidos, muchas empanadas y garrafones. Gástase que es un juicio, y ninguno le tiene en ocasiones semejantes; abanicos y moscas andan listos.”

- En octubre de 1655, la Reina tuvo un antojo de sardinas y removieron Madrid para ofrecérselas quedando la preñada “más contenta que la Pascua”.

- Hubo un espectáculo de un hombre que, tras beberse dos cántaros de agua, echaba por la boca vino de todas clases, “aguardiente y vinagre, confites; ensalada, flores y agua de colores y otras cien mil baratijas, de que los Reyes han gustado mucho”. La Inquisición no lo consideró brujería. “Grandes modos hay de sacar dineros en este mundo”, comentó Barrionuevo. Fue en noviembre de 1655. 

- En mayo de 1656, detuvieron a La Margaritona, una alcahueta de 88 años y le encontraron una libreta con los nombres de las mujeres de Madrid que buscaban “ser gozadas”. Acompañaba al nombre un retrato de cada una de ellas para selección de los clientes.

- Hay en la vida días climatélicos, que también se decía de los años. En uno de ellos, un oficial de confitero le dio una estocada a un rastrero, lo mató y no contento, le cortó la mano, le sacó el corazón y se lo echó al perro del Rastro. Día climatélico tuvo, sí.

- “D. Pedro de Toledo y D. Juan de Solis, caballeros mozos, amigos, ricos, y de lo mejor de España y, sobre todo, valerosos como unos Bernardo...tuvieron ciertas palabras y… en un coche se fueron a Lavapiés, detrás de Santa Isabel, donde a las cuatro de la tarde comenzaron a reñir, embistiéndose como unos leones…Salieron heridos entrambos peligrosamente; y viéndose así, abrazándose amorosamente, tornaron a meterse en su coche, y se fueron a curar.” (1656)

- En 1657, no se licuó la sangre de san Genaro, patrón de Nápoles, y dijeron que fue porque san Francisco Javier, jesuita, había sido proclamado asimismo patrón de la ciudad, cosa que desagradó al santo del prodigio.

- El 28 de marzo de 1657 un congregante jesuita mató a otro en la iglesia de una certera puñalada mientras se “disciplinaban”.

- En noviembre de 1657, un pobre hombre fue detenido por pegar a una mujer, pero el caso es que la susodicha lo había contratado sexualmente a doblón por acto consumado. Ganó tres, pero desfalleció en el cuarto, por lo que la tipa no quiso pagarle. Todo se aclaró. Nada extraño si se tiene en cuenta que el año siguiente mandaron un memorial al Rey con el nombre de 143 señoras casadas de mal vivir y 378 caballeros tahúres, perdidos por el juego, y de infinidad de mal entretenidos”. Ea.

- Entre el 24 de abril y el 8 de mayo de 1658, llegó un barco inglés a Almería para comerciar con los naturales. Pero un pirata almeriense, Mirambel, experto en Berbería, lo abordó disfrazados sus corsarios de comerciantes de Granada y se lo llevó conquistado al puerto de la ciudad. 

- Epidemia de muertes repentinas en Granada: un procurador de la Audiencia, Martín del Campo; su amigo Bernardo de Aguayo y siete u ocho más en junio de 1658. Nada comparable a Madrid que de enero a junio sufrió 150 asesinatos impunes de hombres y mujeres, uno de ellos incluso sacándole las asaduras al muerto. 

-Hoy se entiende popularmente por “liche” un no muerto, esquelético y poderoso que, a diferencia del zombie, conserva el alma o, al menos, sus recuerdos. Pero en el siglo XVII había unos profetas de Liche que pronosticaron el fin del mundo, algo que inquietó a la Inquisición que fue a buscar su carta premonitoria. Fue en junio de 1658. No hay referencias precisas de estos profetas, pero Liche fue un marquesado dotado de una extraordinaria biblioteca. Si titular fue el inspirador de un atentado terrorista contra Felipe IV, que lo perdonó. También Liche es un lugar de Arcos de la Frontera. 

- Domingo 30 de junio de 1658, en el Prado nuevo, junto a la última fuente grande que allí hay, dos demonios Íncubos trataron con dos mujeres que vivían en la calle del Pez, que desde el río las vinieron acompañando y enamorando discreta y dulcemente… “Dejáronlas de suerte que la más muchacha murió dentro de seis horas, confesada y muy contrita, y el día siguiente la otra…Es cierto”. 

- Un mes noviembre de 1658 un franciscano raptó a una monja muy linda del convento de Santa Clara de Sevilla. Preso por una disputa con su prelado, se escapó a Sierra Morena “donde está ahora acaudillando una gran tropa de aquella buena gente que sale a los caminos a pedir limosna por la boca de cañones reforzados”.

- También fue por ese año que “entre los agustinos y trinitarios ha habido en Salamanca grandes debates, llegando a las manos con los Mayores de sus religiones a bofetadas y coces en los actos públicos, sobre si quedó Adán imperfecto quitándole Dios la costilla, y si fue sólo carne con lo que le llenó el hueco donde se la había quitado”. 

- Al parecer, Felipe IV se divertía cebando ratones que luego soltaba en las comedias en días en que ordenaba que sólo entraran mujeres.

Por último, reparó Ortega en algunos hechos relatados por Matías de Novoa, ayuda de cámara de Felipe IV, el rey de los 46 hijos en su Historia de Felipe IV, pero, salvo el extraño atentado contra unos nobles (y un enano, que tenía preocupación por la altura de la puntería) perpetrado por un delincuente de El Puerto de Santa María, no hay nada que me haya parecido relevante en la cortísima selección de filósofo.  

Pero en fin no mucho mejor ni peor que su España de principios del siglo XX, de la que dice: “La España oficial consiste, pues, en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos Ministerios de alucinación.” Ni que fuera la España de hoy.

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