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Manuel Román

Elena Santonja, una pionera en TVE

Elena Santonja fue un personaje cercano, dotada de una gran cultura, amena conversadora, que reunía saberes incontables, desde la Humanística, las Bellas Artes o ese amor por la cocina.

A los ochenta y cuatro años se nos ha ido uno de los primeros rostros que se asomaron a la pequeña pantalla, donde después de muchas experiencias logró su mayor éxito, dos décadas y medio después como presentadora de Con las manos en la masa. Polifacético personaje que hace apenas un mes, el dieciocho de septiembre, festejaba su sesenta cumpleaños de boda con el gran guionista y director Jaime de Armiñán.

Elena Santonja fue un personaje cercano, dotada de una gran cultura, amena conversadora, que reunía saberes incontables, desde la Humanística, las Bellas Artes o ese amor por la cocina, los platos de todas las regiones españolas, cuyos ingredientes y secretos del arte culinario le eran muy familiares, mucho antes de que aparecieran esos "máster chefs" del presente. Con la diferencia principal de que ella contaba, explicaba y demostraba tales conocimientos con sencillez, con un lenguaje preciso y coloquial, para que todo el mundo la entendiera. Sin recurrir a grandilocuentes recursos teatrales. Y eso que también había demostrado en los escenarios y los platós televisivos y cinematográficos que tenía talento para lucirse como eficaz actriz.

Su padre era pintor e ilustrador, y pianista la madre. Biznieta del gran Eduardo Rosales, cuyos pinceles quedaron acreditados por sus obras en el siglo XIX. Tenía una hermana, Carmen, de carácter tímido; en cambio ella resultaba más extravertida. Vivieron los amargos días de la guerra civil en San Sebastián. Las dos hermanas regresaron a Madrid, acabada la contienda y empezaron a destacar en sus estudios por su afición a la pintura, herencia de sus genes, que las llevaron a la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando.

En su casa ya jovencitas montaban fiestas divertidas a las que asistían gentes de relieve como Fernando Fernán-Gómez, Antonio Mingote, Alberto Closas, José Luis Borau, José María Forqué… Esa relación con miembros de la farándula llevaría luego a Elena a integrarse en un grupo teatral, el TPU (Teatro Popular Universitario), con el que estrenó una de las primeras piezas de Miguel Mihura: Tres sombreros de copa.

En esos años, primera mitad de los 50, Elena Santonja conoció a Jaime de Armiñán, quien la dirigió junto a José Luis Ozores en una representación escénica. Hubo "flechazo" inmediato, casándose en la capilla de la Ciudad Universitaria, el 18 de septiembre de 1956. El sacerdote que bendijo su unión fue el muy conocido padre Federico Sopeña, que parecía estar en todas partes, en misa, repicando y grabando sermones para la radio, donde llegó a decir que el jazz era una música del demonio.

Jaime de Armiñán recuerda que entonces presumía de guapo y no se le adivinaba la alopecia que luego se cebó en él. Confesaba haber sido "negro" de su mujer. Lo explicamos: comenzó a escribir guiones para televisión, que los interpretaba Elena. Y a veces ignoraban quién era el autor. La entrada en aquella primeriza Televisión Española de 1956 de la pareja les fue facilitada por Luis García Berlanga, a la sazón director de programas. Pero, antes de que Elena Santonjacomenzara a representar ante las cámaras aquellos personajes que le escribía Jaime de Armiñán –para mí el mejor guionista que tuvo nunca el hoy llamado Ente Público- ella ya hizo sus pinitos como una de las primeras locutoras-presentadoras del medio, junto a Laurita Valenzuela y Blanquita Álvarez.

En esos menesteres, animaba un programa llamado Historia del mueble y otro parecido dedicado a la decoración. Berlanga habló con José Luis Colina, uno de los jefes en los estudios enclavados en el madrileño paseo de la Habana, quien aprobó que Elena protagonizara aquellos guiones de Armiñán, en un espacio que se tituló Entre nosotras, que tuvo gran éxito. Eran "scketchs" donde se presentaban historias femeninas, a modo de sainetes modernos. Confesaba Elena deberle mucho entonces al gran Berlanga, quien tiempo atrás le había ofrecido la oportunidad de entrar asimismo en el cine, ofreciéndole el papel principal de Novio a la vista, que finalmente rodó una desconocida actriz francesa. El porqué dio aquella negativa al genial director valenciano fue por algo un tanto frívolo como preferir marcharse a Mallorca de vacaciones. Luego lamentaría Elena Santonja aquellas calabazas que dio al realizador de "¡Bienvenido míster Marshall!".

El programa Entre nosotras concluyó, pese a su buena audiencia, de mala manera. Y todo porque un día, explicando cómo debían maquillarse las mujeres, dio en dibujar sobre una pizarra ciertas caricaturas inventadas, una de ellas representando "una cara de pera". Y Elena se dirigía a quienes tuvieran un rostro parecido, diciendo que en tal caso debieran olvidarse del maquillaje, porque de nada les serviría para tapar su fealdad. Resultó que la mujer de un ministro se sintió aludida, dio queja de ello a su marido… y Elena y sus compañeros tuvieron que despedirse de Entre nosotras. Así se las gastaban en el antiguo régimen.

Posteriormente, olvidado aquel asunto, Elena Santonja protagonizaría otra serie escrita por su esposo, Erase una vez, donde se recreaban cuentos clásicos como el de Blancanieves y los siete enanitos, donde encarnó el personaje de la madrastra, junto a Agustín González y Chuz Lampreave. Esta última fue siempre una de sus grandes amigas y coincidieron muchas veces en el teatro, el cine y sobre todo la televisión. Chus era pintora y si se dedicó a la faceta de actriz fue precisamente por la amistad que la unía al matrimonio Armiñán-Santonja. Habían coincidido antes en la Escuela de Bellas Artes. No duró mucho Érase una vez porque Jaime escribía unos cuentos huyendo de la simplicidad de los relatos infantiles, se hacían unos juicios y la dirección del espacio consideró que debían retirarse de la programación.

Elena Santonja ya hizo gala de sus conocimientos culinarios en aquellos años pioneros de Televisión Española, en un espacio, Mujeres, donde compartía protagonismo ante las cámaras con la antes mencionada Laura Valenzuela y con Maruja Callaved, quien también gozó de popularidad en esos trabajos de dar a conocer los mejores platos de nuestra cocina. Pero, como decíamos al inicio de este artículo, sería mucho más tarde cuando Elena Santonja alcanzó su mayor nivel de popularidad, en una televisión ya estabilizada, a partir de enero de 1983, presentando Con las manos en la masa. Pasaron por el programa muchos personajes populares, que elaboraban recetas, bien de su caletre o aprendidas en familia. Elena conducía aquel espacio con suma maestría, buen humor. Víctor Manuel, excelente cocinero en la intimidad, le preparó unas cebollas rellenas y fabes con almejas. Y así el resto de sus invitados, de diferentes profesiones y clases sociales. Combinaba la presencia, por ejemplo, de Charo López, con la de consumados "chefs". Procuraba Elena mantener un fluido diálogo con sus invitados, interesándose qué habían comido en su infancia, cómo se alimentaba en su tierra la gente llana. Por cierto: la sintonía del programa la grabó Vainicia Doble, el estupendo dúo del que formaba parte su hermana Carmen.

Llevaba Con las manos en la masa cerca de diez años de ininterrumpida programación cuando de la noche a la mañana, sin darle explicaciones, desapareció de la parrilla, sustituyéndolo por un documental de pájaros la primera semana. ¿Cuál fue la causa de que el entonces mandamás de turno, Ramón Colom, eliminara dicho espacio, pese a un éxito contrastado en toda España? Ella lo confesó así: porque se negó a hacer gratis un anuncio de quesos. Y así desapareció uno de los programas más recordados de la Televisión Española de aquella época.

¿Cómo llegó a presentarlo Elena Santonja? Sencillamente porque una vez invitó a comer en su casa a Ramón Gómez Redondo, directivo de TV.E, y como se despidió de ella muy complacido, tras degustar un exquisito menú le encargó a la locutora Isabel Clara Francia que la contratara. Trescientos programas llegaron a realizarse. Después de aquella salida tan abrupta y desconsiderada, ella ya no quiso saber nada más de televisión. Y se refugió en sus pinturas, demostrando no hace mucho en su última exposición la calidad de su obra.

La desaparición de Elena Santonja ha sido llorada por sus numerosos amigos. Era una persona muy apreciada en los ambientes artísticos. Nuestro pésame a su viudo, Jaime de Armiñán y a los tres hijos del matrimonio: Álvaro, Carmen y Eduardo.

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