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Iñaki Arteta

Esta es la verdad

Un estudio financiado por el Gobierno Vasco estima en algo más de 4.000 los ciudadanos vascos que han sido torturados en los últimos 40 años.

Un estudio financiado por el Gobierno Vasco estima en algo más de 4.000 los ciudadanos vascos que han sido torturados en los últimos 40 años.
El lehendakari, Íñigo Urkullu | EFE

Jonan Fernández ha hecho público un estudio financiado por el Gobierno Vasco en el que estima en algo más de 4.000 los ciudadanos vascos que han sido los torturados en los últimos 40 años (entre 1960 y 2014). Solo observando las fechas comprobamos cómo la tortura policial del Estado (español) contra los vascos comienza en la dictadura y continúa hasta el presente.

Y ha tenido que pasar todo este tiempo para que al fin pueda publicarse este informe con LA VERDAD. Ignoro qué es lo que el Gobierno Vasco determina que ha cambiado para que por fin pueda publicarse estudio tan revelador.

Hubo sufrimiento por todos los lados, eso lo tienen dicho, pero la diferencia estriba en que esos miles de torturados eran del pueblo, ciudadanos de indiscutible inocencia, pueblo inocente castigado sin misericordia año tras año por un Estado que aún no se ha apartado de los métodos dictatoriales (ya se viene escuchando en Cataluña). Enfrente, otro grupo sufriente, el de las víctimas del terrorismo cuyos miembros eran en su mayoría pertenecientes a unos grupos represivos del Estado (policías, guardias civiles, militares) que trabajaban día y noche para impedir por la fuerza la expresión libre de todo un pueblo. Así pues, la respuesta del pueblo fue la defensa propia, jóvenes idealistas arriesgaron su vida frente al poderoso Estado opresor no teniendo otro remedio que emplear métodos violentos. Hubo sufrimiento, nadie lo niega, pero la culpabilidad estaba en el sobreprecio que los empleados públicos cobraban al ser enviados a las tierras vascas.

En tiempos de violencia se preguntaba a la víctima (¡el mismo día del asesinato!) a la salida del funeral a ver si perdonaba a los asesinos. Todos los demás deberíamos saber que el asesinado no era trigo limpio y que si había sido eliminado no lo había sido por un ejercicio desbocado de maldad sino por un bien superior. Los culpables podrían merecerse el reconocimiento de sus viudas en clave de perdón cristiano.

Las cifras son lo que quedan y son y serán el argumento que cortará cualquier discusión. ¿Qué son 900 víctimas del terrorismo frente a más de 4.000 torturados? Haciendo una media anual son casi 100 torturados frente a veinte asesinados. ¿Qué debate puede haber después de conocer estas cantidades? Ese es el trabajo de las instituciones vascas en este campo, ir cerrando debates sobre el asunto. No es la verdad lo que interesa sino salvar el pellejo ante la historia. ¿El pellejo de quién? Está claro que el de todos aquellos que no se enfrentaron al terrorismo como debieron, que lo comprendieron o medio comprendieron, esa gran masa de la población vasca (y navarra) de la que decíamos que "no hacían nada" por impedirlo y que no protestaron siquiera una sola vez. Ese público es el nicho receptor de ese tipo de mensajes. La autocomplacencia se sirve en bandeja oficial.

El relato no nos guiará sobre quién tuvo razón, no será una discusión tranquila sobre lo que pasó, ni muchísimo menos tratará de buscar la verdad. No. Este relato no es más que una estrategia al servicio de satisfacer las conciencias de esa gran masa de ciudadanos cuya ambigüedad sostuvo la existencia del terrorismo.

Mientras una parte (antes llamada constitucionalista, ahora no sé cómo llamarla) se empeña en presionar a los asesinos (convictos o exconvictos) o a sus cómplices más directos, es decir, a sus hoy representantes públicos en las instituciones vascas y navarras para exigirles que renieguen del horror cometido en nombre de la patria, ellos, es decir, las instituciones vascas y navarras se dirigen al verdadero público objetivo en esta cuestión, la mayoría votantes suyos, para sembrarles con los mejores argumentos que afiancen lo que siempre intuyeron: su guerra fue justa.

Ellos no quieren cambiarnos a nosotros: quieren que nos callemos. Quieren que con las cifras no tengamos argumentos para discutir. Mientras, lo irán poniendo en negro sobre blanco en los libros de texto, así como también lo llevan haciendo tradicionalmente en la televisión pública vasca.

Después de conseguir instalar este relato ¿quién puede oponerse a que en estos nuevos tiempos de paz se resucite un plan Ibarretxe actualizado por Urkullu? Una nueva expresión de la revolución de las sonrisas, pacífica y popular, sana imitación del entramado mental de los nacionalistas e independentistas catalanes se pone de nuevo en marcha. Esta vez la violencia no será una excusa de los poderes fácticos españoles para impedir una consulta o compartir soberanía (concepto al que ahora llaman de otra manera) pues una vez desterrada la violencia gracias a la contribución decisiva de su agente principal (ETA), condenada su acción por el nacionalismo (de aquella manera) y de prestar atención no solo a las víctimas del terrorismo, sino a todos los sufrimientos ¿qué más se les puede pedir?

Estas son el tipo de cosas que ocurren y dejamos crecer delante de nuestras narices sin darnos mucha cuenta. Hasta que revientan. Mi amiga la periodista Tonia Etxarri que ha veraneado en Estella muchos años, contaba hace tiempo que mientras se discutía sobre la conveniencia de ilegalizar a Batasuna, se maldecía a los asesinos o lo que tocara en su momento, la Ikastola de Estella fue creciendo lentamente hasta tener tres plantas. Entonces gobernaba allí la derecha navarra, hoy el pueblo tiene alcalde de Bildu.

Lo acaba de decir Javier Bardem: "Los jóvenes nos reprocharán no haber hecho lo suficiente". Sobre el cambio climático, claro.

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