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‘Luces de bohemia’ o la crónica de una muerte en Madrid

Con sus esperpentos, Valle-Inclán inventó una forma nueva de "reportajear" la vida de la España de su tiempo.

Dejó escrito Valle-Inclán, en boca de su personaje Max Estrella, que el esperpentismo lo había inventado Goya. Lo hizo en un doble juego, adhiriéndose repentinamente al movimiento que él mismo trataba de inaugurar, e instaurando al mismo tiempo las características de ese subgénero, satírico y oscuro, que encontraba en las pinturas negras el antecedente histórico perfecto. El arte pictórico le atraía sobremanera, tal vez, porque en aquellos tiempos era el otro único soporte sobre el que podía plasmar sus esperpentos, y sacar a la luz esa oscura tragedia española, "que no es tragedia", y que solo podía dibujarse "con una estética sistemáticamente deformada". Con esa idea en mente se ha reeditado ahora, cuidadosamente, Luces de bohemia (Reino de Cordelia) en un ejemplar distinto, que busca trasladar la importancia de la obra escrita al propio libro que la contiene, y que establece un diálogo precioso entre las palabras de Valle y las ilustraciones de José María Gallego. "Es un maravilloso objeto", dijo este último durante el acto de presentación, que tuvo lugar el pasado viernes, "casi daría uno dinero para que se lo publicaran".

"Se trata de un trabajo más de Jesús Egido, que está haciendo un enorme esfuerzo por publicar libros ilustrados, que a los amantes de los libros nos entusiasman", señaló el periodista y dramaturgo Ignacio Amestoy. La elección de la obra no es casual. Hace unos meses la misma editorial presentó las Sonatas, también de Valle, en un formato igual de trabajado. "Es que Valle es muy tentador. Sus obras invitan a ser ilustradas. Incluso Luces de bohemia, siendo una obra de teatro… porque ya lo explica perfectamente Luis Alberto de Cuenca en el prólogo: es el mejor relato dialogado que ha dado la literatura en castellano".

Los dibujos de Gallego recorren las páginas y guían al lector por los escenarios de ese Madrid nocturno y sórdido de Valle-Inclán, en el que van apareciendo paulatinamente diferentes establecimientos, calles y personalidades de su época como Rubén Darío, el Café de la Montaña (donde Valle fue herido en un brazo, que luego perdería, por el periodista Manuel Bueno), el anarquista que atentó contra Alfonso XIII, Mateo Morral, el director de la Asociación de la Prensa, Miguel Moya o, evidentemente, el difunto amigo del autor y alter ego de Max Estrella, el escritor Alejandro Sawa, que "murió como un rey de tragedia: loco, ciego y furioso" en 1909. "El libro es una galería absolutamente extraordinaria, una crónica de aquella España retratada por un Valle que, no hay que olvidar, también fue un gran periodista", explicó Amestoy.

Con todo, ambos quisieron resaltar el valor doble de la obra, que "contiene las pinturas negras de Gallego", según Amestoy, y cuyo texto, en opinión del dramaturgo, "representa la mayor obra del teatro español desde La Celestina". "Calderón, Lope y compañía no han tenido tanta repercusión en el mundo porque escribían música, y habría hecho falta a otro genio para traducirles". Por su parte, Gallego ha destacado "la delicia" que ha sido ilustrar una obra "perfecta". "Valle no es fácil, pero la cuarta, o la quinta vez que le lees y degustas sus diálogos, llegas a la conclusión de que no pueden estar mejor construidos. Además es muy detallista y meticuloso, y sus descripciones de los escenarios son completísimas, por lo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que de todos los libros que he editado este es con el que más me he divertido".

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