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Zoé Valdés

¿De quién es la culpa?

¿A quién culpar del terror de los periodistas ante su futuro?

¿A quién culpar del terror de los periodistas ante su futuro?

¿A quién culpar del terror de los periodistas ante su futuro? Llevo años preguntándomelo. Es una pregunta que podríamos extender también al sector de los escritores y de los artistas, ante el porvenir tan extraño que se nos presenta.

Hace unas semanas recibí una respuesta de un gran amigo, escritor y periodista. Es francés, y me comentaba lo siguiente en respuesta a un artículo que le envié sobre el suicidio de otro periodista francés, Arnaud Dubus, de Libération:

Puedo entender que el suicidio de Arnaud Dubus (y no voy a discutir sus motivos) plantea de manera directa o indirecta una necesaria reflexión sobre el papel de los corresponsales y, de manera más amplia, sobre la existencia de la prensa.

Quiero recordar unos datos obvios:

1) Se achicó o recortó el negocio de la prensa en términos financieros. Lo que se traduce en reducción de plantillas y de gastos. La prensa es un sector dañado por la evolución tecnológica y por los cambios de comportamiento. Su mala relación con los distintos públicos es obvia ahora que cada lector o internauta tiene la posibilidad de huir hacia actividades que no son escuchar o leer a periodistas.

2) A pesar de lo que se dice, nunca hubo tanta información sobre la vida internacional. Colapsó la prensa en Venezuela, pero nunca tuvimos tanta información desde dentro de Venezuela. Cambiaron los canales de comunicación y, ahora, tenemos más canales y más información.

3) Dubus representa una forma de periodismo (escrito) que enfrenta grandes dificultades para sobrevivir, al nivel del corresponsal. Pero, como profesor en la escuela de Periodismo, conozco muchos casos de corresponsales que viven mucho mejor al combinar la escritura con el sonido, la producción de vídeos y formatos digitales. Existen numerosos casos de estudiantes que salen de las escuelas y se van afuera para ser corresponsales free-lance multi-formato, y viven bien.

4) La gran pregunta detrás de la muerte de Dubus es saber si necesitamos todavía a la prensa dentro de un sistema político basado en la democracia representativa. Por desgracia, la respuesta es afirmativa. Es decir: el debilitamiento de la democracia, que cada día funciona peor, se refleja de manera paralela en la evolución de la prensa, que cada día nos enseña fallos, perjuicios, errores y cegueras. Lo que se podría traducir en lo siguiente: ¿para una persona como yo, Le Monde o El País ya no serían lecturas necesarias? La razón es sencilla: fuimos defraudados tantas veces que desapareció la vieja dependencia. Cocinamos la información por nuestro lado apoyándonos en pocas fuentes permanentes (Financial Times, New Yorker, unas cuentas en Twitter, algunas newsletters).

5) El problema que tiene la prensa no es la pérdida de su modelo económico (que golpeó a Arnaud Dubus), sino la pérdida de su público lector. De nada sirve crear un modelo económico (el sueño de la prensa) si no se reconstruye, primero, la relación con el público. Puede ser que escuchar o leer a Dubus fuera imprescindible, pero él se expresaba en medios que ya no son imprescindibles. Esto fue el fondo de su drama.

6) Dicho todo esto: como profesor en una escuela de Periodismo, como director de un máster de management de medios, no puedo decirlo abiertamente, pero a mi juicio la prensa tiene la culpa, en una gran medida, de lo que le ocurre. El cambio tecnológico puso al desnudo una verdad incómoda: la voz de la prensa es una voz más entre muchas otras. Pocas veces consigue demostrar que merece ser escuchada por encima del ruido digital generalizado.

Ante estas premisas, excelentemente enumeradas, sólo me resta decir: gracias y chapeau! La culpa tiene nombre y apellidos, y no es del totí.

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