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Cultura posmoderna: cómo la epidemia cambió nuestras costumbres

Hasta que encontremos remedios eficaces y podamos reducir la peligrosidad, no queda más remedio que afrontar la, ya tan cacareada, "nueva normalidad".

Hasta que encontremos remedios eficaces y podamos reducir la peligrosidad, no queda más remedio que afrontar la, ya tan cacareada, "nueva normalidad".
Una mujer luce una mascarilla. | Pixabay

Dicen los expertos que el coronavirus SARS-CoV-2 ha llegado para quedarse. Laboratorios de todos los rincones del planeta investigan a contrarreloj para lograr una cura eficaz contra el virus, del mismo modo que esperan poder desarrollar unos medicamentos que combatan el coronavirus. A pesar de que nunca hay que perder la esperanza, parece que la tarea no será flor de un día y requerirá meses y meses de arduo trabajo.

Hasta que encontremos remedios eficaces y podamos reducir la peligrosidad, no nos queda más remedio que afrontar la, ya tan cacareada, "nueva normalidad" tomando todas las precauciones habidas y por haber: distanciamiento social, uso de la mascarilla, el empleo del gel hidroalcohólico, el lavado continuo de manos, etcétera.

Menos besos y abrazos

La nueva normalidad está cambiando de manera profunda la forma en la que nos relacionamos. En una sociedad como la nuestra en la que las muestras de cariño son constantes, el coronavirus ha puesto en cuarentena algo tan nuestro como son los besos y los abrazos. El distanciamiento social ha provocado que tengamos que renunciar a una de nuestras señas de identidad, esa proximidad, esa manera tan española de demostrar el afecto a través del contacto físico.

Esta nueva "falta de tacto" se da incluso con familiares cercanos, puesto que se hace muy difícil saber si la persona que tenemos cerca puede ser un foco de infección o no.

Calle, calle, calle

No podemos evitarlo. Somos un país al que le gusta la calle. Da igual el momento del día, mañana, tarde o noche, a los españoles nos gusta salir de casa y pasear, tomar algo en una terraza, ir de tiendas… hay hasta quien encuentra placer en caminar entre las grandes aglomeraciones de gente.

Por desgracia, desde que apareció la COVID-19 no nos ha quedado más remedio que adaptarnos a las nuevas circunstancias, en las que ya no caminamos tan libremente por las calles, en las que tenemos que evitar a las demás personas porque, aun de manera involuntaria, podrían ser un foco de contagio.

Estas precauciones han llegado al punto de que en algunos espacios, como en los teatros, se utilizan termómetros digitales para medir la temperatura de las personas con el fin de detectar rápidamente si alguien tiene fiebre –uno de los síntomas del coronavirus-.

Lo más duro fue el periodo de confinamiento forzoso que nos tocó vivir durante tres meses. Desde junio ya podemos salir a la calle, pero con limitaciones, sin embargo, si en las próximas semanas los contagios siguen subiendo, cabe la posibilidad de que tengamos que volver a confinarnos en nuestros hogares, una alternativa a la que todos le tememos.

Planes caseros

En un primer momento nos quedamos en casa por el confinamiento. Ahora que hemos podido salir a la calle, son las limitaciones y la nueva normalidad y, por qué no decirlo también, el miedo al coronavirus los causantes de que permanezcamos en casa mucho más de lo que tenemos por costumbre.

La nueva normalidad incluye una gran cantidad de planes caseros. El mantra habitual de "mantita y peli" tendrá más vigencia que nunca este otoño-invierno. Pero no todo se reduce a ver películas y series. También cobran protagonismo otro tipo de actividades como, por ejemplo, los cursos online. Los cursos y las clases que antes se impartían de manera presencial, ahora se hacen a través de videoconferencias. Clases de escritura, cursos de manejo de programas informáticos, de edición de vídeo y fotografía, cursos de crecimiento personal y hasta clases en línea de yoga y de danza.

A pesar de que ya había personas que lo realizaban, el teletrabajo llegó para quedarse durante el confinamiento. Bien es cierto que muchas empresas han hecho volver a sus trabajadores a la oficina en cuanto han podido, no obstante, parece que muchas otras han visto que es posible trabajar de esta manera gracias a las múltiples herramientas tecnológicas que facilitan la labor. En este nuevo escenario que se plantea, el teletrabajo es una tendencia que seguirá creciendo y de la que podrán disfrutar, cada vez más, un mayor número de trabajadores.

Ciudadanos enmascarados

El uso de la mascarilla es obligatorio, ya que permite disminuir en gran medida las posibilidades de contagio. De ahora en adelante, será muy común ver a gente por la calle con mascarilla, algo que ya vaticinaron algunas películas de ciencia ficción como Blade Runner. Los universos distópicos se han hecho realidad y nos queda mascarilla para rato, por lo menos, hasta que el coronavirus deje de ser una amenaza.

Como a partir de ahora vamos a tener que convivir con las mascarillas, no han tardado quienes han pensado en esta medida de seguridad como si fuese un complemento más, una nueva tendencia de moda. Han surgido así las mascarillas personalizadas lavables, con infinidad de diseños, desde los más sobrios a los más coloridos y estrafalarios.

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