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Pedro de Tena

El Museo del Bandolero de Ronda, con las alforjas vacías, se traslada

Ha sido comprado por el Ayuntamiento de El Borge como nuevo reclamo turístico.

Ha sido comprado por el Ayuntamiento de El Borge como nuevo reclamo turístico.
Fachada del Museo del Bandolero | PdT

Una de las variedades del chiste nacional es el “colmo”, tal vez mejor chascarrillo por su ausencia de malicia y color, ni verde, ni marrón, ni negro. Desde pequeños hemos escuchado a alguien preguntar a una reunión: “¿Sabéis cuál es el colmo de los colmos?” Y se respondía: “El colmillo”. Otros menos reverentes preguntaban por el colmo de un obispo y tal vez alguien apuntaba: “Tener un cardenal en los c…”. Bien está.

Parece, en esa línea festiva, que seguro no agradará mucho al dueño del recinto y su tesoro que el colmo de un Museo del Bandolero es tener las alforjas vacías sin que se hayan podido llenar, a pesar del oficio del que se ha hecho exponente. Es lo que le ha pasado al Museo del Bandolero de Ronda. Para medio llenar la bolsa, ha tenido que operar legalmente vía transacción de compraventa con el Ayuntamiento de El Borge, en la Axarquía malagueña, porque el de Ronda no le ha hecho ni caso, según ha explicado.

El caso es que el Museo del Bandolero, en el que, dados los tiempos políticos que corren, faltan muchos aún no reconocidos, tiene que ser trasladado a 140 kilómetros que es la distancia que separa Ronda de El Borge, en dirección del levante. El pasado mes de septiembre se dieron las manos el alcalde de El Borge, Raúl Vallejo, y el propietario del Museo, Jesús Almazán.

El pueblo malagueño de El Borge, de 900 habitantes, fue la cuna de un famoso bandolero menor –si consideramos mayor a José María El Tempranillo, Los Siete Niños de Écija, Diego Corrientes, El Barquero de Cantillana (para casi todos ya, Curro Jiménez) o El Pernales—, conocido como el Bizco de El Borge aunque en realidad se llamaba Luis Muñoz García.

El avispado Consistorio quiere ampliar su oferta turística relacionada con el bandolerismo y el famoso bandido que vio nacer. Además, dado que ya tiene un hotel temático sobre este tipo de la delincuencia nacional y hoy todo se convierte en espectáculo, hizo una oferta que satisfizo al dueño de la colección, venciendo en la carrera a las localidades de Écija y Alameda que también deseaban alojarlo.

¿Y el Ayuntamiento de Ronda? Pues fuese y no hubo nada. Algunas conversaciones, respuestas inconcretas, vaguedades… O sea, que no atendió la petición del propietario de negociar una salida que podría haber conllevado una nueva sede y la creación de un nuevo museo histórico en el convento de Santo Domingo. No concuerda su visión con la de los munícipes, que consideraban legalmente insuperable la presencia de una tasación, pero los trenes no esperan.

Almazán criticó que no se le haya atendido y que se le haya pedido una tasación de la colección cuando, aseguró, ya se incluyó en un proyecto que presentó para llevar la colección y crear un museo histórico, en el Convento de Santo Domingo, en 2017. Luego vino el estado de alarma y el confinamiento y tras 25 años largos, las 1.300 piezas que han disfrutado un millón de visitantes se deben trasladar a El Borge.

En la página web, aún operativa, puede recorrerse virtualmente el Museo, que contiene desde los trajes usados por El Algarrobo, Álvaro de Luna, en la serie Curro Jiménez a la indumentaria exhibida en la serie Libertad, de Enrique Urbizo aún sin estrenar. Pero, además de lo televisivo, hay armas de época, referencias a los viajeros románticos que recorrieron Andalucía en el siglo XIX, salas conteniendo utensilios –se conserva la billetera del bandolero Pasos Largos—, libros, documentos de época, biblioteca temática, cómics y demás.

Luis Muñoz García, “El bizco de El Borge”, que ahora será elemento clave cuando se consume el traslado a El Borge, no aparece curiosamente entre los bandoleros célebres que destaca el Museo, que biografía a Juan José Mingolla, Juan Caballero, Francisco Ríos y otros, algunos de ellos ya citados.  

Poco se sabe de él. Pobre de solemnidad, formó una banda con Melgares, Frasco Antonio, Pepe el Portugués, Vertedor y Duplas –aunque el “jefe del estado mayor”, según Galdós, era él—, y terminó siendo envenenado, aunque oficialmente fue capturado por la Benemérita, una ficción que no parece ser novedosa en aquel tiempo.  

Constancio Bernaldo de Quirós, en una nota a pie de página de su Memoria para el Instituto de Reformas Sociales, Bandolerismo y delincuencia subversiva en Andalucía la Baja, escribe;

Un episodio análogo se nos ha referido a propósito de la muerte del «Bizco del Borje», en el cortijo del Cristo, de Lucena. El cortijero—según esta versión—mató a traición al «Bizco» y entregó el cadáver a la Guardia civil, que simuló haberle dado muerte en un encuentro.

Fuese como fuese el lance que le llevó a la muerte, es la casa donde nació donde se ha levantado el hotel que cuenta con un pequeño museo sobre su leyenda que ahora, probablemente, será sala auxiliar cuando menos del nuevo Museo.

Un museo con recorrido futuro

Muchos suponen que el bandolerismo es un fenómeno decimonónico, andaluz y masculino. Pero es una creencia equivocada. En su libro Bandoleros, José Antonio Adell y Celedonio García (2014), precisan que el origen del bandolerismo es muy antiguo. “Su origen se remonta a la época heroica griega y continúa en la civilización romana; en la Antigüedad grecorromana fue célebre un bandido de nombre Caco y en el siglo I d. C. Cicerón ya aludía a Sierra Morena como zona de bandidos". O sea. Los ha habido siempre y en todos los continentes.

Ya hubo bandidos en el Norte de España, como el famoso Cocorotta, a cuya cabeza puso precio Augusto y que se presentó en persona a cobrar los 200.000 sestercios, acto de valor que le valió el perdón del emperador. Llamáranse “banidos”, “malfeytores”, “banditos”, “bandolers” o los alemanes “raubritters”, los que se hicieron más famosos fueron los bandoleros españoles del siglo XIX gracias a los viajeros románticos y su visión peculiar, y al mismo Goya, que los pintó.  

Los bandoleros españoles ni fueron sólo andaluces ni fueron sólo masculinos. Por ejemplo, de los pintados por Goya, Antón Requena era valenciano y El Pelao de Ibdes, aragonés. Luis Candelas era madrileño. Desde el siglo XIII se perseguía en España a los bandidos por medio de cuerpos como Los Guardas del reino de Aragón; los Caudillatos de Galicia; los Fusileros y Migueletes de Valencia, Navarra y Guipúzcoa; los Guardas de la Corta de Granada; las Milicias locales y los Voluntarios de Andalucía; los Escopeteros de Getares; las Escuadras, los Somatenes y las Rondas volantes de Cataluña; los Miñones de Vizcaya; la Compañía suelta de Castilla la Nueva; los Cazadores de la Montaña y los Guarda Bosques reales; las Milicias Urbanas; la Milicia Nacional; la Gendarmería Real a Caballo, el Cuerpo Franco y la Guardia Civil desde 1844.

Un ramillete español de este tipo de delincuentes lo forman “Patakón”, en la vasca Galdácano, el hijo del molinero de Igeraberri, de Azkoitia y 'el Caldereta' de la Rioja pasando por el cántabro “Felipón” o “los Purgaciones” de los Montes de Toledo, por hacer sólo algunas referencias.

Tampoco todos los bandoleros españoles fueron hombres. Hubo mujeres bandoleras. En el actual Museo del Bandolero de Ronda se menciona a algunas que aparecen en romances como Victoria Acebedo, Juana “La valerosa” o Margarita Cisneros a las que se presenta como luchadoras contra el sistema establecido.

Aunque literariamente hay figuras femeninas que podían dar el tipo en Juan Pérez de Montabán y en el mismo Cervantes Lope de Vega y Vélez de Guevara mencionan a la “Verata” de Plasencia. Julián de Zugasti, en sus libros sobre el bandolerismo, aporta un romance que, al parecer, inspiró a los poetas:

Con una flecha en los hombros,
saltando de breña en breña,
salteaba en los caminos
los pasajeros que encuentra.
A la cueva los llevaba
y después de estar en ella,
hacía que la gozasen,
si no de grado, por la fuerza.
Y después de todo aquesto,
usando de su fiereza
a cuchillo los pasaba
porque no la descubrieran.

Hubo más y capitanas como  Francisca Arias, 'la Negra', y Manuela Fernández, 'la Manola', jefas de 'las Negras' y 'las Manolas', en Extremadura, agaleradas en 1802. Tras fueron la Torralba de Lucena, Margarita Cisneros, María Márquez, la Marimacho y una Clementina que desplumaba en las salas de juego en la Barcelona de 1820.

Mención aparte merece la gallega Pepa, o Pepona, la Loba, que fue mencionada por Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, Ramón del Valle-Inclán y Cela, entre otros. Escribió la Pardo Bazán:

¡Ah! Era mejor tener a Pepona amiga que enemiga, y bien lo sabía la única clase social algo elevada, a la cual profesaba la capitana odio jurado. Verdad que esta clase siempre ha sufrido persecución de ladrones, al menos en Galicia. Me refiero a los curas…sin embargo, en Pepona se advertía algo especial: una saña de explicación difícil, y acerca de cuyo origen se fantaseaban mil historias.  Lo cierto es que Pepona, tan clemente, era con los curas encarnizadamente cruel, y acaso ellos fueron los que añadieron a su nombre el alias de la Loba.

El Museo del Bandolero, pronto en El Borge gracias a su Ayuntamiento, cuenta con materia, si hubiese ganas, para convertirlo en un gran museo. Si además incorporara al bandolerismo político hoy tan extendido, no habría ni pueblo ni comarca para tanta sala de exhibición. 

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